El país

50 años esperando justicia: El "villazo" y la participación empresarial para desaparecer obreros

Por Gustavo Campana

"Mi padre tiene demencia senil. Volví de Europa y me transformé en querellante para ser su voz en el juicio. El 4 de noviembre, cuando lean la sentencia, estaremos en el recinto junto a todos los torturados, los muertos y los desaparecidos".

Mariela Luna, la hija de Agustín, uno de los delegados de Acindar a mediados de la década del 70, sabe que el dolor se cuenta siempre en tiempo presente. Arrastra una certeza que sentencia, que esas heridas de medio siglo son surcos que van a permanecer eternamente abiertos.

Pasaron 50 años de aquella noche del 25 de marzo de 1975, cuando ella tenía 9 y veía cómo se llevaban a su viejo en un camión del Ejército. Relata la noche que marcó su vida para siempre, con la misma angustia que en ese momento leyó en los ojos de su madre y que escuchó en el llanto de su hermano, cuatro años menor.

El barrio "Estanislao López" habitado por obreros de Acindar, se había convertido en uno de los objetivos del primer laboratorio de la represión que un año después iba a poner en marcha la última dictadura.

El terrorismo de Estado fue la primera medida, invisible, no declarada, que activó el plan económico de la dictadura presentado el 2 de abril de 1976. Rompieron, a través de la Doctrina de la Seguridad Nacional, el dique de contención obrero que se activó ocho meses antes, para oponerse al Rodrigazo.

La sociedad macabra de militares y civiles, entendió que había que intervenir los sindicatos, terminar con las comisiones obreras combativas y borrar de la faz de la tierra a los principales referentes gremiales. Vinieron por ese país de fábricas a tres turnos, de poco más de 2 por ciento de desocupados, de distribución de la riqueza y de apenas 7 mil millones de dólares de deuda externa.

El secuestro, la tortura, el asesinato y la desaparición, fueron el primer paso de la "flexibilización laboral". Disciplinar a través del terror, para bajar salarios y dejar las condiciones de trabajo en manos de la crueldad patronal. La represión para quebrar a la industria nacional, le apuntó al movimiento obrero con la complicidad de los principales referentes de los "capitanes de la industria". Las empresas, que jugaron como actores de reparto del régimen, confeccionaron las listas con los nombres de las víctimas y aportaron financiamiento e infraestructura, para concretar la limpieza ideológica de sus plantas de producción.

El gran resultado de la represión sobre el movimiento obrero fue su fragmentación, control, disciplinamiento e inmovilización. En una segunda etapa, el régimen buscó instalar como el "sindicalismo posible" a los sectores "dialoguistas".

Agustín Luna se fue de Acebal a Villa Constitución y rápidamente sus compañeros lo eligieron delegado de la lista Marrón. "Se lo llevó el Ejército. Yo vi cuando le tapaban los ojos y lo metieron adentro del camión. Estuvo desaparecido cuatro meses. Como mi abuelo era policía, nos avisaron que estaba en la Redonda de Rosario y pudimos ir a verlo una sola vez. La brutalidad de la requisa me marcó para toda la vida. Después fue trasladado a Coronda. Lo soltaron el 23 de diciembre del 75. Estuvo dos años indocumentado sin poder trabajar, solo decir su nombre bastaba para que le cerraran la puerta en la cara. Pasamos mucha hambre, mucha hambre...".

Marzo de 1974. En Villa Constitución, desde el corazón de las principales plantas metalúrgicas de la región (Acindar, Marathón y Metcon), los trabajadores lucharon y lograron el objetivo de elegir y poder ser elegidos libremente. Querían ser escuchados, ocupar espacios en la conducción de la seccional de la Unión Obrera Metalúrgica y el cuerpo de delegados.

El "Villazo" derrotó a la burocracia sindical. El 25 de noviembre de 1974, la lista Marrón de Piccinini ganó por casi el 70 por ciento. Un año antes la dictadura de Lanusse había instalado una fuerza policial especial, para controlar lo que había definido como "el cinturón rojo del Paraná" (desde San Nicolás hasta Puerto San Martín).

A principios del 75, a los trabajadores de Acindar les sacaron fotos con la excusa de renovar los legajos de la fábrica, pero las imágenes fueron usadas por las fuerzas de seguridad, como fichas de identificación cuando comenzaron a secuestrar obreros.

"Quedó el miedo, nunca se fue. Nos robaron nuestra niñez. En el pueblo pasamos a ser hijos de subversivos. Mi madre tenía 24 años, dos hijos y nuestra propia familia nos cerró la puerta. Mamá se quiso suicidar. Sobrevivimos gracias a la solidaridad de las esposas de los otros detenidos, que se organizaron para resistir".

El primer laboratorio represivo en unidades de producción se montó a partir del 20 de marzo de 1975 en la planta de Acindar. La huelga de 59 días de los metalúrgicos motivó la militarización de la planta.

Villa Constitución fue el escenario urbano en el que el aparato represivo ensayó el futuro terrorismo de Estado, mientras que el Operativo Independencia en Tucumán cumplió el mismo objetivo, pero sobre una geografía rural.

Martínez de Hoz, como director de la empresa, negoció la declaración de ilegalidad de la medida de fuerza con el ministro de Interior, Alberto Rocamora. Ese dato autorizó el envío de las fuerzas de seguridad federales para terminar con la "subversión industrial", apuntaladas por la policía provincial y parapoliciales encabezados por Aníbal Gordon (Triple A). Cerca de 300 huelguistas fueron torturados en el primer centro clandestino de detención, que funcionó en el albergue para solteros que existía en las instalaciones de la fábrica. Veinte trabajadores permanecen desaparecidos. El costo de todo el personal policial fue pagado por Acindar.

"No importa lo que digan los jueces, nosotros ya ganamos. Los expusimos, todo el pueblo de Villa sabe quiénes son. Se está juzgando a civiles que representaron la participación empresarial de Acindar, a Roberto José Pellegrini y Ricardo Torralvo.
Pellegrini, el que iba a la Iglesia y se confesaba con el padre Samuel, el mismo cura que en la marcha del 22 de abril del 75 les cerró la puerta a las mujeres de los obreros detenidos y desde arriba de la Iglesia les tiraba agua. Nosotros ya ganamos. Vamos a cerrar una etapa".

* Mañana se conocerá la sentencia en la causa Villazo, que investigó la complicidad empresarial en los secuestos, la tortura y la desaparición de trabajadores de Acindar. En el banquillo de los acusados están los gerentes de la acería que manejaba Martínez de Hoz.

Fuente: Página 12