Cine y revolución: 100 años de El acorazado Potemkin de Serguei EisensteinPor Silvio Schachter
El acorazado Potemkin es ampliamente reconocida como una obra maestra cinematográfica. Sus innovaciones creativas, especialmente expresadas en la emblemática escena de la Escalera de Odessa, una de las secuencias más famosas jamás filmadas, convirtieron a Sergei Eisenstein en una figura fundacional del cine concebido como arte. Su virtuosismo técnico y su perdurable capacidad para transmitir el fervor revolucionario siguen siendo inigualables y son objeto de estudio y admiración.
La película, filmada en 1925, fue encargada a Serguei Eisenstein para conmemorar el vigésimo aniversario del levantamiento de 1905, precursor de la revolución de 1917. La comisión creada para el evento estaba integrada entre otros por Anatoly Lunacharsky, Comisario del Pueblo para la Educación, Kazimir Malevich, el artista suprematista, Vsevolod Meyerhold, el innovador director de teatro y Valerian Pletniov, del movimiento cultural proletario, Proletkult. El título provisional del film, luego modificado, fue ‘El año 1905". El éxito alcanzado por su película La Huelga, avalo la invitación a Eisenstein para dirigir la nueva realización cinematográfica.
Dividida en 5 partes cual tragedia griega, la película se inicia cuando les sirven a los extenuados tripulantes del Potenkin, carne podrida y llena de gusanos, algunos marineros protestan, solo para ser señalados y colocados ante un pelotón de fusilamiento. A segundos de que los marines dispararan los tiros mortales, el marinero Grigory Vakulinchuk interviene para salvar a los hombres, instando al pelotón de fusilamiento a ignorar sus órdenes. Cuando los oficiales se vengan y matan a Vakulinchuk, todos se unen en la lucha. En tierra, la noticia del levantamiento llega a los ciudadanos que llevan mucho tiempo sufriendo la represión y la hambruna zarista.
Eisenstein en su interpretación de la rebelión evita deliberadamente crear individuos arquetípicos. En cambio, masas de hombres se mueven al unísono, como en la toma en que miran hacia la cubierta de proa del Potemkin. Los habitantes de Odesa también se ven como una multitud compuesta de muchos rostros fugazmente vislumbrados, pero visibles con nitidez. El diálogo en los títulos de la película se limita principalmente a la indignación y la exhortación. No hay drama personal que contrarreste el drama político general.
Eisensten abreva en la biomecánica de Meyerhold y los experimentos cinematográficos de Kulechov y logra una película técnicamente impresionante. Tiene un ritmo vertiginoso, yuxtaposiciones emocionantes y una auténtica fuerza conmovedora. El estilo visual de la película, nítido y profesional, incluso en comparación con el cine moderno y su representación de las multitudes sigue siendo impactante.
Es una película que ha influido en muchos directores modernos, creando escenas que perduran en la memoria. Su famosa masacre en la Escalinata de Odessa se ha citado en otras películas (Los intocables de Brian de Palma). Probablemente muchos han visto el homenaje de otros directores antes de ver la original. Potemkin fue votada como la mejor película de todos los tiempos en la Feria Mundial de Bruselas, Bélgica, de 1958. Siempre se la ha considerado entre las diez mejores de la historia del cine.
Eisenstein fue estudioso y defensor de las teorías soviéticas del montaje cinematográfico, que sostenían que el cine tiene su mayor efecto no en el desarrollo de las imágenes, sino en su yuxtaposición. Creía que el montaje debía partir del ritmo, no de la historia. El corte es punto, contrapunto y fusión. Al alternar entre los rostros temerosos de los ciudadanos desarmados y las tropas uniformadas sin rostro, las tomas debían cortarse para conducir a un punto, y no prolongarse por el interés personal de personajes individuales.
La escalera del puerto de Odessa[1]
Lunacharsky le sugirió a Eisenstein filmar en Odessa, al sur del país, donde el sol brillaba constantemente y el rodaje podía comenzar con el motín del Potemkin, el potencial cinematográfico de la escenográfica escalera convenció definitivamente a Eisenstein y a sus colaboradores.
