Patagonia

La invasión Stargate: Megacentros de datos y extractivismo extremo en la Patagonia

En Washington D.C., un día después de asumir un nuevo mandato, Trump anunció rodeado de empresarios del sector tecnológico el lanzamiento de "Stargate", presentado como "el mayor proyecto de infraestructura de inteligencia artificial de la historia". Irónicamente (o no), medio siglo atrás "Proyecto Stargate" fue el nombre en clave de un programa secreto de la CIA que buscaba explotar fenómenos psíquicos para fines de seguridad durante la Guerra Fría.

Hoy, renace para bautizar una red de centros de datos con la que Estados Unidos aspira a mantener (o recuperar) su dominación tecnológica global. En Argentina, y bajo el paraguas del régimen de incentivos a grandes inversiones (RIGI), se anunció el proyecto "Stargate Argentina", un megacentro de cómputo en la Patagonia con una inversión prometida de 25.000 millones de dólares.

La noticia se quiere presentar como una "revolución tecnológica" que pondrá a Argentina "a la vanguardia de la IA" y Sam Altman, CEO de OpenAI, la anunció como el proyecto que hará que "la IA esté al alcance de todos los argentinos". Pero, ¿Qué hay detrás del anuncio?

El proyecto Stargate Argentina

Según la escasa información trascendida, el proyecto del centro de datos en la Patagonia contaría con una capacidad energética sin precedentes de hasta 500 megavatios (MW). Para dimensionarlo, un centro de esta potencia puede consumir tanta electricidad como una ciudad entera de unos 250.000 habitantes. Es decir, del orden de una provincia mediana en Argentina.

La iniciativa fue estructurada bajo el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), que ofrece 30 años de beneficios fiscales y aduaneros al capital extranjero en sectores estratégicos. El mensaje oficial, principalmente promocionado por Damián Reidel, es que Argentina se abre de par en par a las multinacionales tech, ofreciéndoles tierra, agua, energía y exenciones, a cambio de su "mega-inversión".

La elección de Argentina responde tanto a motivos económicos (el RIGI permite una apropiación sin precedentes que es muy interesante para cualquier negocio), como tecnológico-ambientales (ya que estos sistemas requieren un entorno muy acorde para enfriar y mantener el sistema) y geopolíticos, ya que ven al gobierno de Milei como el aliado clave de Trump en Sudamérica, brindando condiciones inmejorables para anclar una parte de la infraestructura global de IA auspiciada por Washington.

Es decir, Stargate Argentina encaja en una estrategia más amplia de EE.UU. para asegurar control sobre recursos y posiciones en el hemisferio sur. En este plan, tanto OpenAI como el Gobierno de Estados Unidos no solo buscan explotar las ventajas naturales patagónicas, sino que posiblemente busquen también apuntalar su dominio geoestratégico, obteniendo acceso privilegiado a minerales críticos (como el litio y el uranio) y eventualmente controlando activos energéticos argentinos.

Si bien aún no hay información suficiente como para establecer una conexión, este anuncio sucede muy cerca del intento de privatizar Nucleoeléctrica Argentina S.A. (la empresa estatal dueña de las centrales Atucha I, II y Embalse), ya que apropiársela podría ser de gran interés para asegurar el suministro eléctrico para sus datacenters, con reactores nucleares modulares propios. El decreto 695/2025 de Milei ya abrió la puerta a dicha privatización, mientras su hombre de confianza, Demian Reidel (designado al frente del plan nuclear), teje la sociedad con OpenAI tras bambalinas.

Un gigante hambriento de energía y agua, ¿desarrollo para quién?

Lejos del marketing optimista, los megacentros de datos se caracterizan por una necesidad descomunal de recursos. El caso de la Patagonia no sería la excepción. Los datacenters de alto rendimiento consumen cantidades masivas de electricidad para alimentar procesadores y sistemas de enfriamiento, así como volúmenes enormes de agua para refrigerar esos equipos. Se instalan en regiones frías o rurales justamente para aprovechar temperaturas bajas y disponibilidad hídrica, reduciendo costos de enfriamiento. Pero lo que para OpenAI son ventajas "naturales" son, en realidad, bienes comunes vitales de nuestras comunidades.

