Claudio Katz: "Milei ganó por el temor a la debacle"Después de lo ocurrido el domingo pasado en que el oficialismo ultraderechista se alzó con un inesperado triunfo electoral, surgieron numerosas conjeturas, explicaciones varias que sin embargo no conforman un cuadro certero de lo ocurrido. Desde Resumen Latinoamericano preferimos recurrir a nuestro compañero de Economistas de Izquierda, Claudio Katz, autor de varios libros sobre la realidad latinoamericana, la economía y la geopolítica. Estas son sus opiniones en diálogo con Carlos Aznárez.
-¿Qué ocurrió en las elecciones?
-Primero los datos. Fue un triunfo contundente de un gobierno que parecía hundido. Pintaron el mapa electoral de violeta, lograron el 40 por ciento, dieron vuelta el resultado en la Provincia de Buenos Aires, donde hace 50 días habían perdido por 14 puntos. En esa remontada se quedaron con los votantes ausentes en setiembre y con los sufragios de otras opciones conservadoras. Además, el oficialismo ganó en la Capital Federal por 20 puntos, dio la sorpresa en Córdoba y Santa Fe y ratificó su primacía en Mendoza. En cambio, el peronismo salvó apenas la ropa en las provincias que siempre tuvo mayoría.
Hay muchas interpretaciones de lo sucedido, pero en mi opinión existe una explicación central que es el miedo al colapso económico. Milei ganó por el temor a la debacle. Se impuso por la generalizada percepción que, si se devaluaba al día siguiente de la elección, sobrevenía el desastre económico. Vivimos en una sociedad con mucha memoria de esos desmoronamientos y la población se previno con un voto conservador. Optó por mal menor, para mantener lo que hay frente a una posibilidad de colapso.
-¿Ese escenario fue visible en las semanas previas?
-Sí. El pánico al desastre económico fue muy evidente en todas las jornadas previas de corrida cambiaria, con la sensación de una próxima inflación si se disparaba el dólar. Ha sido muy paradójico, porque el colapso económico del gobierno determinó su salvación. Se impuso el generalizado temor al caos.
Fue una elección con el chantaje de Trump sobrevolando las urnas. El magnate lo dijo sin ningún disimulo: votan a Milei o retiro el auxilio y se todo se va al diablo. Fue una amenaza directa. Anuncio que solo sostendrían el dólar si su vasallo ganaba los comicios y la extorsión fue directa: sin Milei, derrumbamos la economía.
Con ese mensaje generó un pánico total porque recreó el miedo a volver al 2001 y entre el ajuste de Milei y ese desmoronamiento, los votantes optaron por el ajuste. No fue elección, sino un chantaje, que el gobierno reforzó equiparado el retorno del peronismo con el desastre económico. Ese pavor caló entre la población.
Por eso, al otro día Trump se adjudicó correctamente el triunfo. Con todo con descaro dijo "ganamos" y añadió que "ganamos mucha plata". Y lo celebró porque es el verdadero triunfador. Ya comenzaron a quedarse con la Argentina por muy poca plata.
-¿Pero es la única explicación de lo ocurrido?
-Yo creo que es la principal, porque las otras interpretaciones pierden de vista lo esencial. Señalan hechos ciertos, pero no determinantes y no dan cuenta de lo más llamativo que fue el viraje en 50 días. El gobierno parecía acabado y resucitó y esos giros obedecen a cambios en el estado de ánimo, que habitualmente no registran las encuestas. Por eso nadie anticipo el resultado. Había tres escenarios: derrota grave, derrota leve y salvar la ropa. El triunfo de Milei había quedado descartado y se produjo.
Yo creo que la gente vive en carne propia el profundo deterioro económico y social. Hay un ajuste brutal y muy pocos se engañan con las mentiras oficiales o con los delirios de Milei. También se pudo ver con total nitidez las estafas con las criptomonedas, las coimas del Carina y el escándalo del narcotráfico de Espert. Todo eso fue percibido, pero el miedo al colapso económico fue más fuerte y por eso, el grueso de los votantes prefirió no dar salto al vacío. El sostén de Trump y el temor popular definieron el resultado.