La icónica secuencia central de la película, la masacre en la escalinata de Odessa, se filmó en dos semanas. Fue una dramatización basada también en los recuerdos de infancia de Eisenstein de un incidente similar en Riga, su ciudad natal. Vemos en el film a soldados zaristas descender sobre un público desprevenido y lleno de alegría; las tropas se mueven como robots, con un propósito y determinación mecánica mientras descienden por la escalera aparentemente interminable. A medida que avanzan, los soldados disparan una y otra vez contra la multitud desprevenida, deteniéndose solo para usar bayonetas y culatas de fusil. En un momento dado, una madre pierde el control de su cochecito; a medida que las tropas avanzan, el cochecito se balancea de un escalón a otro, aumentando la tensión que el espectador siente. El poder de la secuencia se logra mediante el principio del conflicto en el montaje, la yuxtaposición de imágenes de inocencia contra imágenes de violencia, el pueblo es representados como tipos distintos contra la masa de soldados, representados no como cuerpos separados sino como patrones gráficos de líneas y sombras en movimiento inexorable, los contrastes entre planos largos y despersonalizantes de soldados y primeros planos de ciudadanos, junto al contrapunto entre planos desde abajo y desde arriba. Logra transmitir el sentimiento que representa la humanidad en la escena frente a la disciplina militar masculina que representa la inhumanidad.
Eisenstein condensa la represión, que realmente tuvo lugar en la ciudad, en un solo incidente dramatizado, y al concentrar esos asesinatos en un escenario perfecto para ellos, estaba cumpliendo con su labor como director, sus decisiones creativas han reinterpretado el registro histórico y esta secuencia de la escalinata sigue siendo una de las imágenes más impactantes de violencia política jamás representadas y a pesar de que el hecho no ocurrió realmente esto no disminuye la fuerza de la escena para la cual Eisenstein utilizó a uno de los participantes reales del motín como actor y asesor histórico. Resulta significativo que lo hiciera tan bien que hoy en día, el derramamiento de sangre en la Escalinata de Odessa se suele describir como si hubiese acontecido.
La cámara de Eduard Tisse, director de fotografía, rara vez se mueve a lo largo de la película, pero los cortes son tan rápidos y los ángulos tan variados e interesantes que da la impresión de una cámara que se mueve por todas partes y le dio un gran dinamismo inédito, sin tanta sobreactuación habitual del cine mudo. Eisenstein evitó el uso de actores principales en sus primeras películas para favorecer a las masas como héroes. Son multitudes de marineros y multitudes de residentes de Odessa. Las escenas se articulan mediante constantes cambios de ritmo, desde secuencias largas y prolongadas hasta tomas rápidas, lo que mantiene al espectador fuera de su zona de confort perceptual. Eisenstein erige su película en 1290 planos, 170 diferentes en la escalinata, todos combinados con genial maestría.
La secuencia de la escalera de Odessa, con una violencia dramatizada nunca antes vista en el cine, se armó con flujos contradictorios de movimientos ascendentes y descendentes, ritmos disonantes en las soluciones de cada plano y un ordenamiento espacial que refuerza la autoridad y la arbitrariedad de la autoridad represiva. Todos estos aspectos, en particular la pendiente natural de la escalera, fueron resaltados en el montaje de Eisenstein para provocar en el espectador una intensa emoción que lo mantiene en inusual tensión. La escena causó una conmoción sin precedentes en el público debido a sus escenas de violencia gráfica, que aún hoy sorprenden. La secuencia termina con el buque de guerra respondiendo a la masacre disparando contra la ciudad y el montaje de las tres estatuas de leones, en veloz sucesión, como si estuvieran vivas y reaccionaran al conflicto. El león duerme, despierta y ruge, en el mismo movimiento, ahora acción y reacción, de ahí la idea de transformación.
