El mundo

Exterminio palestino: la ONU confirmó la hambruna forzada por Israel en Gaza

La máxima autoridad mundial sobre hambrunas alertó que cientos de miles están ahora al borde de morir de hambre en la Ciudad de Gaza y que, en un mes, podría expandirse a casi 700.000 palestinos. Se podría evitar si Israel levanta su bloqueo militar, pero ninguna potencia lo presiona realmente para que lo haga.

Hace meses que las fotos de niños esqueléticos, con la piel pegada a los huesos, inundan las redes sociales y, hace semanas, llegaron a las tapas y portales de algunos de los principales medios del mundo. Los relatos de madres y padres desesperados porque no pueden evitar que la vida de sus hijos se escurra mientras se consumen en una cama de hospital -si tienen suerte- o en el piso de una carpa de plástico bajo el rayo del sol en un campo de refugiados movilizaron a millones de personas en Europa, Estados Unidos, América Latina y Asia contra el genocidio que comete Israel, pero no así a sus gobiernos, que se siguen escudando en fórmulas diplomáticas y formalismos.

El viernes pasado, llegó el dato oficial que muchos decían esperar: la máxima autoridad mundial en crisis alimentarias, la Clasificación Integrada de las Fases de Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés), declaró oficialmente que existe una hambruna forzada en la Franja de Gaza. Alertó que hasta el 15 de agosto afectaba a un tercio de los más de un millón de habitantes de la Ciudad de Gaza y que, en sólo un mes, podría alcanzar a casi 700.000 palestinos. La conclusión -científica y fundamentada- no cambió nada. Por el contrario, confirmó lo que ya era obvio: el mundo abandonó sus líneas rojas, los valores que decía impulsar y proteger y, ya explícitamente, dio vía libre (con su silencio o inacción) a Israel para continuar exterminando a la población palestina.

Cuando publicó su informe, el Comité para la Revisión de las Hambrunas de la IPC hizo una aclaración: nunca antes se había juntado para analizar la misma crisis tantas veces. Cinco veces en menos de dos años. Y cada conclusión era una alarma de que la situación estaba empeorando rápidamente en la Franja de Gaza por el bloqueo militar israelí que no permite ingresar alimentos y ayuda humanitaria como una forma de castigo colectivo a toda la población civil. Por eso, hace tres días, para sorpresa de nadie, esta voz autorizada del mundo humanitario dio la sentencia final: una hambruna ya se expande por un tercio de la población de la Ciudad de Gaza, donde se refugia más de un millón de palestinos y, en sólo un mes, se podría expandir por los otros dos lugares que se convirtieron en masivos campos de refugiados: Deir al-Balah y Khan Younis.

"Como la hambruna es completamente generada por el hombre, puede ser evitada y revertida", aclaró la iniciativa internacional y agregó: "El tiempo para debatir y dudar pasó, las muertes por desnutrición ya están aquí y crecen rápidamente. Nadie debería dudar de que se necesita una respuesta a escala. Cualquier demora -incluso de unos días- puede resultar es una escalada completamente inaceptable de la mortalidad vinculada a la hambruna."

Al escribirse este artículo, ya pasaron cuatro días desde esta advertencia. El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió el viernes y se repitieron las expresiones de preocupación y hasta algunas de consternación, el gobierno israelí de Benjamin Netanyahu calificó el informe como "una mentira descarada", al menos 10 palestinos murieron de hambre -entre ellos algunos niños- y más de 30 civiles fueron asesinados por fuerzas israelíes cuando intentaban conseguir comida, según fuentes médicas y del gobierno local, en manos de Hamas.

Israel no sólo bloquea el ingreso de los miles de camiones que la ONU y organizaciones humanitarias internacionales tienen lleno de comida y ayuda humanitaria en los países vecinos hace meses, sino que, desde finales de mayo, intenta sostener una farsa de que el hambre en la Franja de Gaza es culpa de Naciones Unidas y Hamas y, por eso, habilitó a una empresa estadounidense que nadie conocía hasta hace unos meses, la Fundación Humanitaria de Gaza, para que distribuya comida entre la población gazatí. Pero desde el primer día, esta distribución de alimentos terminó en masacres. Una y otra vez.

La empresa estadounidense construyó básicamente básicamente trampas para que, en medio de la desesperación humana que genera una hambruna, los soldados israelíes y sus guardias privados -que no son otra cosa que mercenarios- terminen abriendo fuego para disipar las escenas de caos. Incluso se han llevado a personas detenidas sin avisarle a nadie adónde están. Para finales de julio, ya se calculaba que más de mil palestinos habían sido asesinados así. Luego se perdió la cuenta. La ONU los definió como "trampas mortales", Médicos Sin Fronteras, "asesinados orquestados". Aún hoy, Israel sigue negando cualquier responsabilidad, culpa a Hamas y sostiene que la distribución de alimentos de la Fundación Humanitaria de Gaza y los camiones de ayuda que permite ingresar a la Franja a cuentagotas demuestran que quiere evitar una hambruna.

Pero el Comité para la Revisión de las Hambrunas de la IPC tomó en cuenta en su análisis la comida que, pese a la violencia y las masacres, llega a ser distribuida por la repudiada Fundación Humanitaria de Gaza y por los camiones de la ONU u otras organizaciones internacionales que, pese a todos los obstáculos que les impone Israel, logran llegar a sus galpones enteros para ser distribuidos entre los gazatíes. Lo tomó en cuenta y concluyó que no alcanzan ni siquiera para frenar la aceleración de la hambruna.