Muchos analistas consideran, en cambio, que lo más importante fue la reaparición del anti peronismo estructural, la épica gorila y el odio al kirchnerismo, que revitalizó a ese 40 % del electorado, fiel a las opciones conservadoras.
Me parece que debemos tener cuidado con ese razonamiento. Lo veo estático. El elemento ideológico existe, pero tiene una gravitación variable según los escenarios políticos. Es un dato de genérico, que no impidió el largo período de gobierno de Néstor, Cristina y Alberto Fernández.
También se destaca mucho que fue determinante el desdoblamiento que Cristina objetaba, porque efectivamente desmovilizó a los intendentes, que se desinteresaron del resultado. Pero si se jerarquiza ese determinante o el cambio hacia la boleta única, no se registra el dato central que fue el chantaje de Trump.
Lo mismo pasa con la idea que el peronismo quedó afectado por la multiplicidad de sellos nacionales y que por eso quedó en el 31 por ciento a nivel nacional, que es un piso histórico. Pero el desastre del gobierno de Alberto Fernández, más bien nos indica que el peronismo queda más afectado a veces por su unidad que por su fragmentación.
-¿Y el enorme ausentismo cómo incidió?
-Yo creo que existe un hastío general con la manipulación que introducen n tantas elecciones provinciales a gusto de los gobernadores. Manipulan las fechas a su gusto y comodidad. Hay una fatiga electoral, en un año que incluyó comicios provinciales en ocho distritos y ese malestar fue uno de los determinantes del ausentismo, que alcanzó el 66 por ciento del padrón. Fue el mayor desde el 1983. Más de 12 millones de argentinos habilitados para votar no lo hicieron.
Se están exponiendo también muchos argumentos sociológicos o ideológicos para explicar el resultado electoral, porque ciertamente la sociedad ha cambiado mucho. Hay más individualismo, uberización, capitalismo de plataformas y penetración ideológica neoliberal.
Pero esas mutaciones no impidieron la derrota de Milei en Buenos Aires el mes pasado y la derrota de Macri hace seis años. Tampoco impidieron que Lula, Petro o Scheinman ganaran las elecciones contra la derecha, en países tan relevantes como Brasil, Colombia y México. Hay que ser cuidadoso con ciertas observaciones generales, como la errónea tesis que el fascismo se impuso en Argentina.
Me parece que en las circunstancias adversas hay que profundizar y refinar el análisis político, evitando el mero desánimo o la inútil descarga de culpas sobre el conjunto de la sociedad.
-¿Y cuáles son las conclusiones que extraes de tu balance electoral?
-Si centramos lo ocurrido en un chantaje que asustó al electorado, podemos deducir varias observaciones más provechosas que el mero desencanto. La primera es que fue un voto resignado. No fue entusiasta, ni convencido. Milei celebra como una ratificación popular, computando tan solo el visto bueno de uno de cada tres argentinos. Consiguió un voto pasivo, temeroso y gran medida vergonzante.
Y eso ocurrió porque continúa sin construir una base propia significativa. Los actos públicos que hizo fueron paupérrimos. Y ni siquiera pudo concretar caravanas por el malestar que existe con su figura. Los que estudian el sufragio dicen que el seguidor libertario no habla, es despolitizado, no toma partido y vota por sensaciones. También notan que no fueron determinantes esta vez las redes o las campañas digitales.
La segunda conclusión es que se ratificó la polarización entre las fuerzas tradicionales y se desplomó Provincias Unidas. Con el 5,12 por ciento de los votos, quedó como fuerza marginal y se diluyó como tercera vía competitiva. El cordobesismo, Pullaro, Ignacio Torres o Florencio Randazzo, todos cayeron ante el mileismo, que absorbió gran parte del macrismo. Y este escenario es un gran problema para las clases dominantes, que apostaban a contar con una fuerza conservadora tradicional para manejar el Estado.