En las tres semanas previas al estreno en el Bolshoi, Eisenstein transformó más de 4.500 metros de película en la versión final, de unos 1.850 metros de longitud. "Mientras Tisse cargaba las primeras bobinas para la proyección en el teatro, Eisenstein aún pegaba las últimas en la sala de montaje. El director calificó la primera función como un milagro en el Teatro Bolshói" escribió Oksana Bulgakowa, biógrafa del director.
Un siglo después, su poderoso contenido político y su calidad artística siguen conmoviendo
En las primeras décadas del siglo veinte una formidable selección de intelectuales e instituciones culturales[2] de los más diversos matices, escritores, activistas políticos y sociales, pensadores, científicos, artistas se incorporó a la Revolución Rusa. En ese periodo surgió un referente, el constructivismo, un movimiento de vanguardia que influyó en diversos campos artísticos, desde Vladimir Tatlin a Kandisky y Malevich, de Mayakovski hasta Pudovkin y Dsziga Vertov, desde El Lisitsky y Goncharova hasta Ródchenko. La vanguardia rusa, fue diversa y polémica pero coincidió en abolir la idea que el arte existiera separado del universo cotidiano y sus conflictos, debía, basándose en nuevas técnicas y materiales modernos, aportar a construir un mundo socialista. Eisenstein fue arte y parte protagónica de esa experiencia. A diferencia de las otras vanguardias artísticas europeas de ese periodo, la rusa se dio en el contexto inédito de un proceso radical de transformación social. El advenimiento del stalinismo y la oficialización del dogma del realismo socialista, terminaron sellando esta memorable experiencia.
El mayor éxito de la película, fuera de la Unión Soviética, se produjo en Berlín, Potemkin se estrenó en la capital alemana en enero de 1926, poco después de su presentación en Moscú, en una ceremonia dedicada a la memoria de Lenin, fallecido dos años antes, ante un público compuesto por trabajadores e intelectuales de izquierda y con la presencia de Eisenstein y Tisse. El acorazado Potemkin se convirtió en un referente cultural en la capital alemana, impresionando a figuras como Walter Benjamín y Bertolt Brecht quien compartía con el director soviético la concepción del cine y el teatro más allá de lo meramente estético, enfocándose en su potencial para revelar la verdad histórica y promover la crítica social. Los populares actores norteamericanos Douglas Fairbanks y Mary Pickford vieron la película y quedaron fascinados, Fairbanks dijo que "El acorazado Potemkin es la experiencia más poderosa y profunda de mi vida", mientras que Mary Pickford reconoció que "la película le había causado tal impresión que se le saltaron las lágrimas". Charles Chaplin la llamó "la mejor película del mundo"
El acorazado Potemkin surgió en una encrucijada política de alta confrontación. La versión inicial incluía dos citas del libro "1905" de León Trotsky: "El espíritu de rebelión invadió el país" y "Un proceso misterioso y tremendo se desarrollaba en innumerables corazones". Pero para 1925, Trotsky ya se enfrentaba a Stalin. Fue expulsado del Partido en 1927 y enviado al exilio en 1928 y sus citas fueron luego eliminadas. En Octubre, Eisenstein fue obligado a quitar las escenas donde aparecía Trotsky.
La obra de Sergei Eisenstein atravesó el siglo XX como una referencia indispensable para los amantes del séptimo arte; de hecho su obra fue uno de los argumentos decisivos para la caracterización del cine como un arte. El encuadre y el montaje nunca son subjetivos. Uno es previo y el otro organiza los fragmentos filmados, ambos dependen de la actividad creativa del director y en su realización definen el resultado del film. Por eso al aporte de Eisenstein, particularmente por su obra Potemkin, se consideró fundacional, para considerar al cine como séptimo arte.
El acorazado Potemkin, se juzgó como peligrosa por parte de los poderes constituidos durante un largo periodo. Las historias sobre su circulación son casi tan míticas como su temática: Fue prohibida en varias ocasiones en Estados Unidos y Francia, y durante más tiempo que cualquier otra película en la historia británica; en España recién pudo proyectarse públicamente en 1977, incluso Stalin la prohibió, en una época en que los motines eran contrarios a la línea del partido.