Uno de los argumentos que empiezan a trascender para minimizar el impacto es la promesa de sistemas de refrigeración de "circuito cerrado", que en teoría recirculan el agua sin extraerla constantemente del ambiente. Los sistemas de circuito cerrado actuales no son completamente cerrados, ya que en muchos casos requieren reposición constante de agua debido a la evaporación (que puede representar aproximadamente entre un 30% y un 50% del volumen según las condiciones climáticas [1]) y a purgas periódicas para evitar acumulación de minerales y contaminantes.

Además, ningún datacenter de gran escala opera hoy con refrigeración 100% de circuito cerrado. La mayoría combina estos sistemas con torres de enfriamiento evaporativas que sí consumen agua dulce de manera continua. Esta tecnología de "eficiencia hídrica" se ha promocionado principalmente en países que tienen presión regulatoria ambiental, pero en contextos con menor fiscalización (como el que ofrece el RIGI en Argentina) es dudoso que se implementen las versiones más costosas y restrictivas de estos sistemas.

La opacidad del acuerdo con OpenAI impide conocer qué compromisos concretos de gestión hídrica asumiría, si habrá monitoreo independiente del consumo de agua, o si simplemente se repetirá el patrón extractivista de "regulación light" a cambio de inversiones.

Un solo ejemplo basta para ilustrar la escala: el centro de datos de la NSA en Utah (EE.UU.), con un tamaño comparable al anunciado aquí (unos 65 MW en su fase inicial), requirió la construcción de tanques capaces de bombear 6 millones de litros de agua al día para enfriar sus servidores. ¿De dónde saldrá el caudal necesario para la "nube" de Altman?

En cuanto a la energía, la promesa de alimentar el datacenter con fuentes renovables locales es altamente dudosa. La demanda de 500 MW continuos equivale a casi la mitad de la capacidad de todas las represas del Río Negro, o a instalar cientos de aerogeneradores eólicos adicionales solo para este proyecto. Más probable resulta que, ante picos de consumo o intermitencias renovables, se recurra a energía generada con combustibles fósiles o nuclear. A su vez, es probable que tomen medidas para reservarse un suministro estable para garantizar su operación continua, en detrimento del resto de los usuarios de la red. Esto plantea un serio riesgo de "enclave energético" privado dentro del territorio argentino.

Otro punto crítico son las externalidades ambientales menos visibles pero reales: la huella de carbono y la emisión de calor residual. Los centros de datos aportan ya entre 2% y 4% de las emisiones globales de gases invernadero.

Zonas de sacrificio digital

Las "zonas de sacrificio digital". Son regiones donde los supuestos beneficios del avance tecnológico global se pagan con costos locales muy altos: estrés hídrico, agotamiento de acuíferos, cortes de agua a los hogares, aumento de tarifas eléctricas, contaminación acústica y térmica, entre otros males. Lamentablemente, ya existen precedentes que anticipan lo que podría ocurrir en la Patagonia si se instala Stargate.

Uno de los casos más emblemáticos es The Dalles, en Oregón (EE.UU.), donde Google opera tres datacenters que en 2021 [2] consumieron 355 millones de galones de agua, más de un cuarto de toda el agua de la ciudad. El consumo de agua de Google se triplicó entre 2017 y 2021 y la situación es particularmente grave porque la ciudad atraviesa una sequía y algunos residentes han visto caer los niveles de agua en sus pozos. También el caso de Indiana donde el centro de datos de Amazon afectó de gran manera la calidad de agua (y de vida) de la comunidad.

En Brasil, ByteDance (propietaria de TikTok) anunció la construcción de un datacenter de 10.000 millones de dólares en Ceará, una región que ha declarado emergencia por falta de agua en 16 de los últimos 21 años. La comunidad indígena Anacé denunció que la instalación se ubicará sobre sus tierras ancestrales, junto a un río de importancia espiritual, sin consulta previa y con enorme demanda hídrica. En septiembre de 2025 los Anacé presentaron una demanda para frenar las obras, en la primera gran resistencia indígena contra un datacenter en Brasil.