Milei sigue rodeado de lumpenes, delincuentes, marginales y arribistas. No ha podido gestionar el Estado y es causante de muchas crisis autoinfligidas. Las 64 bancas que ahora tiene puede ser un sostén o derivar en otro grupo de díscolos inmanejables. Habrá que ver ahora si envalentonado con el triunfo, sigue con su gestión caótica o inaugura el proyecto de alianza con los gobernadores y los macristas, que le exige el gran capital. Hay un antecedente de triunfo electoral en el medio término y declive posterior que se verificó con Macri. Entre las generales de 2015 y las legislativas de 2017, creció más que Milei entre 2023 y 2025 y después se desplomó.
-¿Qué pasó con el peronismo?
-Con unos 100 diputados retuvo la primera minoría en la Cámara Baja y aún con bajas, mantiene la primera minoría en el Senado. Pero sin un gran daño en el Congreso, sale de estas elecciones en un estado de ebullición y reaparecerán las internas. El liderazgo de Kicillof que parecía afianzado vuelve a ser una incógnita.
El peronismo sigue cargando con la memoria del fracaso de Alberto Fernández y no logra aportar alguna explicación coherente de ese desastre. Tampoco dice que corregiría y está a la defensiva frente a las acusaciones del gobierno. Todo su programa se limita a proclamar la necesidad de frenar a Milei, pero la población sabe que ese enunciado no es un proyecto. Si Milei ganó por un chantaje de Trump, el peronismo no puede afrontarlo sin decir que haría. Y cómo elude esa respuesta pierde credibilidad.
El discurso del peronismo es puro titubeo, pasividad y moderación. Ningún balance de la capitulación frente a Vicentín, el FMI, las empresas remarcadoras de precios o los financistas que fugaron capital. Por lo tanto, transmite la idea que, si vuelve, será tan impotente como con Alberto Fernández. Y queda flotando el problema que, si en la próxima elección vuelve a afrontar un chantaje de Trump y la derecha, no tendrá respuesta.
-Por lo tanto, se enfrenta a una disyuntiva muy seria...
-Sí. Pero el trasfondo del problema es la magnitud de la crisis argentina, que no comparable a otros países de la región. Por eso, hay poco espacio para repetir aquí lo que hacen Lula, Scheiman o Petro. En nuestras condiciones, la batalla contra la ultraderecha requiere demostrar firmeza, autoridad y decisión, que son atributos que el peronismo no transmite.
Es la diferencia con la época de Braden o Perón. Ningún líder del peronismo genera la impresión que puede plantarse frente Trump, como lo hizo Perón en el pasado. Todos tienen miedo de quedar identificados con Chávez o Evo Morales si asumen esa actitud y por eso optan por la moderación, que es una postura de derrota frente a la agresividad de la ultraderecha.
Esa actitud se verifica en el abandono de las calles. El peronismo habla de frenar a Milei, pero se ha desmovilizado una y otra vez en los últimos dos años. El exponente más acabado de esa actitud es la CGT, que después de un empujón inicial se resignó a no hacer nada.
Si sigue por ese camino, el peronismo convalidará la agresión que prepara Milei contra los sindicatos, especialmente ahora que se avecina la gran batalla de la reforma laboral. El gobierno prepara un proyecto de demolición de derechos para que la informalidad sea la nueva formalidad, se extienda la jornada laboral 12 y las negociaciones salariales sean por empresa, con criterios de productividad individual. Para frenar a Milei hay que luchar, como ocurrió siempre.
-¿Y cómo ves en ese marco la elección que hizo la izquierda?
-Fue muy buena. Logró 900 mil votos en todo el país, tres diputados, la tercera fuerza en la Ciudad y la figura de Myriam Bregman quedó consolidada. Lo importante es que canalizó un voto de organización de la lucha. Ese fue el mensaje explícito del FIT. Dijeron «vamos a resistir en el Congreso y en la calle». Señalaron que no debe haber tregua, ni resignación. Que se deben afrontar los atropellos que prepara Milei y la represión que anticipa Bullrich. Me parece que es un mensaje esperanzador, recordaron que, si le ganamos al macrismo podemos lograrlo con Milei
Recogen una tradición de lucha, que por ahora la separa del peronismo. Es una diferencia de actitud. La ideología no estuvo en el centro del debate electoral. No hubo controversias entre nacionalismo y socialismo, sino de posturas frente al ajuste. El gran desafío ahora es construir poder con la lucha. Se abre una nueva etapa y veremos cómo se desenvuelve.