El Cine Club Buenos Aires que funcionó entre 1929 y 1931 (entre sus miembros estaban León Klimovsky, Jorge Luis Borges, José Luis Romero, Jorge Romero Brest y César Tiempo) fue precursor en difundir las películas de la vanguardia soviética, entre ellas El acorazado Potemkin. En Argentina la película estuvo censurada en las décadas 30 y 40. En los 50 se pudo ver en cineclubs y recién en los 60 se autorizó su proyección pública. El Cine Club de México creado en 1925 la proyectó en 1929. En Brasil la exhibió el Club Chaplin creado en 1928. La dictadura de ese país la prohibió entre 1964 y 1980. En Cuba no se pudo ver hasta la llegada de la Revolución en 1959. En otros países del continente sufrió las políticas censuradoras reiteradas veces.
Potemkin ha figurado en innumerables listas de las mejores películas de todos los tiempos, por no mencionar los ensayos críticos que han escrito en innumerables idiomas. Eisenstein filmo la trilogía de la revolución: La Huelga (1924), Potemkin (1925) y Octubre (1927) cuando aún no cumplía los 30 años. El contexto revolucionario de Rusia contribuyó a este logro, pero se debe también a la exuberante y genial personalidad de Sergei Eisenstein, un artista excepcional, uno de los más grandes del siglo XX. Murió en 1948. Acababa de cumplir 50 años.
[1] La espectacular escalinata del puerto de Odessa se caracteriza por su diseño clásico y la aplicación de una perspectiva forzada o trampantojo, que crea una ilusión óptica. Mide 142 metros, con 190 escalones y diez descansos, en la parte inferior 21 metros en la base y 13 en la cima lo cual genera una perspectiva visual que fue magistralmente utilizada por Eisenstein.
[2] Las instituciones creadas a partir de la Revolucion rusa fueron el Proletkult, Cultura proletaria, el Kino-glass, Cine ojo, fundado por Dziga Vertov, y la LEF, Frente de Izquierda de las Artes, entre las más relevantes.
Fuente: Huella del Sur
Por Silvio Schachter
El acorazado Potemkin es ampliamente reconocida como una obra maestra cinematográfica. Sus innovaciones creativas, especialmente expresadas en la emblemática escena de la Escalera de Odessa, una de las secuencias más famosas jamás filmadas, convirtieron a Sergei Eisenstein en una figura fundacional del cine concebido como arte. Su virtuosismo técnico y su perdurable capacidad para transmitir el fervor revolucionario siguen siendo inigualables y son objeto de estudio y admiración.
La película, filmada en 1925, fue encargada a Serguei Eisenstein para conmemorar el vigésimo aniversario del levantamiento de 1905, precursor de la revolución de 1917. La comisión creada para el evento estaba integrada entre otros por Anatoly Lunacharsky, Comisario del Pueblo para la Educación, Kazimir Malevich, el artista suprematista, Vsevolod Meyerhold, el innovador director de teatro y Valerian Pletniov, del movimiento cultural proletario, Proletkult. El título provisional del film, luego modificado, fue ‘El año 1905". El éxito alcanzado por su película La Huelga, avalo la invitación a Eisenstein para dirigir la nueva realización cinematográfica.
Dividida en 5 partes cual tragedia griega, la película se inicia cuando les sirven a los extenuados tripulantes del Potenkin, carne podrida y llena de gusanos, algunos marineros protestan, solo para ser señalados y colocados ante un pelotón de fusilamiento. A segundos de que los marines dispararan los tiros mortales, el marinero Grigory Vakulinchuk interviene para salvar a los hombres, instando al pelotón de fusilamiento a ignorar sus órdenes. Cuando los oficiales se vengan y matan a Vakulinchuk, todos se unen en la lucha. En tierra, la noticia del levantamiento llega a los ciudadanos que llevan mucho tiempo sufriendo la represión y la hambruna zarista.
