Política

¿Quién es Hernán Lorenzino?

EES 116.

 

Hombre de confianza de Amado Boudou, entró a la política grande de la mano de Carlos Fernández, Exministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner. Participó de prácticamente todas las reestructuaciones de deuda en el exterior y fue uno de los cerebros de la estrategia para el pago al Club de París, que finalmente no se llevó a cabo. Está casado con Carola y tiene tres hijos. Este hincha de boca y ricotero, de excelente imagen en los mercados y banca internacional se supo ganar un lugar de privilegio dentro del complejo entramado de poder cristinista. Una breve reseña que muestra por qué un pibe de barrio de una ciudad perdida en el sur llegó a ser Ministro de Economía de la Nación.

 

La infancia del ministro

 

La inauguración de Aluar en el año 1970 fue la posibilidad para que su padre, Aldo Lorenzino, decidiera traer a su familia a la ciudad portuaria. Todos se instalaron en una casa de clase media ubicada en la calle Rivadavia, entre 25 de mayo y pasaje Ruiz Díaz.

Hernán cursó su primaria en la escuela n° 84 y la secundaria en la escuela n° 710, donde siempre se destacó por su capacidad e inteligencia.

Egresó como bachiller en el año 1989 y se fue a estudiar abogacía a la Universidad de la Plata, donde se recibió sin ningún inconveniente. Ya en tercer año comenzó como ayudante de cátedra y se perfilaba como un estudiante con futuro. En el cuarto año de la carrera, empieza a trabajar para la Subsecretaría de Coordinación Fiscal de la provincia de Buenos Aires. Su jefe, Carlos Fernández, será años después Ministro de Economía de Cristina Fernández luego de la salida de Martín Lousteau.

Hizo dos másters: uno en Gestión Pública y Finanzas (UNLP) y otro de Economía (Universidad Di Tella).

Bajo la gobernación de Felipe Solá, Lorenzino fue Director de Política de Financiamiento y Crédito Público. Por esos años, fue una de los impulsores de la reestructuración de deuda que acarreaba la provincia con la emisión de los ‘patacones’, bonos emitidos en la emergencia económica bajo la gobernación de Ruckauf.

 

Desembarco en el gobierno nacional

 

En la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, Carlos Fernández asume como Ministro de Economía. Y fue el flamante ministro quien lleva al madrynense como parte de su equipo de trabajo, designándolo como representante financiero en Washington.

Hernán Lorenzino acepta ir a Washington luego del visto bueno familiar. Compra un vehículo y alquila una casa grande para alojar a sus futuras visitas. Estaba todo armado para su desembarco. Pero Carlos Fernández renuncia dos días antes de la fecha patria y llega Boudou, quién le pide que regrese porque lo quería acá, como asesor financiero. Lorenzino todavía no había desembalado sus cosas de la capital americana y ya tenía que volver al país.

Hizo una excelente gestión como asesor financiero, siendo una de las cabezas pensantes en la reestructuración de pago al Club de París, que en principio iba a realizarse para dar una fuerte señal a los mercados internacionales pero luego, por decisión política, no se hizo.

Amado Boudou, mientras tanto, llevó a su gente pero reservó a Lorenzino, que no sólo dio buenas muestras de idoneidad, sino que entabló buen diálogo y amistad con el actual Vicepresidente, quedando como uno de sus hombres de confianza.

 

El viaje con Cristina que definió todo

 

Algo muy curioso le permite a Lorenzino mostrarse como el sucesor de Amado Boudou. Si bien el Vicepresidente de la Nación lo tenía en la lista, fue la propia Presidenta quien dio el visto bueno para que quedara a cargo de la cartera económica.

Todo comenzó cuando Cristina y Amado Boudou (por entonces, Ministro de Economía) tenían que viajar la sexta reunión anual del G-20, celebrada en Cannes, Francia, en noviembre de 2011. Boudou tuvo que quedarse porque se desató el primer conflicto serio con el dólar y quien finalmente acompaña a la Presidenta fue Hernán Lorenzino. En ese viaje, Cristina lo conoce en profundidad e inicia excelente diálogo y relación. Fue la primera buena impresión de la líder oficialista que marcó la balanza para su definición como Ministro de Economía.

