¿Por qué los medios de comunicación, partidos políticos y la justicia burguesa, todavía siguen utilizando mi imagen?
En los últimos años, el nombre de Sebastián Romero -conocido mediáticamente como "el Gordo del Mortero"- se convirtió en un símbolo de la criminalización de la protesta social en la Argentina.
Lo que para algunos sectores del poder fue presentado como un "delito", para miles de trabajadores, jóvenes y organizaciones populares no fue más que un gesto de defensa en el marco de una represión brutal contra quienes se oponían a la reforma previsional de 2017, una reforma que atacaba directamente los ingresos de jubilados, pensionados y sectores vulnerables.
Yo no fui perseguido por corrupción, enriquecimiento ilícito o abuso de poder. Soy perseguido, estigmatizado y ridiculizado por estar del lado del pueblo en una de las jornadas más represivas que se recuerden desde el retorno de la democracia. Mientras los responsables políticos de ajustar, hambrear y reprimir han gozado históricamente de impunidad, a mí se me aplicó todo el peso de un aparato judicial dispuesto a dar una lección ejemplificadora: castigar a quienes se animan a enfrentar las políticas antipopulares.
Lo que deja ver el temor que nos tienen a los trabajadores organizados y dispuestos a enfrentar de verdad y en las calles su plan de hambre y miseria que todos los gobiernos aplican y aplicaron al pueblo.
Porque esa es nuestra verdadera fuerza, que ni nosotros somos consiente del poder que tenemos como pueblo.
Mi caso expone con claridad cómo funciona la selectividad penal: se absuelve a los poderosos, se castiga a los que luchan. El Gordo del Mortero fue convertido en un "enemigo interno" por los grandes medios, reducido a una caricatura para justificar una persecución que buscaba desmovilizar, sembrar miedo y dividir a los que se organizan. Pero la realidad es otra: ningún trabajador, ningún vecino y ninguna persona común que haya vivido esa jornada ignora que la policía disparaba balas de goma a mansalva, que la represión era indiscriminada y que miles estaban defendiendo un derecho básico: que no se robe a los jubilados.
Hoy, a la distancia, queda claro que la figura del "Gordo del Mortero" sintetiza una disputa política mucho más profunda: ¿tenemos derecho a protestar cuando nos quitan lo que es nuestro? ¿Tenemos derecho a organizarnos cuando las instituciones no nos dan respuesta? ¿Puede un trabajador ser convertido en enemigo del Estado por oponerse a un ajuste?
Este escrito sostiene que no. Que la protesta social no solo es legítima, sino necesaria. Que ningún compañero debe ser perseguido por enfrentar injusticias. Y que la verdadera violencia no provino de quienes defendieron las calles, sino de quienes desde un despacho ordenaron reprimir para garantizar un saqueo institucionalizado.
Defender y reivindicar a Sebastián Romero o al Gordo del Mortero es defender el derecho a la protesta, la libertad de todos los que luchan y la dignidad del pueblo trabajador.
Ya que la corte Suprema fallo a favor del ex presidente Mauricio Macri y yo sigo en espera de respuestas de parte de la justicia y ampliaron mi pena, con control telefónico mensual sin fecha de finalización de dicho control a pesar de ya haber cumplido la condena.
Es decir que no solo soy un perseguido político del gobierno de Mauricio Macri, sino que soy un condenado durante el gobierno de Alberto Fernández y ahora Javier Milei.