Eisenstein en su interpretación de la rebelión evita deliberadamente crear individuos arquetípicos. En cambio, masas de hombres se mueven al unísono, como en la toma en que miran hacia la cubierta de proa del Potemkin. Los habitantes de Odesa también se ven como una multitud compuesta de muchos rostros fugazmente vislumbrados, pero visibles con nitidez. El diálogo en los títulos de la película se limita principalmente a la indignación y la exhortación. No hay drama personal que contrarreste el drama político general.
Eisensten abreva en la biomecánica de Meyerhold y los experimentos cinematográficos de Kulechov y logra una película técnicamente impresionante. Tiene un ritmo vertiginoso, yuxtaposiciones emocionantes y una auténtica fuerza conmovedora. El estilo visual de la película, nítido y profesional, incluso en comparación con el cine moderno y su representación de las multitudes sigue siendo impactante.
Es una película que ha influido en muchos directores modernos, creando escenas que perduran en la memoria. Su famosa masacre en la Escalinata de Odessa se ha citado en otras películas (Los intocables de Brian de Palma). Probablemente muchos han visto el homenaje de otros directores antes de ver la original. Potemkin fue votada como la mejor película de todos los tiempos en la Feria Mundial de Bruselas, Bélgica, de 1958. Siempre se la ha considerado entre las diez mejores de la historia del cine.
Eisenstein fue estudioso y defensor de las teorías soviéticas del montaje cinematográfico, que sostenían que el cine tiene su mayor efecto no en el desarrollo de las imágenes, sino en su yuxtaposición. Creía que el montaje debía partir del ritmo, no de la historia. El corte es punto, contrapunto y fusión. Al alternar entre los rostros temerosos de los ciudadanos desarmados y las tropas uniformadas sin rostro, las tomas debían cortarse para conducir a un punto, y no prolongarse por el interés personal de personajes individuales.
La escalera del puerto de Odessa[1]
Lunacharsky le sugirió a Eisenstein filmar en Odessa, al sur del país, donde el sol brillaba constantemente y el rodaje podía comenzar con el motín del Potemkin, el potencial cinematográfico de la escenográfica escalera convenció definitivamente a Eisenstein y a sus colaboradores.
La icónica secuencia central de la película, la masacre en la escalinata de Odessa, se filmó en dos semanas. Fue una dramatización basada también en los recuerdos de infancia de Eisenstein de un incidente similar en Riga, su ciudad natal. Vemos en el film a soldados zaristas descender sobre un público desprevenido y lleno de alegría; las tropas se mueven como robots, con un propósito y determinación mecánica mientras descienden por la escalera aparentemente interminable. A medida que avanzan, los soldados disparan una y otra vez contra la multitud desprevenida, deteniéndose solo para usar bayonetas y culatas de fusil. En un momento dado, una madre pierde el control de su cochecito; a medida que las tropas avanzan, el cochecito se balancea de un escalón a otro, aumentando la tensión que el espectador siente. El poder de la secuencia se logra mediante el principio del conflicto en el montaje, la yuxtaposición de imágenes de inocencia contra imágenes de violencia, el pueblo es representados como tipos distintos contra la masa de soldados, representados no como cuerpos separados sino como patrones gráficos de líneas y sombras en movimiento inexorable, los contrastes entre planos largos y despersonalizantes de soldados y primeros planos de ciudadanos, junto al contrapunto entre planos desde abajo y desde arriba. Logra transmitir el sentimiento que representa la humanidad en la escena frente a la disciplina militar masculina que representa la inhumanidad.
Eisenstein condensa la represión, que realmente tuvo lugar en la ciudad, en un solo incidente dramatizado, y al concentrar esos asesinatos en un escenario perfecto para ellos, estaba cumpliendo con su labor como director, sus decisiones creativas han reinterpretado el registro histórico y esta secuencia de la escalinata sigue siendo una de las imágenes más impactantes de violencia política jamás representadas y a pesar de que el hecho no ocurrió realmente esto no disminuye la fuerza de la escena para la cual Eisenstein utilizó a uno de los participantes reales del motín como actor y asesor histórico. Resulta significativo que lo hiciera tan bien que hoy en día, el derramamiento de sangre en la Escalinata de Odessa se suele describir como si hubiese acontecido.