Y no es casualidad. Porque el bloqueo de Israel que acompaña la ocupación militar de los territorios palestinos tiene una estrategia bien calculada y diseñada detrás. En 2012, justo un mes antes de una de las tantas ofensivas israelíes contra la Franja de Gaza, la reconocida periodista israelí Amira Haas publicó en el diario Haaretz un documento de 2008 de la Cogat, la autoridad israelí para los territorios palestinos ocupados desde 1967, que establecía la cantidad de calorías o gramos mínimos para que un gazatí no muera de hambre. Tenía cálculos diferenciados para niños, adultos y adultos mayores, pero, en promedio, eran 2.279 calorías por persona por día, lo que representaba poco más de 1,8 kilos de comida por persona o 2.575 toneladas para los 2,3 millones de habitantes, que debían traducirse, al menos, en el ingreso de 170 camiones de ayuda diaria de manera sostenida durante cinco días por semana.

Con la profundización de esta última ofensiva israelí contra la Franja de Gaza y el endurecimiento del gobierno de Netanyahu, las organizaciones humanitarias bajaron incluso esa medida y comenzaron a pedir el ingreso mínimo de un kilo de comida por persona por día para evitar una hambruna. Esto significaba 62.000 toneladas métricas, menos que las más de 70.000 que había calculado la Cogat años atrás.

Desde que terminó la tregua de fin de año, Israel decidió cerrar por completo el bloqueo militar. Durante todo marzo y abril no ingresó ningún camión con ayuda humanitaria, ni comida ni medicamentos ni agua. Nada. En mayo, cuando las alarmas por la creciente desnutrición de la población civil, que en un 40% tiene menos de 14 años, permitió el ingreso de 19.153 toneladas métricas, de 37.103 en junio y 37.906 en julio. Aunque aún no hay cifras certeras, las agencias y organizaciones humanitarias internacionales estiman que en agosto Israel tampoco cumplió el mínimo de 62.000 toneladas métricas.

Fuentes humanitarias habían explicado hace solo unas semanas a El Destape que el plan del gobierno israelí era empezar a permitir el ingreso de comida a cuentagotas para evitar un hambruna generalizada en toda la población, pero sin frenar las muertes por desnutrición masiva ni la desesperación a la que son sometidos cientos de miles de palestinos que están dispuestos a morir con tal de conseguir una bolsa de harina que les permita sobrevivir a ellos y a sus seres queridos un par de días más.

Pero aún con este macabro cálculo, el Comité para la Revisión de las Hambrunas de la IPC advirtió el viernes que la hambruna se está acelerando aún más rápido de lo que había previsto en su informe anterior de mayo pasado. En sus conclusiones, no sólo alertó que el 30% de la Ciudad de Gaza sufre una hambruna y que la regiones de Deir al Balah y Khan Younis podrían sumarse a finales de septiembre, sino que también informó que, aunque no pudo analizar la situación alimentaria del norte de la Franja de Gaza -Israel la declaró zona militarizada y ninguna organizaciones humanitaria puede ya circular o trabajar allí, aunque se sabe que aún quedan civiles palestinos que no pudieron o quisieron escapar hacia el centro y sur del territorio-, "es similar o peor a la de Gaza".

En otras palabras, si nada cambia, en un mes, alrededor de 700.000 palestinos en toda la Franja de Gaza estarán al borde de la muerte por desnutrición, mientras Israel sigue negando que comete un genocidio en vivo y en directo, y el mundo sigue enfrascado en declaraciones de preocupación y consternación que no se traducen en acciones de presión real al gobierno de Netanyahu.

Ni una condena vinculante en el Consejo de Seguridad de la ONU gracias a los vetos de Estados Unidos, prácticamente sin sanciones comerciales, financieras o políticas como las que le llovieron a Rusia por parte de las potencias occidentales -no solo Washington- luego de invadir y ocupar parte de Ucrania en 2022; ni un boicot comercial, educativo o militar como el que aisló a la Sudáfrica del Apartheid.

Israel sigue cruzando líneas rojas a la vista de todo el mundo sin consecuencias reales: de los más de 62.000 palestinos muertos hasta ahora, cerca de 19.000 eran niños, es decir, 7.000 más que todas las guerras del mundo combinadas entre 2019 y 2022. Además, la población gazatí ya posee la tasa de niños amputados más alta del mundo. El portal de noticias israelí +972, informó que, según cifras del ejército israelí, más del 83% de los asesinados en estos casi dos años eran civiles. Y esto no incluye los más de 100.000 desaparecidos -muchos se creen siguen bajo los escombros- y los miles de detenidos, entre ellos médicos, humanitarios y periodistas.

Más de 200 periodistas ya fueron asesinados por los ataques de Israel y el gobierno de Netanyahu no permite que ni un periodista extranjero entre a la Franja de Gaza. Los profesionales que siguen con vida están desnutridos, exhaustos y algunos cuentan que ya no pueden trabajar. Israel bombardea los lugares donde se conectan para transmitir con la poca señal que existe en Gaza o las carpas donde descansan entre bombardeo y bombardeo. Así cada vez es más difícil escuchar y ver los relatos de familiares desesperados en los pasillos de los pocos hospitales que, pese a estar abarrotados y sin recursos, siguen funcionando, o que lloran a sus seres queridos en medio de los escombros o que cuentan la sangrienta odisea que atravesaron para conseguir un kilo de harina que tendrán que mezclar con arena y agua no potable para poder ganar un poco más de fuerza para seguir.

Mientras el mundo no actúa y deja actuar, Israel va apagando estas voces palestinas, ya sea forzando una hambruna que consuma hasta las últimas de sus energías y bombardeando las zonas a donde obligó a los civiles a apiñarse en condiciones imposibles. Todos lo saben, todos fueron avisados.

Fuente: El Destape