Después de lo ocurrido el domingo pasado en que el oficialismo ultraderechista se alzó con un inesperado triunfo electoral, surgieron numerosas conjeturas, explicaciones varias que sin embargo no conforman un cuadro certero de lo ocurrido. Desde Resumen Latinoamericano preferimos recurrir a nuestro compañero de Economistas de Izquierda, Claudio Katz, autor de varios libros sobre la realidad latinoamericana, la economía y la geopolítica. Estas son sus opiniones en diálogo con Carlos Aznárez.
-¿Qué ocurrió en las elecciones?
-Primero los datos. Fue un triunfo contundente de un gobierno que parecía hundido. Pintaron el mapa electoral de violeta, lograron el 40 por ciento, dieron vuelta el resultado en la Provincia de Buenos Aires, donde hace 50 días habían perdido por 14 puntos. En esa remontada se quedaron con los votantes ausentes en setiembre y con los sufragios de otras opciones conservadoras. Además, el oficialismo ganó en la Capital Federal por 20 puntos, dio la sorpresa en Córdoba y Santa Fe y ratificó su primacía en Mendoza. En cambio, el peronismo salvó apenas la ropa en las provincias que siempre tuvo mayoría.
Hay muchas interpretaciones de lo sucedido, pero en mi opinión existe una explicación central que es el miedo al colapso económico. Milei ganó por el temor a la debacle. Se impuso por la generalizada percepción que, si se devaluaba al día siguiente de la elección, sobrevenía el desastre económico. Vivimos en una sociedad con mucha memoria de esos desmoronamientos y la población se previno con un voto conservador. Optó por mal menor, para mantener lo que hay frente a una posibilidad de colapso.
-¿Ese escenario fue visible en las semanas previas?
-Sí. El pánico al desastre económico fue muy evidente en todas las jornadas previas de corrida cambiaria, con la sensación de una próxima inflación si se disparaba el dólar. Ha sido muy paradójico, porque el colapso económico del gobierno determinó su salvación. Se impuso el generalizado temor al caos.
Fue una elección con el chantaje de Trump sobrevolando las urnas. El magnate lo dijo sin ningún disimulo: votan a Milei o retiro el auxilio y se todo se va al diablo. Fue una amenaza directa. Anuncio que solo sostendrían el dólar si su vasallo ganaba los comicios y la extorsión fue directa: sin Milei, derrumbamos la economía.
Con ese mensaje generó un pánico total porque recreó el miedo a volver al 2001 y entre el ajuste de Milei y ese desmoronamiento, los votantes optaron por el ajuste. No fue elección, sino un chantaje, que el gobierno reforzó equiparado el retorno del peronismo con el desastre económico. Ese pavor caló entre la población.
Por eso, al otro día Trump se adjudicó correctamente el triunfo. Con todo con descaro dijo "ganamos" y añadió que "ganamos mucha plata". Y lo celebró porque es el verdadero triunfador. Ya comenzaron a quedarse con la Argentina por muy poca plata.
-¿Pero es la única explicación de lo ocurrido?
-Yo creo que es la principal, porque las otras interpretaciones pierden de vista lo esencial. Señalan hechos ciertos, pero no determinantes y no dan cuenta de lo más llamativo que fue el viraje en 50 días. El gobierno parecía acabado y resucitó y esos giros obedecen a cambios en el estado de ánimo, que habitualmente no registran las encuestas. Por eso nadie anticipo el resultado. Había tres escenarios: derrota grave, derrota leve y salvar la ropa. El triunfo de Milei había quedado descartado y se produjo.
Yo creo que la gente vive en carne propia el profundo deterioro económico y social. Hay un ajuste brutal y muy pocos se engañan con las mentiras oficiales o con los delirios de Milei. También se pudo ver con total nitidez las estafas con las criptomonedas, las coimas del Carina y el escándalo del narcotráfico de Espert. Todo eso fue percibido, pero el miedo al colapso económico fue más fuerte y por eso, el grueso de los votantes prefirió no dar salto al vacío. El sostén de Trump y el temor popular definieron el resultado.