La cámara de Eduard Tisse, director de fotografía, rara vez se mueve a lo largo de la película, pero los cortes son tan rápidos y los ángulos tan variados e interesantes que da la impresión de una cámara que se mueve por todas partes y le dio un gran dinamismo inédito, sin tanta sobreactuación habitual del cine mudo. Eisenstein evitó el uso de actores principales en sus primeras películas para favorecer a las masas como héroes. Son multitudes de marineros y multitudes de residentes de Odessa. Las escenas se articulan mediante constantes cambios de ritmo, desde secuencias largas y prolongadas hasta tomas rápidas, lo que mantiene al espectador fuera de su zona de confort perceptual. Eisenstein erige su película en 1290 planos, 170 diferentes en la escalinata, todos combinados con genial maestría.
La secuencia de la escalera de Odessa, con una violencia dramatizada nunca antes vista en el cine, se armó con flujos contradictorios de movimientos ascendentes y descendentes, ritmos disonantes en las soluciones de cada plano y un ordenamiento espacial que refuerza la autoridad y la arbitrariedad de la autoridad represiva. Todos estos aspectos, en particular la pendiente natural de la escalera, fueron resaltados en el montaje de Eisenstein para provocar en el espectador una intensa emoción que lo mantiene en inusual tensión. La escena causó una conmoción sin precedentes en el público debido a sus escenas de violencia gráfica, que aún hoy sorprenden. La secuencia termina con el buque de guerra respondiendo a la masacre disparando contra la ciudad y el montaje de las tres estatuas de leones, en veloz sucesión, como si estuvieran vivas y reaccionaran al conflicto. El león duerme, despierta y ruge, en el mismo movimiento, ahora acción y reacción, de ahí la idea de transformación.
En las tres semanas previas al estreno en el Bolshoi, Eisenstein transformó más de 4.500 metros de película en la versión final, de unos 1.850 metros de longitud. "Mientras Tisse cargaba las primeras bobinas para la proyección en el teatro, Eisenstein aún pegaba las últimas en la sala de montaje. El director calificó la primera función como un milagro en el Teatro Bolshói" escribió Oksana Bulgakowa, biógrafa del director.
Un siglo después, su poderoso contenido político y su calidad artística siguen conmoviendo
En las primeras décadas del siglo veinte una formidable selección de intelectuales e instituciones culturales[2] de los más diversos matices, escritores, activistas políticos y sociales, pensadores, científicos, artistas se incorporó a la Revolución Rusa. En ese periodo surgió un referente, el constructivismo, un movimiento de vanguardia que influyó en diversos campos artísticos, desde Vladimir Tatlin a Kandisky y Malevich, de Mayakovski hasta Pudovkin y Dsziga Vertov, desde El Lisitsky y Goncharova hasta Ródchenko. La vanguardia rusa, fue diversa y polémica pero coincidió en abolir la idea que el arte existiera separado del universo cotidiano y sus conflictos, debía, basándose en nuevas técnicas y materiales modernos, aportar a construir un mundo socialista. Eisenstein fue arte y parte protagónica de esa experiencia. A diferencia de las otras vanguardias artísticas europeas de ese periodo, la rusa se dio en el contexto inédito de un proceso radical de transformación social. El advenimiento del stalinismo y la oficialización del dogma del realismo socialista, terminaron sellando esta memorable experiencia.
