Patagonia

Asesinato del colimba Carrasco: Agosto de 1994 y fin del servicio militar obligatorio

Un chico de 19 años de Zapala, Omar Carrasco, ingresó al Ejército por obligación legal en marzo de 1994. Desapareció a los tres días y un mes después fue encontrado muerto. Había sido asesinato dentro del cuartel. Por la conmoción social que generó el crimen, la conscripción fue eliminada en el país.

Por Bernardo Guerra

El asesinato en 1994 de un soldadito, Omar Carrasco, a manos de militares profesionales, provocó el final del servicio militar obligatorio. O como se lo llamaba coloquialmente: la "colimba", que era una abreviatura de "correr, limpiar, barrer", es decir tareas obligadas que les esperaban a los jóvenes que estaban "bajo bandera".

La historia escribirá y escribió que el crimen fue perpetrado un domingo de marzo en un cuartel de Zapala, localidad distante 184 kilómetros de la capital neuquina. También dirá que fue un día caluroso y ventoso, cosa que no es ninguna novedad, Zapala se caracteriza por sus fuertes vientos.

Hasta donde pudieron reconstruir los investigadores, eran las tres y cuarto de la tarde cuándo comenzó todo; otros soldados, azuzados por un subteniente y un sargento, empujaron, patearon y golpearon brutalmente a Omar Octavio Carrasco, un joven muy tímido, de 19 años, conscripto desde hacía tres días. Antes de ingresar por obligación legal como soldado del Ejército, repartía pollos congelados en Cutral Có y era lector de la Biblia. Lo más probable, dijeron los investigadores, es que Carrasco, tras una golpiza, haya caído al suelo con una hemorragia interna.

Carrasco, a las tres y cuarto de la tarde de aquel domingo caluroso en Zapala, comenzó a morir, para empezar a vivir en el reclamo de los padres y de toda una sociedad que por aquellos días comenzó a pedir justicia.

Tiempo después, el Trbunal Federal Oral de Neuquén dijo que a Carrasco quisieron castigarlo por una "falta". También revelo que un subteniente quiso "avivar" a los golpes a ese soldado que sonreía cuando se ponía nervioso.

Por el crimen fueron condenados, el 31 de enero de 1996, el subteniente Ignacio Canevaro (a 15 años de prisión) y los soldados que ya tenían varios meses dentro de las filas militares Cristian Suárez y Víctor Salazar, a 10 años.

Al sargento Carlos Sánchez le dieron 3 años por encubridor.

Según la sentencia, a la víctima le pegaron porque era torpe, tímido y (como recién se mencionó) sonreía cuando se ponía nervioso. Esa conducta del chico desató la violenta ira de un subteniente, de nombre Ignacio y apellido Canevaro.

Cuando los padres de Carrasco fueron a visitarlo a Omar al cuartel sin saber lo que había ocurrido y se ocultaba -dos semanas después del crimen, en marzo de 1994-, les dijeron que no estaba, que su hijo era un desertor. Que se había escapado. Que pudo atacarlo alguna patota en la calle o andaría por ahí, vagando.

En ese momento, los padres supieron que algo andaba mal.

El 6 de abril, justo un mes después de la paliza, el cadáver del soldado fue hallado al pie de un pequeño cerro, en terrenos del mismo regimiento donde había desaparecido.

Sólo llevaba un pantalón militar que no era el suyo y un cinturón abrochado muy fuerte, que no dejó ninguna marca sobre la cintura, como si se lo hubieran puesto mucho después de su muerte.

Y fue en ese momento, casi en simultaneo, que el servicio militar obligatorio entró en tensión. Comenzó a ser cuestionado fuertemente.

En agosto de 1994, mientras la investigación del crimen continuaba, el presidente Carlos Menem advertía el reclamo social y, con la presión de todo un país, firmó el decreto que puso fin a la conscripción, vigente desde 1901.

Del "caso Carrasco" quedó alguna vieja foto suya y, sobre todo fotos de Francisco y Sebastiana, sus padres, que nunca pararon de caminar las calles y de exigir la verdad. Y que el 18 de julio de 1985 recibieron las disculpas del jefe del Ejército, Martín Balza, quien reconoció, en aquella oportunidad, la responsabilidad de la fuerza.

También quedó una calle en Cutral Có que lo recuerda, "Soldado Carrasco".

Pero por sobre todo quedó, en la memoria del pueblo, que Omar Carrasco fue el último conscripto.

El último colimba.

Fuente: Va Con Firma