Opinión

Los lectores influirán siempre sobre el porvenir

Por Cristian Aliaga (Director EES).

Este año se llevó al otro mundo a Mario Das Neves, Marcelo Guinle y Jorge Aubía. Lejos de la lógica del obituario o la hagiografía, los tres dejaron vacíos de magnitud en el eje de la política chubutense.

Los dos primeros se repartieron la influencia mayor en las últimas décadas dentro del multiforme peronismo de Chubut. Las diferencias abundaban entre ellos, pero no la hipocresía; y en los últimos tiempos los unió la visión del infierno en que podría convertirse la provincia. Ninguno logró generar discípulos con verdadero peso político, sino meros aplaudidores o corifeos. Aubía es el último radical del sur cuya imagen puede remitir a la vieja tradición democrática de su partido junto al silenciado e impecable Hipólito Solari Yrigoyen. Su partida le evitó esta cohabitación de sus correligionarios con la derecha recalcitrante que por primera vez llegó al poder a través de elecciones democráticas, apalancándose en la estructura nacional de una UCR despojada de toda mítica, aquella que comienza con Alem y termina con Alfonsín.

 

Consejos (im) prescindibles

 

El gobernador Arcioni convocó a sus antecesores vivos para pedirles consejo. El gesto sonó políticamente correcto, pero ¿qué pudieron decirle los ex? Néstor Perl intentó resistir ante el ajuste brutal que pretendía imponerle Menem. Atacado sin piedad por la inmensa mayoría de sus compañeros de partido

-incluyendo los de su propio gabinete- debió abandonar el gobierno en una huida dolorosa. Fernando Cosentino fue solo el  interino que lo sucedió, y poco pudo hacer además de acatar los dictados del poder central.

Carlos Maestro gozó de una hegemonía notable y de una relación privilegiada con Menem; más menemista que muchos del PJ. Al igual que Kirchner, recibió una “compensación histórica” de más de $400 millones de dólares. La “revolución productiva” fue un fracaso, y los dólares se evaporaron.

José Luis Lizurume fue apenas un mandatario epigonal que terminó dilapidando el capital electoral de la UCR y contribuyó por defecto al inicio de la larga era de das Neves, que todavía persiste en manos de su elegido.

Por razones obvias, Arcioni no pudo escuchar al bueno de Atilio Viglione, quien en 1986 a pedido de Alfonsín cedió graciosamente parte de los recursos coparticipables de la provincia; que jamás pudo recuperar. Es difícil imaginar qué conclusiones sacó Arcioni de ese cónclave.

 

Quién se quedó con la joya más negra

 

Pese a que las ballenas, el turismo, la Cordillera, la pesca, el aluminio o los viñedos sean recursos innegables de Chubut, la provincia ha vivido históricamente del petróleo. Esa era parece estar en agonía, aunque el horizonte de las operadoras resulte promisorio desde el punto de vista empresario.

Desde el descubrimiento del petróleo en Comodoro Rivadavia en 1907, el reparto de las fantásticas rentas que produjo puede resumirse someramente en tres grandes etapas.

Desde 1907 hasta 1957 -momento en que los territorios nacionales se convirtieron en provincias- la cabeza de Goliat de Buenos Aires se quedó con casi todo, sin rendir cuentas ni enviar más que sobras.

Desde 1957 hasta 1983, los escasos mandatarios de origen democrático no lograron hacer pie ante las inconsistencias del poder central, con especial énfasis en el período de Frondizi, plagado de imposturas.

Los delegados de las sucesivas dictaduras carecían de toda legitimidad e interés en el desarrollo regional, y apenas obedecían a sus jefes genocidas.

A partir de 1983, los gobernadores democráticos terminaron convalidando las políticas nacionales y entregaron recursos por muy poco, por miopía, especulación o cooptación. La era Macri ya dio muestras acabadas de que la frase “Estado federal” seguirá confinada en la Constitución.

 

La encrucijada de Arcioni

 

Mariano Arcioni tiene el crédito que le otorga el coraje de haber aceptado la sucesión de das Neves en tiempos casi apocalípticos para la economía de la provincia. El legendario ex gobernador le legó una oportunidad en llamas.

Su encrucijada incluye pocas opciones, pero ninguna de ellas está exenta de riesgos ni de decisiones que afectarán a miles de habitantes de la provincia.

Si acepta calladamente todo el menú de imposiciones del macrismo e ingresa en una zona de relaciones “carnales” con el Presidente seguramente ganará tiempo y obtendrá tubos de oxígeno para sobrevivir dentro de un Estado desquiciado por el endeudamiento.