El mayor éxito de la película, fuera de la Unión Soviética, se produjo en Berlín, Potemkin se estrenó en la capital alemana en enero de 1926, poco después de su presentación en Moscú, en una ceremonia dedicada a la memoria de Lenin, fallecido dos años antes, ante un público compuesto por trabajadores e intelectuales de izquierda y con la presencia de Eisenstein y Tisse. El acorazado Potemkin se convirtió en un referente cultural en la capital alemana, impresionando a figuras como Walter Benjamín y Bertolt Brecht quien compartía con el director soviético la concepción del cine y el teatro más allá de lo meramente estético, enfocándose en su potencial para revelar la verdad histórica y promover la crítica social. Los populares actores norteamericanos Douglas Fairbanks y Mary Pickford vieron la película y quedaron fascinados, Fairbanks dijo que "El acorazado Potemkin es la experiencia más poderosa y profunda de mi vida", mientras que Mary Pickford reconoció que "la película le había causado tal impresión que se le saltaron las lágrimas". Charles Chaplin la llamó "la mejor película del mundo"
El acorazado Potemkin surgió en una encrucijada política de alta confrontación. La versión inicial incluía dos citas del libro "1905" de León Trotsky: "El espíritu de rebelión invadió el país" y "Un proceso misterioso y tremendo se desarrollaba en innumerables corazones". Pero para 1925, Trotsky ya se enfrentaba a Stalin. Fue expulsado del Partido en 1927 y enviado al exilio en 1928 y sus citas fueron luego eliminadas. En Octubre, Eisenstein fue obligado a quitar las escenas donde aparecía Trotsky.
La obra de Sergei Eisenstein atravesó el siglo XX como una referencia indispensable para los amantes del séptimo arte; de hecho su obra fue uno de los argumentos decisivos para la caracterización del cine como un arte. El encuadre y el montaje nunca son subjetivos. Uno es previo y el otro organiza los fragmentos filmados, ambos dependen de la actividad creativa del director y en su realización definen el resultado del film. Por eso al aporte de Eisenstein, particularmente por su obra Potemkin, se consideró fundacional, para considerar al cine como séptimo arte.
El acorazado Potemkin, se juzgó como peligrosa por parte de los poderes constituidos durante un largo periodo. Las historias sobre su circulación son casi tan míticas como su temática: Fue prohibida en varias ocasiones en Estados Unidos y Francia, y durante más tiempo que cualquier otra película en la historia británica; en España recién pudo proyectarse públicamente en 1977, incluso Stalin la prohibió, en una época en que los motines eran contrarios a la línea del partido.
El Cine Club Buenos Aires que funcionó entre 1929 y 1931 (entre sus miembros estaban León Klimovsky, Jorge Luis Borges, José Luis Romero, Jorge Romero Brest y César Tiempo) fue precursor en difundir las películas de la vanguardia soviética, entre ellas El acorazado Potemkin. En Argentina la película estuvo censurada en las décadas 30 y 40. En los 50 se pudo ver en cineclubs y recién en los 60 se autorizó su proyección pública. El Cine Club de México creado en 1925 la proyectó en 1929. En Brasil la exhibió el Club Chaplin creado en 1928. La dictadura de ese país la prohibió entre 1964 y 1980. En Cuba no se pudo ver hasta la llegada de la Revolución en 1959. En otros países del continente sufrió las políticas censuradoras reiteradas veces.
Potemkin ha figurado en innumerables listas de las mejores películas de todos los tiempos, por no mencionar los ensayos críticos que han escrito en innumerables idiomas. Eisenstein filmo la trilogía de la revolución: La Huelga (1924), Potemkin (1925) y Octubre (1927) cuando aún no cumplía los 30 años. El contexto revolucionario de Rusia contribuyó a este logro, pero se debe también a la exuberante y genial personalidad de Sergei Eisenstein, un artista excepcional, uno de los más grandes del siglo XX. Murió en 1948. Acababa de cumplir 50 años.
[1] La espectacular escalinata del puerto de Odessa se caracteriza por su diseño clásico y la aplicación de una perspectiva forzada o trampantojo, que crea una ilusión óptica. Mide 142 metros, con 190 escalones y diez descansos, en la parte inferior 21 metros en la base y 13 en la cima lo cual genera una perspectiva visual que fue magistralmente utilizada por Eisenstein.
[2] Las instituciones creadas a partir de la Revolucion rusa fueron el Proletkult, Cultura proletaria, el Kino-glass, Cine ojo, fundado por Dziga Vertov, y la LEF, Frente de Izquierda de las Artes, entre las más relevantes.
Fuente: Huella del Sur