El mundo
Ante la muerte de Antonios PerrisPor Daniel Lara.
¿Quién es Antonios Perris? ¿Por qué nos puede importar su muerte? ¿Es posible sentir algo por un desconocido de tierras tan lejanas?.
Hace pocos días, la semana pasada, en Grecia, recordada siempre por sus filósofos, por los juegos olímpicos, su ágora, cuna de la primera democracia conocida y por sus bellas islas y pueblos de blancas casas, en ese mismo país ha muerto Antonios Perris. Sucedió en Atenas a plena luz del día y ante la mirada acongojada de algunos de sus vecinos. Dos fuerte golpes en la calle enmudecieron el barrio de Metaxougerio, lugar en que vivían los Perris, quedando expuesto el testimonio de una desesperación individual, familiar y nacional.
Antonios se ha lanzado desde la azotea de su casa tomado de la mano de su mamá. Era un hombre de 60 años, músico de profesión, arruinado como muchos, en una Grecia estrujada por una maldita crisis económica que no da tregua y que está llevando al suicido a otras personas en estado de desesperación. Es también el drama de Italia, otro país europeo, que ante la misma crisis sus jóvenes desempleados recurren a poner fin a sus días. El suicidio y la depresión disparan los índices de salud y llenan consultorios no solo en Grecia sino en toda Europa. Antonios Perris se lanzó del quinto piso de su casa tomado de la mano de su madre enferma de 90 años. Cuidaba de ella desde hace unos años y su situación personal empeoró por el Alzheimer que padecía su progenitora —enfermedad siempre difícil, peor aun cuando se ha caído en la pobreza y no hay ni dinero ni institución a cual acudir— y por, la pobreza que ha generado la crisis de un capitalismo desbordadamente trágico.
Más que una acción desesperada de las que habitualmente se tiene noticia en la prensa amarilla, ocurrida en Atenas de Grecia ó en cualquier otro lugar del mundo, la muerte de la familia Perris pone al desnudo la crudeza horripilante de la crisis capitalista en curso. Los reportajes económicos siempre llenos de mudas cifras y fríos análisis difícilmente convocan sentimientos que nos puedan empatar con el drama humano de gentes no muy distintas a nosotros, a pesar de hablar en otros idiomas o tener costumbres diferentes. Al fin solo personas, ni más ni menos que eso, condición suficiente como lo es el espejo en nuestro baño de todos los días.
Lanzarse al vacío tomado de la mano de quién nos ha traído al mundo tiene un valor simbólico y humano del cual es difícil no sentir nada y no pensar nada al respecto. Perris había vendido cuanto tenía y ya no tenía más que vender, se moría de hambre como dice él en su última carta testimonial, sin ayuda de nadie, mas con un Estado en ruinas y unos políticos al servicio del Banco Central Europeo, del FMI y de la señora Merkel de Alemania. El dictado de Berlín es pagar o morir, no importa cómo, lo necesario es satisfacer a sus banqueros e industriales aun cuando toda Grecia se tenga que lanzar al vacío y a la muerte. Nuestra confundida presidenta Chinchilla felicitó a la Canciller Merkel por su gestión de la crisis y por la “ayuda” que brinda a los otros países europeos justo cuando Antonios preparaba su salto. Cosas de la vida.
Hace pocas semanas, otro griego de 77 años, de nombre Dimitris Christoulos ponía fin a su vida en medio de la Plaza Sintagma, frente al Parlamento y bajo la sombra de un hermoso árbol. Se disparó Dimitris en una plaza llena de gente y también dejó una nota como Antonios en la que lanzaba un grito a los jóvenes para que se rebelen ante un sistema político y económico que los ha llevado a la ruina y al suicido. Islandia, otro ejemplo europeo poco difundido en la prensa habitual, no pagó la estafa de los especuladores de las finanzas y encerró en la cárcel a los responsables políticos de la quiebra de su pequeño país. Grecia e Islandia, europeos los dos pueblos, otrora ejemplos con los que Oscar Arias nos pretendía llevar a emular sus caminos.