Estos ejemplos existen en muchos otros lugares. En Chile, un tribunal suspendió un centro de Google en medio de una sequía al revelarse que planeaba extraer más de 7.000 millones de litros de agua al año, pero existen otros centros de datos que generan mucha indignación en las comunidades. En Países Bajos, pobladores lograron frenar la construcción de un mega-datacenter de Meta/Facebook por su impacto; en Arizona (EE.UU.), una ciudad rechazó un centro de Amazon por su consumo de agua. Todas estas situaciones muestran que las comunidades están empezando a exigir injerencia sobre cómo, dónde y si se deben instalar centros de datos, frente a proyectos que los gobiernos y corporaciones muchas veces pactan a sus espaldas.

En Argentina, la Patagonia corre riesgo de convertirse en otra "zona de sacrificio digital". ¿Se incluirá la opinión de las comunidades o se les será impuesta? En todo caso, ni el poder judicial ni los poderes ejecutivos nacional y provincial presentarán ningún tipo de oposición, pero la resistencia desde abajo puede ser el puntapié de una nueva lucha antiimperialista en la región.

Entretanto, la letra chica del acuerdo con OpenAI permanece secreta. Sabemos que Sur Energy lideraría la construcción y provisión energética del complejo, que OpenAI sería el "cliente" comprando la capacidad de cómputo y que el gobierno (o más bien nosotros) aportaría generosas exenciones vía RIGI.

Aunque no hay información oficial que detalle la naturaleza del acuerdo, si se trata de una inversión directa o de un compromiso de compra de servicio a largo plazo por parte de OpenAI, los documentos disponibles mencionan una fase inicial de 100 MW proyectada para 2027, lo que representa apenas el 20% de la capacidad total anunciada. Además, en una entrevista difundida el fin de semana, uno de los empresarios impulsores del proyecto afirmó que esperan tenerlo operativo en 5 años.

La verdadera intención detrás de Stargate es que los inversores extranjeros buscan garantías excepcionales para maximizar sus ganancias y el Gobierno cede todo lo que puede aprovechando la complicidad de quienes apoyaron la Ley Bases, aún a costa de hipotecar la soberanía nacional en sectores estratégicos.

La realidad es que cada ciclo de entrenamiento de seis meses para un modelo como GPT-5 puede costar más de 500 millones de dólares solo en costos de cómputo y el gasto en I+D de OpenAI en cómputo creció de aproximadamente 5.000 millones de dólares en 2024 a 15.000 millones en 2025 [3].

Es aquí donde podemos ver el extractivismo específico que quieren imponernos: OpenAI usará cantidades monstruosas de electricidad, agua y bienes comunes naturales argentinos para entrenar modelos que luego se pueden exportar instantáneamente como software a cualquier parte del mundo. A diferencia del extractivismo tradicional donde se extrae mineral o petróleo, aquí se extrae energía y agua que se "cristaliza" en inteligencia artificial propietaria, un activo inmaterial, infinitamente reproducible y absolutamente controlado por la corporación. Argentina aporta los bienes comunes (territorio, clima frío, agua, energía subsidiada vía RIGI) y OpenAI se lleva el producto final.

Estamos ante un negocio redondo para OpenAI que aseguraría energía barata, regulaciones mínimas, posiblemente participación en nuestra infraestructura crítica (como las centrales nucleares que el gobierno intenta privatizar), y acceso a recursos para su desesperada necesidad de escalamiento computacional. Para Argentina, en cambio, el negocio es potencialmente nefasto: cedemos soberanía energética e hídrica a cambio de un puñado de empleos técnicos y la ilusión de estar "a la vanguardia de la IA" mientras los modelos entrenados con nuestros recursos se comercializan globalmente sin que veamos un centavo de esas ganancias ni se comparta el conocimiento.

