Cumple un siglo la película de Ejzenštejn, un director que quería, a través del recuerdo de un motín, homenajear la revolución bolchevique. Con el tiempo, sin embargo, este film se ha convertido en modelo para obras sucesivas incluso de humor.
El 27 de junio de 1905, durante la guerra entre Rusia y Japón, se produjo un episodio de insubordinación en el Ejército zarista: la tripulación de un acorazado llamado Potëmkin empezó a protestar contra la horrorosa ración de carne que le habían servido en los platos. Rancia, podrida, llena de bichos: en una palabra, incomible.
Esa fue la ocasión para los marineros de rebelarse no solamente ante la comida sino sobre todo hacia sus superiores, culpables de un conflicto ante el que el Imperio ruso carecía de todo y estaba destinado a una desastrosa derrota.
El motín tuvo un éxito inmediato a pesar de las amenazas de los oficiales, el líder de los rebeldes -Afanasij Matjušenko- se convirtió en héroe y el acorazado Potëmkin, dirigiéndose hacia Odesa, acabó transformado en icono de la revolución que iba a estallar.
Acabaría bañada en sangre, desgraciadamente para los responsables del motín. Sin embargo, aquel episodio dejó tantas huellas que cuando los rusos completaran su verdadera Revolución -en mayúsculas- en 1917, creando la Unión Soviética, se acordarían del Potëmkin como elemento anticipador de los bolcheviques.
Y en 1925, 20 años después de los hechos, el nuevo gobierno impulsó la producción de una película conmemorativa, un homenaje a los insubordinados considerados una especie de pioneros de Lenin, Trotsky y companía. El título del film, poderoso, sería un himno a la inmortalidad: ‘El Acorazado Potëmkin'. Y este 21 de diciembre cumple un siglo de vida.
La escalinata
Esta película en realidad tenía que haber sido muy distinta, y no hablar solamente del motín de Matjušenko. El proyecto original constaba de seis episodios sobre aquella revolución (fallida) de 1905, entre otros el del acorazado.
El director encargado del filme, el joven y talentoso Sergej Ejzenštejn, ayudado por la escritora armenia Nina Agadzanova-Šutko, empezó a esbozar este guion mezclando las huelgas generales, las peleas callejeras entre policía y población, y dejando solamente diez lineas (así lo dice la leyenda) al tema del acorazado.
Cuando Ejzenštejn empezó a grabar, entre el poco tiempo del que disponía y las dificultades meteorológicas, muy pronto se dio cuenta de que de los seis episodios planeados inicialmente solamente uno iba a prosperar.
Y sorprendentemente fue el Potëmkin, sobre todo debido a que, a causa de las lluvias y al frío que pegaban duro en Leningrado, el equipo de trabajo se mudó al sur, a Odesa, donde hacía más calor.
Viendo de cerca la Potiomkinski Skhody, la Escalinata Potëmkin, el director decidió enseguida que allí tenía que ponerse el foco. Lo recordaría años después el mismo Ejzenštejn en sus memorias: «Aquel lugar resumía perfectamente todos los episodios sangrientos de la revolución de 1905, la crueldad de los soldados del zar y las tragedias del pueblo».
Son 9 minutos dramáticos, con un montaje rápido de primeros planos, rostros de niños y de viejos, objetos, sangre y terror en puro estilo expresionista: sinceramente, una obra maestra del cine
Solemne, tremenda a pesar de ser muda y en blanco y negro, la escena de la matanza de la escalinata contra la gente que iba a acoger los marineros, incluida la caída del carro que lleva dentro un bebé, es el momento-clave de la película.
Son 9 minutos dramáticos, con un montaje rápido de primeros planos, rostros de niños y de viejos, objetos, sangre y terror en puro estilo expresionista: sinceramente, una obra maestra del cine. Nunca se ha visto una estampida de un nivel estético tan alto.
En Odesa no había ocurrido nada parecido con Matjušenko, pero la conexión fue espectacular. Tanto como las escenas en el interior, grabadas en un vetusto acorazado llamado ‘Doce Apóstoles', abandonado en la cercana Sebastopol. El filme, que dura poco más de una hora, fue completado en tres semanas entre los aplausos de los pesos pesados del Gobierno soviético.
Homenajes y parodias
Majestuoso homenaje a la Revolución, delicatessen para cinéfilos, el caso es que ‘El acorazado Potëmkin' ha tenido sus ‘hijos' e incluso ‘nietos' en la historia de la gran pantalla, con varios intentos de imitación. Algo que lleva a concluir que Sergej Ejzenštejn está considerado como un verdadero maestro.
En tiempos más recientes, una escena prácticamente copiada de su filme sería el inicio de ‘Los intocables de Elliot Ness', donde en la estación central de Chicago hay un enfrentamiento a tiros mientras que por una escalera, en un ralentí bastante kitsch, cae un carrito con un bebé dentro.
El director de esta peli, Brian de Palma, reconocido amante de las ‘citas' por su enciclopédico y casi morboso conocimiento de la historia del cine -de Hitchcock sobre todo-, tuvo la idea de colocar la guerra entre las autoridades y la mafia de Al Capone como si fuera en la Rusia del zar, homenajeando de paso a Ejzenštejn.
Inevitable, luego, sería la parodia de este mismo homenaje, cuando en ‘Agárralo como puedas 33 y 1/3', desde una escalera muy parecida a la de ‘Los intocables', se precipitan cuatro carritos y se escapan de ellos el presidente de Estados Unidos e incluso el Papa.
Bromas aparte, es evidente que ‘El acorazado Potëmkin' ha dejado unas cuantas huellas, tanto a nivel de técnica de cine como de creación de momentos de tensión máxima: los detalles de los gatillos o de las botas de los soldados (‘Amor y guerra' de Woody Allen), las balas que entran por las gafas (‘El Padrino'), el montaje rápido y espectacular...
Es un siglo de vida, sí, pero un siglo verdadero, donde el objetivo original de celebrar la Revolución bolchevique se ha ido un poco atenuado. Hay que recordar también que Odesa hoy es uno de los frentes calientes de la guerra entre Rusia y Ucrania.