 

Las internas dentro del oficialismo

 

Para simplificar el complejo panorama de internas que sufre el oficialismo, podría clasificarse los grupos de poder en tres sectores: el justicialismo clásico, el kirchnerismo y el cristinismo. Con matices y fortalezas, La Cámpora deambulo en la sucesión de Néstor y Cristina, fortaleciéndose con esta última.

Hernán Lorenzino es miembro de la graN maKro, un grupo de jóvenes economistas que bajo el ala de Néstor Kirchner, diagraman las estrategias macroeconómicas de las nuevas políticas en esta ‘nueva etapa’ que inició el ex gobernador de Santa Cruz en el 2003. El primer mandato de Kirchner fueron los mejores tiempos económicos que tuvo el oficialismo: con un crecimiento sólido, una inflación controlada y un Banco Central que si bien coordinaba  políticas con Economía, seguía manteniendo su autarquía. Para ese entonces, La Cámpora sólo era una agrupación de apoyo político de base. Con la muerte de Kirchner, Cristina decide divorciarse del peronismo clásico, aumentándole el poder a La Cámpora, quien comienza a ramificarse en lugares estratégicos y a cooptar el manejo de las grandes cajas: Aerolíneas, Cammesa, YPF y pauta oficial.

El crecimiento de La Cámpora fue en detrimento de algunos gordos de la CGT que vieron que el futuro que miraba Cristina poco tenía que ver con el peronismo clásico, algo que el propio Kirchner no se había animado a hacer o, simplemente, no lo quería hacer. Nunca se sabrá.

Este núcleo de poder del peronismo clásico que Cristina no quiere está siendo sembrado por Daniel Scioli, quien pretende mostrar su cosecha en el 2015 como la síntesis racional entre el estilo de Néstor y de Cristina. De ahí que los nuevos aliados de la presidenta entablen pequeñas batallas con las figuras fuertes que definen como parte del pasado: Hugo Moyano en lo sindical y Daniel Scioli en lo político.

 

El lugar de Lorenzino en el laberinto de fricciones

 

Las internas adentro del propio oficialismo son incontables, incluso existen disputas entre los leales a Néstor y los leales a Cristina, como podría ejemplificarse en la fricción silenciosa entre Julio De Vido y Alex Kicillof, Gabriel Marioto y Daniel Scioli, aunque este último mantuvo su lealtad como una incógnita.

Lorenzino cuenta con la ‘protección’ política de Amado Boudou, quien sobrevive por el visto bueno de Cristina, aunque algunas fuentes adentro del núcleo de poder central no dudan que la relación entre Boudou y Máximo Kirchner (cerebro de La Cámpora) no es la mejor: algunos resentimiento suelen aflorar de vez en cuando.

 

Lorenzino o Kicillof: Apolo o Dionisio

 

A no confundirse, nadie llega a ser Ministro de Economía por casualidad. Es cierto, el camino que recorrió Lorenzino no fue político sino técnico: siempre se destacó por su efectividad en los lugares que ocupó: reestructuración de deuda en la Provincia de Buenos Aires, reestructuración de pago con el Club de París, reestructuración de deuda con los tenedores de bonos que habían quedado afuera del primer canje y del segundo, que permitió llevar del 66% al 92,4% de adhesión. Lorenzino estuvo estratégicamente detrás de cada uno de estos logros –exceptuando al Club de Paris que no se llevó a cabo– que el gobierno utiliza aún hoy como caballito de batalla en sus discursos. Pero, ¿por qué el protagonismo de Kicillof? En primer lugar, Lorenzino tiene el mismo perfil que su mentor político, Carlos Fernández: es de perfil bajo, estratega y trabaja en silencio. Trabaja con resultados, mientras que el Viceministro de Economía trabaja con procesos. Se trata de dos perfiles que sirven perfectamente para mostrar el anverso y el reverso del país: Kicillof es el hombre que necesita Cristina para sus ‘asuntos internos’: bravo, desafiante, semióticamente setentista –si atendemos a su curiosa patilla que luego de la primera presidencia de Menem entró en desuetudo–, y por el otro lado, la imagen de Argentina en el exterior: un ministro cauto, racional, de buena relación con la banca internacional y decoroso.

