Sociedad

La violencia cotidiana: su relación con la impunidad y los efectos psicosociales de la misma

Por Dr. Miguel Angel de Boer (*).

Los sentimientos de pertenencia de los miembros que componen una sociedad, una cultura, están determinados por pautas, reglas y modelos que interiorizados garantizan la existencia de la cultura misma. Esto significa que la conducta de los individuos -además de su propia historia- están ordenados colectivamente por leyes de funcionamiento social que normativizan a la sociedad en su conjunto. Y toda trasgresión actúa en sentido contrario.

Desde hace un tiempo los argentinos nos sentimos afectados por hechos que por su repetición van generando una preocupación creciente: episodios de violencia que se van insertando en la vida cotidiana.

Niños maltratados, asesinatos cada vez más frecuentes, patotas, actitudes de "justicia" por mano propia, gatillos "fáciles", corrupción generalizada, violaciones, conductas de violencia por la violencia misma, parecieran estar naturalizándose de un modo desconcertante para la mayoría de la población.

El "todo vale" sin que importen las consecuencias de los actos, va ganando un espacio que vulnera los ideales éticos y morales que, se supone, nos sustentan.

Si bien no cabe duda que los cambios imperantes, con consecuencias socioeconómicas que se patentizan en marginación e injusticia, explican parte de la problemática, no es menos cierto que la no sanción y castigo a delitos de extrema gravedad - impunidad - induce en el imaginario social una representación perversa: cual es de que toda transgresión es posible en tanto está "legitimado" como modelo de identificación, lo que equivale a una inducción a la violencia puesto que la misma se halla exculpada.

Los efectos de un delito son irreparables, pero de su sanción depende la reparación simbólica indispensable para fortalecer la confianza en la justicia y el ejercicio de la libertad con responsabilidad y respeto a nuestros semejantes.

 

Nota: los conceptos aquí vertidos se basan en el trabajo realizado por muchos colegas del campo de la salud mental, entre los que se destacan los miembros del EATIP (Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Social).

 

(*) Escrito en 1993. Conforma parte de una serie de artículos que estoy recopilando para su publicación en un libro.