En nuestras tierras centroamericanas todos los días nuestros jóvenes también terminan con su vida, es algo ya naturalizado y hasta asumido, aunque suene triste decirlo. Trenes de la muerte en ruta al norte, cargados de emigrantes en sus techos, devienen en cadalsos para sus ocupantes que terminan en manos de criminales, militares o en el mejor de los casos cosechando tomates o limpiando inodoros anglosajones. El desempleo, la pobreza, la droga, el hacinamiento, la corrupción de políticos perversamente autistas de toda Centroamérica constituyen también lugares similares a una calle de Metaxougerio. Diariamente en nuestras calles caen por igual personas abatidas por causas muy parecidas a las que llevó a Antonois Perris a practicar su doble suicidio. El mismo sistema económico, la misma opresión, la misma precariedad y la misma indiferencia de los banqueros. Violencias nacidas en la cuna de un mundo en crisis y de las que urge encontrar soluciones que no pasen por saltar al vacío, por el sacrificio y la pena en solitario.
Suicidarse, como lo hizo Antonois, violenta lo más preciado que se pueda tener, entraña un coraje y una energía que a todos nos desconcierta y que no a pocos acecha. Terminar la vida al lado de quién nos la ha dado no es un acto de cobardía, por el contrario reboza dignidad y mucho coraje. Ese mismo coraje y esa misma dignidad orientado de otra forma, libre de culpas personales y en compañía de otros corajes puede derribar los muros de todos los parlamentos, de todos los bancos y guaridas de políticos, hacer temblar todas las plazas y calles por más policías, chorros de agua y balas que haya que enfrentar.
De la mano todos marchamos al suicido en la medida que mantengamos el consumo de cuanta cosa haya en el escaparate que alimenta la máquina capitalista. De la mano, juntos, nos suicidamos en la indiferencia y en la apatía ante el dolor de la muerte de los otros. Habrá que bajar de las azoteas a las que induce el vértigo perverso de los poderosos y marchar por las calles, juntos de la mano, derribando muros y construyendo otra forma de vivir y soñar, al lado de nuestras madres, hijos, amigos, vecinos y amores.
¡Honra eterna a Antonios y a su viejita¡ ¡Su salto no será en vano¡
Daniel Lara es sociólogo.
Fuente: ARGENPRESS
¿Quién es Antonios Perris? ¿Por qué nos puede importar su muerte? ¿Es posible sentir algo por un desconocido de tierras tan lejanas?.
Hace pocos días, la semana pasada, en Grecia, recordada siempre por sus filósofos, por los juegos olímpicos, su ágora, cuna de la primera democracia conocida y por sus bellas islas y pueblos de blancas casas, en ese mismo país ha muerto Antonios Perris. Sucedió en Atenas a plena luz del día y ante la mirada acongojada de algunos de sus vecinos. Dos fuerte golpes en la calle enmudecieron el barrio de Metaxougerio, lugar en que vivían los Perris, quedando expuesto el testimonio de una desesperación individual, familiar y nacional.
Antonios se ha lanzado desde la azotea de su casa tomado de la mano de su mamá. Era un hombre de 60 años, músico de profesión, arruinado como muchos, en una Grecia estrujada por una maldita crisis económica que no da tregua y que está llevando al suicido a otras personas en estado de desesperación. Es también el drama de Italia, otro país europeo, que ante la misma crisis sus jóvenes desempleados recurren a poner fin a sus días. El suicidio y la depresión disparan los índices de salud y llenan consultorios no solo en Grecia sino en toda Europa. Antonios Perris se lanzó del quinto piso de su casa tomado de la mano de su madre enferma de 90 años. Cuidaba de ella desde hace unos años y su situación personal empeoró por el Alzheimer que padecía su progenitora —enfermedad siempre difícil, peor aun cuando se ha caído en la pobreza y no hay ni dinero ni institución a cual acudir— y por, la pobreza que ha generado la crisis de un capitalismo desbordadamente trágico.
Más que una acción desesperada de las que habitualmente se tiene noticia en la prensa amarilla, ocurrida en Atenas de Grecia ó en cualquier otro lugar del mundo, la muerte de la familia Perris pone al desnudo la crudeza horripilante de la crisis capitalista en curso. Los reportajes económicos siempre llenos de mudas cifras y fríos análisis difícilmente convocan sentimientos que nos puedan empatar con el drama humano de gentes no muy distintas a nosotros, a pesar de hablar en otros idiomas o tener costumbres diferentes. Al fin solo personas, ni más ni menos que eso, condición suficiente como lo es el espejo en nuestro baño de todos los días.
