Patagonia

Científicos del CONICET descubrieron en Santa Cruz al Kostensuchus atrox, un cocodrilo feroz de 70 millones de años

Por Nora Bär 

Hoy, en un rincón del sur de la Patagonia, el viento gélido moldea montañas y glaciares. Pero hace 70 millones de años, cuando ya la existencia de los dinosaurios (y de muchas otras especies que los acompañaron) entraba en cuenta regresiva, cuando todavía no existía la Cordillera de los Andes, la Antártida carecía de casquetes de hielo y ese extremo del continente gozaba de un clima templado a cálido, un cocodrilo carnívoro de rasgos bien diferentes de los que conocemos en la actualidad se saciaba con la abundante biodiversidad que tenía a su disposición: mamíferos, tortugas y hasta dinosaurios de tamaño comparable con el suyo.

Científicos argentinos y japoneses descubrieron los restos fósiles de esta criatura formidable a 500 m de altura, en una barranca ubicada detrás de la estancia "La Anita", a 30 km de El Calafate, y la describen en un trabajo que se publicado en PLOS One. El hallazgo fue liderado por los paleontólogos argentinos Fernando Novas, investigador del Conicet en la Fundación Félix de Azara, y Diego Pol, también del Conicet, pero que trabaja en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (MACN). Lo bautizaron Kostensuchus atrox: "Kosten" significa "viento" en lengua tehuelche, como tributo al paisaje que resguardó estos tesoros fósiles, y "suchus" es una referencia al dios egipcio con cabeza de cocodrilo. "Atrox" del latín, significa "feroz, cruel". Un nombre más que adecuado para un depredador que debe haberse ubicado al tope de la cadena alimentaria.

Estaba cayendo la tarde del primer día después de armar el campamento y cuando ya iban de regreso, Marcelo Isasi y Gabriel Lio, otros dos integrantes del equipo se retrasaron para recuperar una mochila que faltaba cuando divisaron los restos incrustados en la roca. "Empezamos a ver unas formitas onduladas -recuerda Gabriel Lio-. Yo no podía creer lo que estábamos viendo, porque era muy raro. Pero vimos un pedazo, después otro y otro. Entonces le digo a Marcelo: 'Esto es un cráneo completo de algo. En algún momento se nos ocurrió que podía ser un cocodrilo". "Eran todos huesos enormes", agrega Isasi.

"De más de tres metros de largo y unos 250 kg de peso, el Kostensuchus tenía complexión robusta, con la cabeza desproporcionadamente grande con respecto al resto del cuerpo -explica Novas-. Se lo puede imaginar como un bulldog de los cocodrilos. El cráneo mide casi 50 centímetros de largo y está armado con dientes que tenían bordes como los serruchos de los cuchillos Tramontina de hasta cinco centímetros de altura".

Sus rasgos anatómicos sugieren que este cocodrilo atroz tenía hábitos más terrestres que sus parientes actuales, los que pueblan el Nilo o el caimán de los esteros del Iberá. Las fosas nasales apuntaban hacia adelante, no como ocurre en los de hoy, que las tienen hacia arriba. El cráneo era alto, a diferencia de los que conocemos, que lo tienen achatado, lo que les permite sorprender a la presa nadando bien al borde de la superficie del agua.

"Creemos que Kostensuchus era terrestre, caminaba con las cuatro patas, pero a diferencia de los cocodrilos actuales que reptan (porque las tienen muy cortitas y orientadas hacia afuera), en este eran más alargadas y estaban ubicadas debajo del cuerpo en dirección vertical -detalla Novas-. Debía merodear en tierra firme y eventualmente acelerar cuando se le cruzaba alguna presa. Si la atrapaba, con esa dentición, con esas mandíbulas accionadas por fuertes músculos en la zona de las sienes, no había manera de que escapara y con el siguiente mordisco podía arrancar piel y músculos, y matar a su víctima".

Eso no quiere decir que nunca se metiera en el agua. "Probablemente chapoteaba o entraba en espacios con agua del mismo modo en que un perro puede hacerlo, las nutrias actuales tienen las fosas nasales orientadas hacia adelante y también lo hacen, pero no tenía adaptaciones tan vinculadas con el medio acuático como los de ahora", subraya el paleontólogo.