También asumirá el riesgo de perder apoyos de los herederos del dasnevismo y podría sufrir la dosificación angustiante de ese oxígeno que ejerce Marcos Peña hasta obtener la aprobación de cada punto de la letra chica. Como el peor ejemplo de sumisión para nada está el rionegrino Alberto Weretilneck, que pasó de las fotos de globos amarillos al triste papel de chico de los mandados.

Quienes conocen a fondo a Arcioni destacan su fuerte personalidad, disimulada por su extrema cortesía y su elegancia impoluta de peronista de Armani.

El gobernador emergente tiene muy presente su paso por el Liceo Militar –que compartió por ejemplo con el ex gobernador de Santa Cruz y ex jefe de la SIDE Sergio Acevedo y con el vicegobernador de Neuquén Rolando Figueroa–y asegura en privado que no le temblará la mano para enfrentar a los que hagan política destructiva –ya dio señales hacia la oposición legislativa– ni tampoco para llevar austeridad extrema a un Estado provincial engordado en su planta de personal por décadas de clientelismo radical-peronista.

Arcioni deberá tener el equilibrio de un artista del Cirque du Soleil. Si corta el hilo por lo más delgado correrá los mismos riesgos que Perl, porque de un lado está la intransigencia macrista y del otro legiones de maestros, enfermeros, etc. que temen convertirse en el pato de la boda y nada tienen que perder si se quedan sin el empleo estatal.

Si monta un gobierno de “casta” al estilo del macrismo, con funcionarios generosamente remunerados en el alto rango y con un control exhaustivo sobre los “peones”, deberá apelar a un blindaje mediático y encontrar una forma eficaz de comunicar su ajuste “virtuoso”. Al fin y al cabo, Das Neves era su propio vocero, formidable además, que se ocupaba personalmente del vínculo con quienes forman opinión.

A Arcioni no escapa que la cuestión del endeudamiento es la clave de su supervivencia política. La deuda total de la provincia puede estimarse sin exagerar ni cálculo de intereses en no menos de $30 mil millones, y sigue tomando deuda a un ritmo de $700 millones mensuales.

Es evidente que al gobernador lo corren por izquierda dirigentes que contribuyeron decisivamente a engrosar ese endeudamiento, pero también que el propio Das Neves recurrió a un préstamo de $700 millones de dólares.

Es la hora de Arcioni. No hay líder detrás de las sombras ni una estructura política sólida que lo respalde. Tiene una oportunidad en llamas, y de ella puede surgir su proyección como líder político de peso o no pasar de un interinato sin gloria. Solo depende de él, y de las circunstancias.

 

Lapsus autorreferencial

 

Fundé este periódico hace quince años, luego de más de una década como director periodístico del diario El Patagónico. El país venía del colapso y parecía moribundo; faltaba poco para la llegada de Kirchner a la presidencia y de Das Neves a la gobernación.

Desde entonces hicimos periodismo con pocos recursos pero con una convicción: la de que había espacio para un medio con la aspiración de investigar y analizar, sin prejuicios.

Creímos posible encontrar lectores para poder brindarles elementos de análisis y contribuir a elaborar su propio juicio. Aprendimos que los lectores siempre serán minoría, como dijo Andrés Rivera, pero que siempre influirán sobre el porvenir.

Lo que llamamos “periodismo” parece estar en una etapa agónica. Fueron quince años difíciles. Quizás los que vienen serán todavía más complicados.

Sin mencionar el rol que ocupan u ocuparon y por estricto orden alfabético, es hora de agradecer a todos los que contribuyeron a que El Extremo Sur exista desde aquel lejano 2002.

Mi agradecimiento, siempre, para Andrés Acevedo, Osvaldo Aguirre, Ben Bollig, Jorge Boccanera, Gerardo Burton, Diego Cacciavillani, Roberto Castrillón, Andrea Castro, Santiago Costa, Andrés Cursaro, Damián Etchezar, Horacio Escobar, Tamara Florin, Juan Carlos Funes, Marcelo García, Arturo Haffner, Leonardo Iglesias Contin, Alejandro Mezzano (nuestro extraordinario jefe de diseño desde la primera edición), Federico Mehrbald, Rodolfo Nahuel Peña, Pablo Quintana, Rolando Tobárez, Nora Veiras y Sara F. Warnes.

También va nuestro agradecimiento para todos los que pasaron por estas páginas como columnistas, entrevistados y anunciantes; y para los dirigentes políticos, funcionarios y empresarios que afrontaron críticas y señalamientos con talante democrático y vocación de diálogo.

Nos propusimos desde el primer día dar testimonio en tiempos difíciles -como Walshpedía- y seguimos creyendo que el periodismo puede ser la primera versión de la historia.