Lanzarse al vacío tomado de la mano de quién nos ha traído al mundo tiene un valor simbólico y humano del cual es difícil no sentir nada y no pensar nada al respecto. Perris había vendido cuanto tenía y ya no tenía más que vender, se moría de hambre como dice él en su última carta testimonial, sin ayuda de nadie, mas con un Estado en ruinas y unos políticos al servicio del Banco Central Europeo, del FMI y de la señora Merkel de Alemania. El dictado de Berlín es pagar o morir, no importa cómo, lo necesario es satisfacer a sus banqueros e industriales aun cuando toda Grecia se tenga que lanzar al vacío y a la muerte. Nuestra confundida presidenta Chinchilla felicitó a la Canciller Merkel por su gestión de la crisis y por la “ayuda” que brinda a los otros países europeos justo cuando Antonios preparaba su salto. Cosas de la vida.
Hace pocas semanas, otro griego de 77 años, de nombre Dimitris Christoulos ponía fin a su vida en medio de la Plaza Sintagma, frente al Parlamento y bajo la sombra de un hermoso árbol. Se disparó Dimitris en una plaza llena de gente y también dejó una nota como Antonios en la que lanzaba un grito a los jóvenes para que se rebelen ante un sistema político y económico que los ha llevado a la ruina y al suicido. Islandia, otro ejemplo europeo poco difundido en la prensa habitual, no pagó la estafa de los especuladores de las finanzas y encerró en la cárcel a los responsables políticos de la quiebra de su pequeño país. Grecia e Islandia, europeos los dos pueblos, otrora ejemplos con los que Oscar Arias nos pretendía llevar a emular sus caminos.
En nuestras tierras centroamericanas todos los días nuestros jóvenes también terminan con su vida, es algo ya naturalizado y hasta asumido, aunque suene triste decirlo. Trenes de la muerte en ruta al norte, cargados de emigrantes en sus techos, devienen en cadalsos para sus ocupantes que terminan en manos de criminales, militares o en el mejor de los casos cosechando tomates o limpiando inodoros anglosajones. El desempleo, la pobreza, la droga, el hacinamiento, la corrupción de políticos perversamente autistas de toda Centroamérica constituyen también lugares similares a una calle de Metaxougerio. Diariamente en nuestras calles caen por igual personas abatidas por causas muy parecidas a las que llevó a Antonois Perris a practicar su doble suicidio. El mismo sistema económico, la misma opresión, la misma precariedad y la misma indiferencia de los banqueros. Violencias nacidas en la cuna de un mundo en crisis y de las que urge encontrar soluciones que no pasen por saltar al vacío, por el sacrificio y la pena en solitario.
Suicidarse, como lo hizo Antonois, violenta lo más preciado que se pueda tener, entraña un coraje y una energía que a todos nos desconcierta y que no a pocos acecha. Terminar la vida al lado de quién nos la ha dado no es un acto de cobardía, por el contrario reboza dignidad y mucho coraje. Ese mismo coraje y esa misma dignidad orientado de otra forma, libre de culpas personales y en compañía de otros corajes puede derribar los muros de todos los parlamentos, de todos los bancos y guaridas de políticos, hacer temblar todas las plazas y calles por más policías, chorros de agua y balas que haya que enfrentar.
De la mano todos marchamos al suicido en la medida que mantengamos el consumo de cuanta cosa haya en el escaparate que alimenta la máquina capitalista. De la mano, juntos, nos suicidamos en la indiferencia y en la apatía ante el dolor de la muerte de los otros. Habrá que bajar de las azoteas a las que induce el vértigo perverso de los poderosos y marchar por las calles, juntos de la mano, derribando muros y construyendo otra forma de vivir y soñar, al lado de nuestras madres, hijos, amigos, vecinos y amores.
¡Honra eterna a Antonios y a su viejita¡ ¡Su salto no será en vano¡
Daniel Lara es sociólogo.
Fuente: ARGENPRESS