Las fosas nasales no solo le servían para respirar sino también para olfatear, lo que le agregaba capacidades para convertirse en un predador temible y cumplir un rol importante en esos ecosistemas. "Su dentición aterradora le permitía devorar dinosaurios de un porte similar al suyo -explica Novas-. En las mismas rocas, nosotros ya habíamos descubierto numerosos fósiles; por ejemplo, huesos de un dinosaurio herbívoro del tamaño de un guanaco que bautizamos Isasicursor santacrucensis. Encontramos varios esqueletos de ese dinosaurio herbívoro iguanodóntido, individuos de distintos tamaños, lo que habla de abundancia. El Kostensuchus que andaba por ahí perfectamente podría habérselo devorado como cuando hoy vemos un cocodrilo que se abalanza sobre las cebras o las impalas... Se acercaba a una manada de Isasicursors y capturaba el que primero se le cruzaba".

El esqueleto completo del Kostensuchus atrox

El yacimiento, además de la nueva especie, reveló una enorme biodiversidad, con restos de peces, ranas, tortugas, serpientes, plesiosaurios, insectos, plantas e incluso el diente de un antepasado del ornitorrinco. La conservación excepcional de los fósiles permite a los científicos interpretar las condiciones climáticas y ecológicas en las que evolucionaron estos seres.

El Kostensuchus atrox añade una nueva pieza al rompecabezas de la vida prehistórica y sugiere que hubo una notable diversidad de cocodrilos en el Cretácico en América del Sur. Esta biodiversidad, que incluía especies terrestres, acuáticas, predadores e incluso herbívoros, se perdió en el evento de extinción masiva que también acabó con los dinosaurios. Solo unas pocas especies sobrevivieron para dar lugar a los cocodrilos de hoy, que ocupan un nicho ecológico mucho más estrecho como depredadores acuáticos.

Parte del cráneo en la roca

"El descubrimiento de Kostensuchus atrox no solo suma una nueva especie a la historia evolutiva de los cocodrilos, sino que revela un tipo de predador completamente desconocido hasta ahora que competía con los grandes dinosaurios carnívoros -comenta Pol, coautor del trabajo-. Es una pieza más para reconstruir los ecosistemas del sur de la Patagonia que, en los últimos días del Cretácico, era mucho más diverso y complejo de lo que imaginábamos. Lo más notable es que este cocodrilo vivió hasta muy cerca del fin de esa era, lo que demuestra que estos reptiles eran todavía muy diversos cuando ocurrió la gran extinción. Esa catástrofe no solo eliminó a los dinosaurios, sino que también afectó a los cocodrilos, muchos de ellos terrestres y de hábitos tanto carnívoros como herbívoros. Solo sobrevivieron los linajes con hábitos más acuáticos que dieron origen a los cocodrilos actuales, de una diversidad ecológica muy limitada en comparación con la riqueza de formas que convivió con los dinosaurios".

Según explica el paleontólogo Leonardo Salgado, investigador superior del Conicet en la Universidad Nacional de Rio Negro, que no participó en esta investigación, aunque el grupo de los peirosáuridos, emparentado con los actuales cocodrilos, ya era conocido, este ejemplar está maravillosamente preservado y bastante completo. "Si bien hay otros registros de cráneos, este es notable y hay partes del esqueleto que no están representadas en otros especímenes -afirma-. También hay que destacar la importancia de la buena preparación de los materiales. Eso ayuda mucho y evidentemente fue muy necesaria para poder obtener toda la información. Además, Diego [Pol] y Fernando [Novas] son dos de los referentes de nuestro país en paleontología de vertebrados de prestigio internacional".

El camino que llevó a este hallazgo comenzó con una visita de Novas a Japón en 2019. Durante una conferencia que fue invitado a dar en Tokio, compartió fotografías y videos del yacimiento argentino, que llama la atención por el nivel de conservación de ese mundo ya desaparecido. Aquellas imágenes de dinosaurios gigantes, pequeños mamíferos, plantas e insectos intrigaron a su colega Makoto Manabe, muy interesado precisamente en el fin de la era de los dinosaurios y este obtuvo el financiamiento necesario para la expedición.

