La Federación Económica de Santa Cruz dio a conocer los nuevos registros de la actividad económica por la que atraviesa la provincia en un fuerte marco recesivo del consumo como consecuencia del durísimo impacto negativo generado por la destrucción de miles de puestos de trabajo. Durante octubre se produjo una caída económica interanual del 8,7% y fue menor al 12,8% que se había informado en septiembre. El mes pasado la mayor recesión la vivieron las ventas de farmacia y perfumería con una caída del 13,2%; la construcción y ferreterías con el 9,8%; seguidos por una retracción del 9,5% en calzado e indumentaria.
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La evolución reciente de la actividad económica provincial muestra señales iniciales de estabilización. Tras tres meses consecutivos de caída, octubre marca una leve mejora que, aunque insuficiente para revertir la tendencia recesiva, al menos indica que el deterioro no se profundiza al ritmo de meses anteriores. El repunte intermensual del 2,5% ofrece una señal tenue pero esperanzadora de estabilización.
Analizando el histórico, Santa Cruz arrancó 2025 con un crecimiento del 27,3% en enero, para luego desplomarse mes a mes en una caída que parecía no tener fin. La recuperación observada en la primera mitad del año se revirtió rápidamente, y el segundo semestre confirmó el ingreso a una fase recesiva profunda que afecta tanto al comercio como a los servicios.
Análisis económico
La dinámica económica de Santa Cruz muestra que la recesión de 2025 excede el plano comercial y se proyecta sobre toda la estructura productiva provincial. Los informes recientes revelan una contracción persistente, agravada por señales externas que profundizan el deterioro: el cierre de más de 150 comercios en Río Gallegos expone un nivel de estrés operativo que trasciende la caída de ventas y refleja colapso de liquidez, ausencia de crédito y dificultad para sostener costos fijos mínimos. La concentración de cierres en la capital provincial anticipa un fenómeno que ya se replica en otras localidades con distinta intensidad.
A este proceso se suma la declaración de emergencia administrativa y económica en Río Gallegos y el desdoblamiento del pago de salarios estatales por parte del Gobierno provincial. Estos hechos amplifican la fragilidad sistémica: el sector público es un demandante central de bienes, servicios y empleo. Cuando las administraciones locales admiten su incapacidad de sostener gastos corrientes sin medidas excepcionales, la consecuencia inmediata es una contracción adicional del consumo y un aumento de la incertidumbre entre comercios y proveedores dependientes del flujo estatal.
Las empresas, especialmente las PyMEs relevadas, señalan que las dificultades para afrontar aguinaldos, mantener planteles y cubrir impuestos no responden solo a la baja de ventas, sino a un entorno donde la cadena de pagos está deteriorada. La fuerte proporción de endeudamiento registrada en la Encuesta Provincial de Actividad PyME (EPAP), elaborada por la FESC entre el 10 y el 30 de agosto, confirma que el financiamiento dejó de canalizar inversiones y se transformó en un mecanismo defensivo para sostener operaciones mínimas. La coexistencia entre caídas sectoriales, cierres definitivos y emergencias fiscales municipales describe una economía donde la recesión no es coyuntural sino estructural, con actores públicos y privados operando al límite.
Los testimonios cualitativos del comercio local consolidan este diagnóstico. El estancamiento prolongado, los plazos de cobro superiores a 90 días y la dependencia creciente de compras estrictamente esenciales explican la fatiga generalizada de la estructura productiva. La crisis de Río Gallegos funciona como caso extremo de una dinámica provincial: ventas comprimidas, márgenes nulos, costos crecientes y demanda restringida a lo indispensable.
La caída del empleo privado registrada en la EPAP se combina con un clima nacional donde predomina la percepción de que el sistema laboral no genera empleo formal ni acompaña la reconversión productiva. En Santa Cruz, esta percepción se intensifica por el retroceso del consumo y la contracción simultánea de múltiples rubros. El ajuste de los hogares, la pérdida de poder adquisitivo y la incertidumbre sobre salarios estatales profundizan la retracción del gasto y presionan aún más sobre el empleo.
El cuadro general muestra una economía provincial con demanda deprimida, empresas endeudadas, cierre acelerado de comercios y un sector público operando bajo emergencia. Los indicadores del IPAE permiten medir la intensidad del retroceso, mientras que la evidencia cualitativa y las noticias recientes muestran un impacto más profundo que compromete la capacidad misma de sostener la actividad económica local.
Desempeño sectorial
El desempeño sectorial de octubre confirmó que ningún rubro escapa al contexto desfavorable. Alimentos y Bebidas, tradicionalmente más resistente, registró una caída interanual del 4,2%, la menor del relevamiento. Servicios, que incluye hotelería, turismo y actividades profesionales, cayó 7,3% interanual aunque mostró una recuperación intermensual del 2,3%. La demanda de servicios privados y turísticos se mantiene deprimida, con perspectivas conservadoras para la temporada de verano que se aproxima.
El panorama es aún más negativo en Calzado, Indumentaria y Textiles, con una contracción del 9,5%. El consumo se desplazó definitivamente hacia bienes esenciales, recortando categorías consideradas prescindibles. Ferreterías y Construcción retrocedió 9,8% interanual, con la construcción privada paralizada. Los comercios subsisten gracias a pequeñas refacciones y mantenimiento básico, mientras que el sector de muebles y decoración atraviesa su peor crisis en años. Farmacia y Perfumería registró la mayor caída interanual (-13,2%), pero también el mejor desempeño intermensual con un repunte del 17,6%.
Balance, expectativa e inversión
Las expectativas empresariales reflejan el difícil momento que atraviesa el sector privado provincial. Casi la mitad de los encuestados (47,4%) considera que su situación empeoró respecto al año anterior, mientras solo el 20% reporta mejoras. Este balance negativo se traduce en una marcada retracción de la inversión: apenas el 22,1% considera que es un buen momento para invertir, mientras el 36,8% descarta cualquier proyecto de expansión.
Sin embargo, las perspectivas a futuro muestran un atisbo de optimismo. El 58,9% espera una mejora en los próximos 12 meses, aunque esta expectativa convive con un 15,8% que prevé un empeoramiento. Este panorama mixto sugiere que, si bien predomina la cautela, existe cierta confianza en una eventual recuperación vinculada a la reactivación del consumo interno y la estabilización macroeconómica.
A pesar del panorama en baja, algunos indicadores sugieren que la economía provincial podría estar estabilizándose en niveles bajos de actividad. La mejora intermensual, marca un cambio de tendencia respecto a los meses de caída. Si bien la proximidad del verano genera expectativas moderadas, los pronósticos se mantienen conservadores. Una recuperación sostenida aún parece lejana, ya que depende de factores clave como la reactivación del consumo, el acceso al crédito y la normalización de los pagos.