Fetichismo tecnológico y despilfarro en la era del Big Data

Hay un aspecto más de fondo que suele quedar fuera del debate público: ¿Para qué y para quién se está construyendo esta inmensa capacidad de cómputo? La propaganda nos lleva a la idea de que más computadoras y más datos equivalen a progreso. Pero una proporción enorme de la infraestructura tecnológica se destina a usos triviales o directamente perjudiciales para la mayoría de la sociedad. Existe un fetichismo del dato y la IA que impulsa una carrera desenfrenada por acumular potencia computacional (y derrochar un nivel enorme de nuestros recursos), sin preguntarse críticamente cuánta de ella responde a necesidades humanas reales.

La mayor parte del cómputo no está dedicada a resolver problemas sociales urgentes (salud, clima, educación). Por ejemplo, la publicidad personalizada en Internet, esa que analiza nuestros datos para bombardearnos con anuncios, se ha convertido en un gigantesco consumidor de recursos informáticos: el mercado global de publicidad digital mueve más de 600.000 millones de dólares anuales y genera decenas de millones de toneladas de CO con todas las operaciones de subasta en tiempo real, segmentación y entrega de anuncios. ¿Es indispensable para la humanidad? No.

Otro tanto ocurre con la especulación financiera (trading de alta frecuencia que consume enormes cantidades de cómputo en microsegundos para ganancias privadas) o con fenómenos aún más absurdos como las criptomonedas. La red Bitcoin, por ejemplo, llega a consumir alrededor de 150 TWh de electricidad al año -más que países enteros como Argentina- solo para sostener un esquema especulativo de moneda virtual. Este tipo de demandas energéticas y computacionales no existirían en absoluto bajo un sistema económico planificado en función del bien común, lo que permitiría reducir el tamaño de los datacenters y, por lo tanto, su impacto ambiental.

Detrás de la retórica de "poner la IA al alcance de la gente", Altman y compañía en realidad apuntalan un modelo donde la IA sirve primordialmente a grandes corporaciones (para vender más productos, recabar más datos, reemplazar trabajadores o agilizar procesos internos). De hecho, OpenAI ya ofrece integraciones para marketing, atención al cliente automatizada, generación de contenido comercial, etc. En cambio, pocos recursos de esa nube de cómputo se destinan a, por ejemplo, modelar el clima para prevenir desastres ¿vamos a entregar nuestra agua y energía para que un chatbot responda más rápido o para que las empresas tengan mejores anuncios dirigidos?

Tecnología sí, capitalismo e imperialismo no

La llegada de un mega-datacenter de IA a la Patagonia configuraría un nuevo capítulo de extractivismo en Argentina. Igual que en la minería o el petróleo, el patrón se repite: capitales extranjeros explotan un recurso local (en este caso nuestro clima, territorio, energía y talento/trabajo) para generar valor principalmente fuera del país, dejándonos a cambio residuos, dependencia y promesas vacías de desarrollo futuro.

Argentina tiene instituciones científicas (como el CONICET, la CNEA, INVAP, universidades) capaces de liderar proyectos de computación e IA en beneficio propio y eso que no tienen casi recursos, ni hablar si se las financia adecuadamente. Es crucial entonces someter a debate público crítico iniciativas como Stargate, exigir estudios de impacto ambiental serios, condiciones estrictas de uso de agua y energía, y repensar el uso de la tecnología y nuestro desarrollo.

Estamos frente a un "nuevo pacto colonial" que debe ser enfrentado. No podemos aceptar que bajo la bandera de la modernidad o el desarrollo nos impongan, una vez más, el rol de zona de sacrificio. Tecnología sí, pero al servicio del pueblo trabajador y bajo control democrático.

[1] https://www.eesi.org/articles/view/data-centers-and-water-consumption

[2] https://businessjournalism.org/2023/11/oregonian-data-centers/ y https://www.datacenterdynamics.com/en/news/we-now-know-how-much-water-googles-oregon-data-centers-use-after-city-drops-lawsuit-against-journalists/

[3] https://epoch.ai/blog/introducing-the-ai-companies-data-hub

Fuente: La Izquierda Diario