La transición energética frenada: McKinsey prevé un mundo dominado por el gas y el petróleoPor Victoria Terzaghi
La consultora internacional McKinsey & Company publicó una nueva edición de su Global Energy Perspective 2025, donde actualiza sus escenarios sobre cómo evolucionará el sistema energético mundial. A diez años de su primer informe, el documento reconoce avances, pero también un rezago estructural respecto de los objetivos climáticos del Acuerdo de París.
El estudio plantea tres posibles trayectorias: Evolución Lenta, Momentum Continuado y Transformación Sostenible. Cada una combina diferentes velocidades en materia de políticas, tecnología y seguridad del suministro, pero todas coinciden en un punto clave: el planeta no alcanzará la neutralidad de carbono en 2050 si mantiene el ritmo actual.
Entre las principales tendencias, McKinsey señala que la demanda global de energía sigue creciendo, impulsada por el consumo en India, África y el sudeste asiático, y por nuevos focos como los centros de datos en Estados Unidos y Europa. Esta expansión hará que lo avanzado de eficiencia ya no alcance para compensar el aumento del consumo eléctrico.
La consultora advierte que la prioridad de los gobiernos está girando hacia la asequibilidad y la seguridad energética, incluso por encima de la descarbonización. El informe cita ejemplos como el Clean Industrial Deal de la Unión Europea o el Séptimo Plan Energético de Japón, que priorizan reducir costos y fortalecer la independencia energética nacional.
Según McKinsey, los combustibles fósiles seguirán representando entre 41% y 55% del consumo global hacia 2050, con el gas natural como la fuente que más crecerá, desplazando parcialmente al carbón. El petróleo, en tanto, alcanzaría su pico de demanda hacia 2030, pero continuará siendo necesario para industrias como la petroquímica y el transporte marítimo.
Las energías renovables mostrarán un salto significativo: podrían cubrir entre 61% y 67% de la generación eléctrica mundial a mitad de siglo. El solar y el eólico serán los motores, aunque requerirán respaldo de fuentes "firmes" como la nuclear, geotérmica e hidroeléctrica, además de sistemas de almacenamiento que crezcan quince veces respecto a los niveles actuales.
Un hallazgo central del informe es que la transición no será lineal ni uniforme. "No hay una bala de plata", sostiene McKinsey. Cada país seguirá su propio camino, condicionado por sus recursos naturales, su estructura económica y sus políticas locales. En este contexto, China e India se perfilan como líderes en electrificación y expansión de energías limpias.
El análisis también pone foco en los cuellos de botella de las cadenas de suministro, que podrían frenar el despliegue de tecnologías limpias. Equipos clave como transformadores o sistemas eléctricos presentan plazos de entrega de hasta dos años, lo que encarece proyectos y retrasa inversiones.
En materia de inversiones en tecnologías bajas en carbono, el estudio es contundente: los desarrollos actuales están lejos de cubrir las metas de 2030. Solo China en vehículos eléctricos y la energía nuclear en EE.UU. y Europa avanzan a buen ritmo. En el resto de las tecnologías, la brecha es amplia y los proyectos sin decisión final de inversión son la norma.
McKinsey concluye que la transición energética global enfrenta un doble desafío: reducir emisiones sin sacrificar seguridad ni asequibilidad, al tiempo que se amplía el acceso a la energía para miles de millones de personas. Para lograrlo, propone acelerar la inversión en infraestructura, eliminar trabas regulatorias y concentrarse en soluciones "triple win": asequibles, bajas en carbono y seguras.
Finalmente, la consultora subraya que el futuro energético será más diversificado y regionalizado, con un abanico de tecnologías que deberán complementarse entre sí. "La resiliencia y la agilidad definirán a los líderes de la próxima década", concluye el informe, en una advertencia tan realista como desafiante para la industria y los gobiernos.
Fuente: Río Negro
Por Victoria Terzaghi
La consultora internacional McKinsey & Company publicó una nueva edición de su Global Energy Perspective 2025, donde actualiza sus escenarios sobre cómo evolucionará el sistema energético mundial. A diez años de su primer informe, el documento reconoce avances, pero también un rezago estructural respecto de los objetivos climáticos del Acuerdo de París.
El estudio plantea tres posibles trayectorias: Evolución Lenta, Momentum Continuado y Transformación Sostenible. Cada una combina diferentes velocidades en materia de políticas, tecnología y seguridad del suministro, pero todas coinciden en un punto clave: el planeta no alcanzará la neutralidad de carbono en 2050 si mantiene el ritmo actual.
Entre las principales tendencias, McKinsey señala que la demanda global de energía sigue creciendo, impulsada por el consumo en India, África y el sudeste asiático, y por nuevos focos como los centros de datos en Estados Unidos y Europa. Esta expansión hará que lo avanzado de eficiencia ya no alcance para compensar el aumento del consumo eléctrico.
La consultora advierte que la prioridad de los gobiernos está girando hacia la asequibilidad y la seguridad energética, incluso por encima de la descarbonización. El informe cita ejemplos como el Clean Industrial Deal de la Unión Europea o el Séptimo Plan Energético de Japón, que priorizan reducir costos y fortalecer la independencia energética nacional.
Según McKinsey, los combustibles fósiles seguirán representando entre 41% y 55% del consumo global hacia 2050, con el gas natural como la fuente que más crecerá, desplazando parcialmente al carbón. El petróleo, en tanto, alcanzaría su pico de demanda hacia 2030, pero continuará siendo necesario para industrias como la petroquímica y el transporte marítimo.
Las energías renovables mostrarán un salto significativo: podrían cubrir entre 61% y 67% de la generación eléctrica mundial a mitad de siglo. El solar y el eólico serán los motores, aunque requerirán respaldo de fuentes "firmes" como la nuclear, geotérmica e hidroeléctrica, además de sistemas de almacenamiento que crezcan quince veces respecto a los niveles actuales.
Un hallazgo central del informe es que la transición no será lineal ni uniforme. "No hay una bala de plata", sostiene McKinsey. Cada país seguirá su propio camino, condicionado por sus recursos naturales, su estructura económica y sus políticas locales. En este contexto, China e India se perfilan como líderes en electrificación y expansión de energías limpias.
El análisis también pone foco en los cuellos de botella de las cadenas de suministro, que podrían frenar el despliegue de tecnologías limpias. Equipos clave como transformadores o sistemas eléctricos presentan plazos de entrega de hasta dos años, lo que encarece proyectos y retrasa inversiones.
En materia de inversiones en tecnologías bajas en carbono, el estudio es contundente: los desarrollos actuales están lejos de cubrir las metas de 2030. Solo China en vehículos eléctricos y la energía nuclear en EE.UU. y Europa avanzan a buen ritmo. En el resto de las tecnologías, la brecha es amplia y los proyectos sin decisión final de inversión son la norma.
McKinsey concluye que la transición energética global enfrenta un doble desafío: reducir emisiones sin sacrificar seguridad ni asequibilidad, al tiempo que se amplía el acceso a la energía para miles de millones de personas. Para lograrlo, propone acelerar la inversión en infraestructura, eliminar trabas regulatorias y concentrarse en soluciones "triple win": asequibles, bajas en carbono y seguras.
Finalmente, la consultora subraya que el futuro energético será más diversificado y regionalizado, con un abanico de tecnologías que deberán complementarse entre sí. "La resiliencia y la agilidad definirán a los líderes de la próxima década", concluye el informe, en una advertencia tan realista como desafiante para la industria y los gobiernos.
Fuente: Río Negro