Trabajo de campo

La exitosa campaña que permitió descubrir este ejemplar abarcó desde aproximadamente el 6 hasta el 24 de marzo de 2020. "En ese momento nos vimos obligados a bajar de la montaña, porque empezaba a cambiar el clima y porque además se iniciaron las restricciones de la pandemia, tanto en la Argentina como en el resto del mundo -cuenta Novas-. Había que permitir el regreso de los 30 investigadores (25 argentinos y cinco japoneses) a sus casas y su país. Desde el 24 estuvimos en El Calafate haciendo aislamiento preventivo y recién pudimos regresar a partir del 2 de abril. Hicimos descubrimientos muy interesantes: fósiles de mamíferos, de dinosaurios carnívoros. También estuvimos excavando gran parte del esqueleto de un dinosaurio gigante llamado Nullotitan".

Se estima que la gran extinción ocurrió hace 66 millones de años y el Kostensuchus, junto con el ecosistema en el que prosperaba es de hace 70 millones; en términos geológicos, poco tiempo antes. Ese período previo a la hecatombe planetaria que daría por finalizada la evolución de distintos grupos de organismos terrestres, acuáticos y marinos, entre los cuales estos feroces cocodrilos eran muy comunes en América del Sur y África, reviste un enorme interés para los paleontólogos.

"Todavía tenemos que colectar más información para saber bien qué pasó en esa cuenta regresiva -afirma Novas-. Fue una crisis notable y no se entiende bien porqué sucedió. En el mar desaparecieron los ammonites, que eran unos moluscos emparentados con pulpos y calamares actuales, y que eran super abundantes. Sí, le echan la culpa al meteorito, pero todos estamos detrás de ver qué venía ocurriendo con el planeta, con el clima, con los ecosistemas, con las plantas antes de la caída. ¿Estaba todo perfecto y una enorme cantidad de especies murieron por ese impacto? ¿O ya se venía manifestando algún deterioro, altas tasas de extinción y el meteorito en el Golfo de México fue lo que decidió el ‘golpe mortal'? Al mismo tiempo, ¿Cómo puede haber afectado el impacto a las formas de vida de la Antártida? Son temas muy complejos porque estamos hablando de todo el globo y apenas podemos saber qué roles ecológicos cumplían. Creo que tenemos que tratar de recopilar más y más información cercana a ese momento para poder entender qué ocurrió antes e inmediatamente después. Y el problema es que la mayor parte de ella viene del hemisferio Norte, de Europa, de los Estados Unidos... Casi nada se sabe de los registros fósiles del hemisferio Sur. Entonces, gracias a este proyecto que estamos desarrollando, la Patagonia probablemente pueda ofrecernos evidencias de qué ocurría aquí en ese momento, ya que no tenía la misma fauna, las mismas plantas, los mismos insectos que el norte del continente. Nos permitirá contar la historia con ojos sudamericanos".

Para seguir acumulando conocimiento, los científicos carecen desde hace un año y medio de los fondos obtenidos por concurso que distribuía la Agencia de Promoción I+D+I para financiar sus campañas y dependen de financiación internacional. Afortunadamente, la National Geographic Society otorgó un subsidio muy importante a Pol para seguir avanzando y esperan rastros valiosos sobre este tema en los próximos años. "Estamos organizando con los colegas de Japón una nueva expedición a este yacimiento tan rico para continuar con las excavaciones -concluye Novas-. La biodiversidad es enorme y los fósiles están muy bien preservados. Sorprende la cantidad de información que da sobre ecosistemas completos. Estamos trabajando también con especialistas de de la Universidad Nacional de La Plata para hacer estudios geológicos, de temperatura, datación... Se formó un valioso grupo multidisciplinario para poder interpretar las condiciones en las cuales evolucionó tan amplia diversidad de seres".

Fuente: El Destape