Opinión

Esto no es un obituario: A diez años del travesticidio de Diana Sacayán

Por Renata Hiller (*)

Lo primero que conocí de Diana fue su voz. Su cuerpo, su mirada, su sonrisa llegarían bastante más tarde, cuando por fin saliera de la cárcel. Escuché su cadencia en un cassette, cuando no había celulares que grabaran, ni mucho menos mensajes de WhatsApp. Diana estaba privada de libertad porque la policía del barrio la odiaba por su lucha, y encontraba en su identidad una excusa para apresarla. Corrían los primeros dos mil y eran tiempos de edictos, tanto en la Ciudad como en Provincia de Buenos Aires. Ella traspasaba esos límites, desde el MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupadxs) de La Ferrere al Gondolin de Palermo, y más tarde, de la calle a los despachos de legisladores y funcionarixs, siempre con sagacidad y picardía, con una muñeca política envidiable, de principios claros a la vez que pragmática.

Seríamos unxs treinta quienes escuchamos su reclamo amplificado en unos parlantes, durante una asamblea de esas que proliferaban en aquel entonces. Su hermanx Say Sacayán también había estado presx y era ahora quien traía la voz de Diana, denunciando las detenciones ilegales, los malos tratos, la falta de derechos, la privación de todo. Menos de la alegría y de la fuerza. Su voz era pausada, alegre y furiosa a la vez. "Furia travesti, siempre" diría años más tarde Lohana (Berkins).

Diana armó el MAL, Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación. Hablar de "liberación" en esos años era un anacronismo total. Pero ella sabía cuál era su patria: la de las travas, putos marrones, diaguitas como ella y como tantxs que desafiaban el reclamo por derechos liberales, como la Unión Civil que se discutía por entonces. No era una Asociación (como ALITT, como ATTA), era un Movimiento. Porque Diana siempre fue peronista. Y no me interesa discutir ahora acerca de ello, porque sería faltarle el respeto. Es cierto que lxs primeros en abrirle las puertas a ella y a otras como Lohana, fueron del Partido Comunista. En el caso de Diana, de la mano de Toto Zimerman, a su vez fundador de CORREPI. Pero para mí Diana era peronista por saberse parte de una fuerza popular que venía a trastocar desde abajo los cimientos del orden heterosexista, patriarcal y colonial de nuestro país.

Identidades

Encontró compañeras, aliadas y cómplices entre sus amigas travestis y otras que nos fuimos sumando para hacer cosas. Participó de El Teje, primer periódico travesti latinoamericano, bajo la dirección de Marlene Wayar. En uno de sus números Diana escribe sobre el odio asesino que acecha a la población trans. La crónica sobre el ataque y posterior desatención estatal que acarreó la muerte de Rubí lleva su firma y resulta escalofriante leerla: "Quizá noten similitudes en esta situación con otras notas que realicé y que refieren al mismo tema, pero es sumamente necesario desde esta redacción y desde mi compromiso como militante y activista seguir denunciando estas situaciones que se dan en el seno de una sociedad que parece haber crecido de espaldas en relación a la comunidad GLTTB. Esta también es la realidad y esta es también parte de esa sociedad" (El Teje, núm. 6, octubre 2010).

Así mientras algunxs celebraban el matrimonio igualitario como un punto de llegada, con otrxs maquinábamos cómo avanzar en el reconocimiento de las identidades trans. No había una única estrategia, aunque al final muchas confluyeran en lo que fue el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, que junto a ATTTA (en el marco de la Federación de Gays Lesbianas Bisexuales y Trans) lograron a inicios del 2012 la Ley 26.743 de Identidad de Género. Antes de ello, Diana y sus aliadas intentábamos avanzar en el respeto de la identidad autopercibida en los ámbitos educativos y de la salud. Poder ir al hospital o a la escuela (generalmente, retomarla) y ser llamada por el nombre propio. Tan poco y entonces, toda una "gesta".

Aquel viaje

Recuerdo un viaje a Mar del Plata donde se organizaba una Jornada para acercar docentes, supervisoras y compañeras trans. Llegamos a Retiro a la noche, para viajar y llegar temprano por la mañana. Diana y otras compañeras tenían los pasajes cubiertos por el gobierno provincial (¡por fin reconociendo de algún modo su laburo a pulmón!) y por lo visto quien los había tramitado tuvo la buena onda de emitirlos a sus nombres. Pero el señor de ETAP no pensó lo mismo cuando vio otros en el DNI. La discusión casi metafísica sobre qué es lo real, si este/a soy yo y si A es igual a B nos llevó más de una hora. Tanto, que cuando finalmente nos reconoció los pasajes, el siguiente bondi salía a las 6 am. Pasamos la noche en Retiro, entre perros, borrachines y pibas con bebés recién llegadas a la ciudad, fumando un montón, tomando mate, esperando. Y cuando por fin vimos la ciudad desde afuera, por la ventanilla, ahí sí nos quedamos dormidas para llegar descansadas, soñando el sueño que realizaríamos.