En 1872, Nietzsche publicó su primera obra: El Nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música. Allí habló de la doble manera de comprender lo que él llamó ‘experiencia vital’. Estaba representada por dos categorías teóricas: lo apolíneo (que viene del dios Apolo, de espíritu racionalizador y equilibrado) y lo dionisíaco (de Dionisio, dios de la embriaguez y la desmesura). Ambos son los representantes de esta naturaleza dicotómica nacional, un dispositivo muy efectivo en  el delicado engranaje mundial: un Kicillof dionisíaco y argento y un Lorenzino apolíneo e internacional. Todos peronistas, diría el ‘general’.

Gabriel Porreta, importante empresario inmobiliario de la ciudad de Puerto Madryn y amigo de la infancia de Lorenzino, cuenta algunas anécdotas de su amistad con el ministro: “Nos conocimos desde tercer grado, en la escuela n° 84. Siempre fuimos muy vagos y atorrantes, él vivía a tres cuadras de casa. Hernán siempre fue el destacado de todo, y más en la secundaria”.

En el año 86’ y 87’, en pleno auge del Pádel, cuenta Porreta: “con Hernán jugaba mucho al pádel y éramos muy buenos. Fuimos invitados al primer torneo patagónico en Bariloche. También cuando inauguró la primera cancha en Esquel. Me acuerdo que todos iban con su pantaloncito y nosotros, que no teníamos plata, íbamos con bermudas y vinchas de trapo pero cuando jugábamos se llenaban las canchas”.

Recuerda Porreta una de las anécdotas más graciosas de un viaje como mochilero que hiciera con Lorenzino: “a los 16 fuimos con Hernán cancheros del Fondo pádel, unas canchitas que quedaban en la calle Marcos a Zar. Ya no están más. El plan era este: teníamos que laburar nueve meses: tres yo, tres Mariano Stazzone (otro amigo íntimo) y los últimos tres Hernán. Con esa plata nos íbamos a ir de viaje como mochileros a Córdoba. Finalmente juntamos la plata, la pusimos en la caja de ahorro que nos había abierto Aldo, el papá de Hernán, en el Banco Alas, que tampoco existe más. Aldo nos consiguió que dos camioneros de Aluar nos llevaran: en uno fue Mariano y en otro estábamos Hernán y yo. Nos gastaron de acá hasta la Pampa y nos terminamos peleando; en fin, terminaron tirándonos la mochila en Gigena (Alcira Gigena es un pueblo cercano a Río Cuarto). Estábamos sin un mango, habíamos puesto toda la plata en el banco y como le pegábamos derecho a Córdoba, apenas llevábamos para comer. Ese día hicimos dedo en la ruta, y no nos levantó nadie. Tuvimos que entrar al pueblo y pedimos plata en la plaza con un tarrito. Después le preguntamos al tipo que nos tenía que vender los pasajes para Río Cuarto si no nos compraba algo de ropa. Así que también vendimos ropa. Lo más gracioso es que con Mariano empezamos a sacar las pocas remeras de marca que teníamos, como para tentarlo y Hernán sacó un toallón viejo y una linterna más vieja. Lo miramos, como diciéndole: ‘loco, ¡sacá algo¡’. Lo más cómico es que el tipo terminó comprándonos el toallón y la linterna y ahí tuvimos para dos pasajes que usamos con Mariano porque a Hernán lo llevaron. Después de cuatro días, terminamos en Carlos Paz, con la plata que habíamos juntado. Esto –concluye Porreta– es lo que se puede contar”.