Muchos analistas consideran, en cambio, que lo más importante fue la reaparición del anti peronismo estructural, la épica gorila y el odio al kirchnerismo, que revitalizó a ese 40 % del electorado, fiel a las opciones conservadoras.
Me parece que debemos tener cuidado con ese razonamiento. Lo veo estático. El elemento ideológico existe, pero tiene una gravitación variable según los escenarios políticos. Es un dato de genérico, que no impidió el largo período de gobierno de Néstor, Cristina y Alberto Fernández.
También se destaca mucho que fue determinante el desdoblamiento que Cristina objetaba, porque efectivamente desmovilizó a los intendentes, que se desinteresaron del resultado. Pero si se jerarquiza ese determinante o el cambio hacia la boleta única, no se registra el dato central que fue el chantaje de Trump.
Lo mismo pasa con la idea que el peronismo quedó afectado por la multiplicidad de sellos nacionales y que por eso quedó en el 31 por ciento a nivel nacional, que es un piso histórico. Pero el desastre del gobierno de Alberto Fernández, más bien nos indica que el peronismo queda más afectado a veces por su unidad que por su fragmentación.
-¿Y el enorme ausentismo cómo incidió?
-Yo creo que existe un hastío general con la manipulación que introducen n tantas elecciones provinciales a gusto de los gobernadores. Manipulan las fechas a su gusto y comodidad. Hay una fatiga electoral, en un año que incluyó comicios provinciales en ocho distritos y ese malestar fue uno de los determinantes del ausentismo, que alcanzó el 66 por ciento del padrón. Fue el mayor desde el 1983. Más de 12 millones de argentinos habilitados para votar no lo hicieron.
Se están exponiendo también muchos argumentos sociológicos o ideológicos para explicar el resultado electoral, porque ciertamente la sociedad ha cambiado mucho. Hay más individualismo, uberización, capitalismo de plataformas y penetración ideológica neoliberal.
Pero esas mutaciones no impidieron la derrota de Milei en Buenos Aires el mes pasado y la derrota de Macri hace seis años. Tampoco impidieron que Lula, Petro o Scheinman ganaran las elecciones contra la derecha, en países tan relevantes como Brasil, Colombia y México. Hay que ser cuidadoso con ciertas observaciones generales, como la errónea tesis que el fascismo se impuso en Argentina.
Me parece que en las circunstancias adversas hay que profundizar y refinar el análisis político, evitando el mero desánimo o la inútil descarga de culpas sobre el conjunto de la sociedad.
-¿Y cuáles son las conclusiones que extraes de tu balance electoral?
-Si centramos lo ocurrido en un chantaje que asustó al electorado, podemos deducir varias observaciones más provechosas que el mero desencanto. La primera es que fue un voto resignado. No fue entusiasta, ni convencido. Milei celebra como una ratificación popular, computando tan solo el visto bueno de uno de cada tres argentinos. Consiguió un voto pasivo, temeroso y gran medida vergonzante.
Y eso ocurrió porque continúa sin construir una base propia significativa. Los actos públicos que hizo fueron paupérrimos. Y ni siquiera pudo concretar caravanas por el malestar que existe con su figura. Los que estudian el sufragio dicen que el seguidor libertario no habla, es despolitizado, no toma partido y vota por sensaciones. También notan que no fueron determinantes esta vez las redes o las campañas digitales.
La segunda conclusión es que se ratificó la polarización entre las fuerzas tradicionales y se desplomó Provincias Unidas. Con el 5,12 por ciento de los votos, quedó como fuerza marginal y se diluyó como tercera vía competitiva. El cordobesismo, Pullaro, Ignacio Torres o Florencio Randazzo, todos cayeron ante el mileismo, que absorbió gran parte del macrismo. Y este escenario es un gran problema para las clases dominantes, que apostaban a contar con una fuerza conservadora tradicional para manejar el Estado.
Milei sigue rodeado de lumpenes, delincuentes, marginales y arribistas. No ha podido gestionar el Estado y es causante de muchas crisis autoinfligidas. Las 64 bancas que ahora tiene puede ser un sostén o derivar en otro grupo de díscolos inmanejables. Habrá que ver ahora si envalentonado con el triunfo, sigue con su gestión caótica o inaugura el proyecto de alianza con los gobernadores y los macristas, que le exige el gran capital. Hay un antecedente de triunfo electoral en el medio término y declive posterior que se verificó con Macri. Entre las generales de 2015 y las legislativas de 2017, creció más que Milei entre 2023 y 2025 y después se desplomó.
