Opinión

Jorge Spíndola: ¿Estéticas militantes o estéticas mitigantes?

Por Jorge Spíndola

Te emocionaste con El Eternauta. Y aunque la emoción no las necesite, tuviste tantas razones para ello. Vía Netflix, Héctor Oesterheld regresaba. El artista genial, el militante detenido-desaparecido, la ciencia ficción argentina -con profundos y propios signos culturales- estaban allí para decirnos que "Lo viejo funciona, Juan". Y fuiste ese Juan y tu vecino fue ese Juan y también tu pariente -votante de Milei- al que interpelabas con la fibra más íntima de su memoria colectiva.

Ahí estaba esa camioneta Estanciera IKA, navegando entre la neblina de los invasores. Tu hija buscó o preguntó a la IA quién era ese Oesterheld, y pudiste conversar con ella de Enrique Breccia y Solano López; y de algún modo concebiste que eso encendía una esperanza ante tanta derrota.

Con esa misma ilusión fuiste a la marcha gigante en defensa de la Universidad Pública y sostuviste la imagen de El Eternauta, gritándole a Juan, mostrándole a cada Juan que pasaba tirando un bocinazo en la ruta, que lo viejo está de pie y nos habla de esa inmensa riqueza abandonada, como diría Bayley.

Caminaste con tu rodilla mocha los cuatro kilómetros que separan la Ciudad Universitaria del centro de la ciudad sosteniendo esa imagen, como quien se presenta ante el infierno de la ultraderecha diciendo vengo de un mundo que tiene memoria y sentido y una poética de la ciencia nacional, vengo de un mundo digno que vos no podrás nunca desaparecer.

Medio de costado primero, seguiste el streaming en vivo del CONICET en el fondo del océano. Te despertaste al día siguiente sabiendo que La Estrellita Culona había sido tendencia en todas las redes, que hasta en los boliches la invitaron a bailar y la miraste con algo más de entusiasmo. Comprendiste que su culito impúdico era un hallazgo de la ciencia argentina y que de algún modo su belleza oculta bajo el mar era la metáfora perfecta de un país sumergido bajo la oscuridad del presente.

En noviembre, ya casi terminando el año horrible los científicos del CONICET recibieron un Martín Fierro que reconocía su trabajo y el éxito de esa trasmisión. "Nosotros pudimos mostrarles todo lo hermoso que sucede abajo del mar y eso es gracias a nuestra formación. Al sistema científico, a la Universidad Pública que es gratuita y de calidad, así como al Conicet que gracias a ellos estamos nosotros acá. Aguante la ciencia, aguante el Conicet y aguante la educación pública", dijo esa noche uno de los premiados.

Presento estos dos acontecimientos estético mediáticos como ejemplos de la resistencia cultural y política frente a esta era de la banalidad del mal que encarna Milei y arrasa con aquellos signos e instituciones materiales que nos configuran como sociedad. Los presento aquí no para romantizarlos sino para comprenderlos y, aun valorándolos, reconocer su insuficiencia.

La verdad es que ni El Eternauta ni la Estrellita Culona han sido herramientas estéticas eficaces, ni escudos simbólicos lo suficientemente poderosos para detener la niebla ni la oscuridad que nos tapa. No estoy diciendo que no sirven, no estoy diciendo que no son pan del alma. Digo que su potencia simbólica no encarna una rebelión sino tal vez nuestra nostalgia. Y eso muchas veces no depende del signo en sí, sino de quienes toman el signo y lo que hacen con él.

En otras palabras, creo que un signo depende de quién los usa y para qué. No es lo mismo el signo "gaucho" utilizado de forma racista y xenófoba por la Dictadura o en el propio José Hernández, que en la poética de Atahualpa Yupanqui: "gente de pata en el suelo/ fueron mis antepasaos/ con indios misturaos", devolviéndole además la conciencia de clase: "las penas son de nosotros/ las vaquitas son ajenas".

Hoy que es el Día de Los Inocentes, justo cuando en la Cámara de Diputados y en el Senado de la Nación se consumó la mayor masacre presupuestaria para la educación pública, la ciencia y la técnica del país, las leyes anti - laborales, la entrega de los glaciares junto a una larga lista de derrotas, pienso que nuestros signos de resistencia aún están tocados por cierta inocencia, por cierta candidez que no está a la altura de la masacre social que estamos viviendo.

Creo que hay que desbordar de significación esos emblemas, construir nuevos/viejos signos colectivos que encarnen una rebelión a la altura de la agresión y el despojo. No quiero morir de nostalgia bien-pensante. Quiero un 2026 con signos vitales latiendo con la pulsión de la rebeldía.

Creo que es necesario una vez más luchar y crear poder popular, crear signos estético-políticos que encarnen la construcción de una alternativa real ante este inmenso mar de desechos que nos dejan.