La jornada salió divina, aunque llegáramos 3 horas más tarde. Al comienzo se habían puesto como en la iglesia, los familiares de cada novio a cada lado: de un costado las maestras, del otro las travas. Pero con el pasar del día la cosa se fue aflojando y unas y otras entendieron qué necesitaban para lo que era un objetivo común: lograr la inclusión educativa y completar el secundario. Cuando terminamos, y como teníamos que hacer tiempo para ir a la terminal nuevamente, decidimos ir caminando hasta el muelle de pescadores. De pronto el cielo se oscureció y llegamos casi empapadas a refugiarnos bajo unos pilotes. Para cuando nos habíamos tomado el café con leche y medialunas, dejó de llover mágicamente. Volvimos a caminar por la playa, que estaba un poco más concurrida. Era la pre-temporada y en una explanada presentaban unos móviles y no sé cuántas cosas de seguridad ciudadana. En algún momento Diana se puso a charlar con uno, cada tanto iba y venía con nosotras, hasta que la perdimos. La llamábamos al celu y no se escuchaba nada. En algún momento le avisamos que íbamos yendo a la terminal y cuando llegamos hicimos tiempo, compramos quesos y al final le mandamos que nos volvíamos. Marlene tenía un niñe que cuidar. Estábamos preocupadas, pero al día siguiente Diana nos mandó un mail: "Chicas; Me fui a comprar el diario y me ofrecieron matrimonio, no cometí el error de aceptar y solo pase un rato de lujuria, ya estoy en casa. Quiero en principio pedirles disculpas por cortarme y también por haberlas echo pasar la noche en retiro, estamos aprendiendo organizar estas cosas. La pase re joya con las tres y ni hablar de lo maravillosa que estuvieron, Las quiero!".

Por los suyxs y por otrxs

Las cosas prosiguieron concretándose. En pequeños pasos se avanzaba en generar trabajo digno, acceso a la vivienda, ambiente sustentable. Diana hablaba por los suyxs y por otrxs. Por eso llegó a ser candidata a Defensora del Pueblo del Municipio de La Matanza, generando apoyos en organizaciones sociales, en vecinales, y el patrocinio de concejales. Afirmarse como sujetxs de derecho y no como víctimas que requieren asistencia era el signo de sus políticas. Ya se había sancionado la Ley de Identidad de Género, pero Diana sabía desde el primer momento que había una vuelta de tuerca más. De hecho cuando aún estaba en discusión en el Congreso, Diana sacó una nota lapidaria en el Suplemento Soy de Página/12. Comenzaba con "Una Ley de Identidad de Género no me va a cambiar la vida" para luego indicar que sí sería una bisagra para reclamar otros derechos. Y al final terminaba: "Nuestro deseo ideológico y profundo no se va a concretar con esta ley: nuestro deseo es ser libres". (ver: "Lo que cambia y lo que permanece" en Suplemento Soy, Página/12, 2 de diciembre de 2011. Disponible en: Página/12 :: soy).

Diana fue encontrada muerta en su departamento el 14 de octubre de 2015, pero la asesinaron días antes. Gracias al juicio llevado adelante, el 18 de junio de 2018 el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N° 4 de la Ciudad de Buenos Aires dictó sentencia y condenó a cadena perpetua a una persona (se supone que hay otra, que permanece prófuga). En 2023 la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal dejó firme la condena. Como dijo Lucía Requejo: "Nació y murió dos veces primeras: la primera travesti en recibir su DNI con la inscripción del género femenino, el primer crimen sentenciado como travesticidio en Argentina" (Ver: "Diana Sacayán, la que no pudimos ver envejecer" en Buenos Aires 12, Página/12, 13 de octubre de 2024).

Me enteré de su fallecimiento durante la tarde, en la clase de sociología que doy los martes. Como era habitual, hicimos una pequeña pausa y entonces consulté mi celular: mi amigo R. desde Buenos Aires me avisaba sacudido por la noticia. Salí medio mareada del aula para llamarlo. Que había faltado al Encuentro Nacional de Mujeres, que pensaron que se habría distraído con otra cosa. La habían encontrado ese día en su departamento donde vivía sola, en Flores (ahora que por fin había logrado alquilar, gracias a su trabajo en el INADI). La puerta no estaba forzada, pero había "signos de violencia" en toda la casa y claro, en el cuerpo de Diana. La habían asesinado. Hasta entonces siempre había pensado que si alguien intentaba algo así, acabaría muerto antes. De todas mis amigas travestis Diana era la más aguerrida y la más vital. Recuerdo que entonces y por muchos meses me abordó el terror. Si habían podido matar a Diana... ¿qué nos quedaba?

La pérdida de Diana fue insalvable. Al comienzo intenté persuadirme que tal vez era algo del destino. Aún no había sido el Ballotage y me preguntaba qué hubiera hecho Diana ante un hipotético Scioli Presidente, cómo lograría mantener el equilibrio con ese peronismo que ella tan bien conocía, y al que tanto le había ido ganando a fuerza de negociaciones. Cuando en cambio ganó Macri, Diana comenzó a volverse imprescindible, pero ya no estaba.

Desde entonces, y ya van diez años, generalmente cuando repaso su muerte pienso cuán necesaria nos sería hoy día, viva. Será por eso que esto no intenta ser un obituario, sino un atajo, un intento por traerla de este lado, a este presente. Con sus virtudes y vicios, con sus polémicas. Espero que todxs quienes la conocimos nos abracemos en su memoria y tengamos el coraje y la sabiduría para recrearla.

(*) Licenciada en Ciencia Política, investigadora del Conicet en el Instituto Multidisciplinario para la Investigación y el Desarrollo Productivo y Social de la Cuenca del Golfo San Jorge de la Universidad Nacional de la Patagonia. ExSecretaria de Mujer, Género, Juventud y Diversidad de la Municipalidad de Comodoro Rivadavia.