-¿Qué pasó con el peronismo?
-Con unos 100 diputados retuvo la primera minoría en la Cámara Baja y aún con bajas, mantiene la primera minoría en el Senado. Pero sin un gran daño en el Congreso, sale de estas elecciones en un estado de ebullición y reaparecerán las internas. El liderazgo de Kicillof que parecía afianzado vuelve a ser una incógnita.
El peronismo sigue cargando con la memoria del fracaso de Alberto Fernández y no logra aportar alguna explicación coherente de ese desastre. Tampoco dice que corregiría y está a la defensiva frente a las acusaciones del gobierno. Todo su programa se limita a proclamar la necesidad de frenar a Milei, pero la población sabe que ese enunciado no es un proyecto. Si Milei ganó por un chantaje de Trump, el peronismo no puede afrontarlo sin decir que haría. Y cómo elude esa respuesta pierde credibilidad.
El discurso del peronismo es puro titubeo, pasividad y moderación. Ningún balance de la capitulación frente a Vicentín, el FMI, las empresas remarcadoras de precios o los financistas que fugaron capital. Por lo tanto, transmite la idea que, si vuelve, será tan impotente como con Alberto Fernández. Y queda flotando el problema que, si en la próxima elección vuelve a afrontar un chantaje de Trump y la derecha, no tendrá respuesta.
-Por lo tanto, se enfrenta a una disyuntiva muy seria...
-Sí. Pero el trasfondo del problema es la magnitud de la crisis argentina, que no comparable a otros países de la región. Por eso, hay poco espacio para repetir aquí lo que hacen Lula, Scheiman o Petro. En nuestras condiciones, la batalla contra la ultraderecha requiere demostrar firmeza, autoridad y decisión, que son atributos que el peronismo no transmite.
Es la diferencia con la época de Braden o Perón. Ningún líder del peronismo genera la impresión que puede plantarse frente Trump, como lo hizo Perón en el pasado. Todos tienen miedo de quedar identificados con Chávez o Evo Morales si asumen esa actitud y por eso optan por la moderación, que es una postura de derrota frente a la agresividad de la ultraderecha.
Esa actitud se verifica en el abandono de las calles. El peronismo habla de frenar a Milei, pero se ha desmovilizado una y otra vez en los últimos dos años. El exponente más acabado de esa actitud es la CGT, que después de un empujón inicial se resignó a no hacer nada.
Si sigue por ese camino, el peronismo convalidará la agresión que prepara Milei contra los sindicatos, especialmente ahora que se avecina la gran batalla de la reforma laboral. El gobierno prepara un proyecto de demolición de derechos para que la informalidad sea la nueva formalidad, se extienda la jornada laboral 12 y las negociaciones salariales sean por empresa, con criterios de productividad individual. Para frenar a Milei hay que luchar, como ocurrió siempre.
-¿Y cómo ves en ese marco la elección que hizo la izquierda?
-Fue muy buena. Logró 900 mil votos en todo el país, tres diputados, la tercera fuerza en la Ciudad y la figura de Myriam Bregman quedó consolidada. Lo importante es que canalizó un voto de organización de la lucha. Ese fue el mensaje explícito del FIT. Dijeron «vamos a resistir en el Congreso y en la calle». Señalaron que no debe haber tregua, ni resignación. Que se deben afrontar los atropellos que prepara Milei y la represión que anticipa Bullrich. Me parece que es un mensaje esperanzador, recordaron que, si le ganamos al macrismo podemos lograrlo con Milei
Recogen una tradición de lucha, que por ahora la separa del peronismo. Es una diferencia de actitud. La ideología no estuvo en el centro del debate electoral. No hubo controversias entre nacionalismo y socialismo, sino de posturas frente al ajuste. El gran desafío ahora es construir poder con la lucha. Se abre una nueva etapa y veremos cómo se desenvuelve.

