Opinión

Quince años de economía literaria en El Extremo Sur

Jorge Manuel Gil* (Exclusivo EES).

Creo que El Extremo Sur hace economía literaria porque se refiere –quizás a pesar suyo- a las siempre tortuosas relaciones entre el intercambio económico crematístico y el intercambio intelectual creativo, entre dinero y lenguaje, cuenta y cuento.

No es desatinado, si se reconoce que “seme”, de donde deviene semiótica, significa tanto “palabra” como “moneda”. Pero economía literaria es, sin dudas, un oxímoron, una contradicción tolerable sólo si es usada por los poetas. Pido licencia y me la tomo, dado que la economía es número, más o menos cierto y la literatura es relato, más o menos fantástico. Con lo que el número se hace fantástico y la palabra cierta, por lo que contar y hablar se nos hará más difuso, entretenido e incierto.

Pero queremos números de la economía y por eso la relacionamos con las Matemáticas. Buscamos letras de la literatura, por eso la vinculamos al Lenguaje. Lo cierto es que ambas,  y por suerte, se escapan del arcón de los especialistas y se hacen pragmáticas para ayudarnos a vivir.

Pero prevalece el lenguaje, provisionalmente y por suerte para Extremo Sur, la palabra, dicha o escrita. Por ejemplo todos recordamos el “perderán los que apuesten al dólar” de Sigaut pero ni por asomo recordaremos a cómo estaba el dólar y a cuanto aumentó después; o el “les hablé al corazón y me respondieron con el bolsillo” de Pugliese cuando se refería a quienes subían los precios por la devaluación en 1989; o Perón diciendo “cuando vieron un dólar?” frente a la preocupación económica por el aumento de precios en 1953.

Por eso, para comprender la difusidad del mundo, necesitamos articular la economía superficial –que le da una certeza efímera-con la literatura profunda –que le otorga historicidad permanente. De la cuenta y del discurso que han ayudado a comprender la realidad de la Patagonia en estos últimos quince años en lo que nos acompañó –advertida o no que fuere- la obstinada presencia de Extremo Sur.

Capello, el DT italiano de la selección británica, manifestó hace días que cien palabras le sobraban para dirigir a su equipo de fútbol. Un verdadero economista del idioma. Para qué más?. Lo mismo podemos hacer en economía, diez números, para qué más?. Y si me apuran quizás uno sólo: a cuanto está el dólar?, tal es el nivel de nuestra dependencia que somos una moneda extraña e incomprensible que pierde valor en el mundo y gana como atesoramiento nacional o huida de capitales a los paraísos fiscales.

Por eso lo que interesa son los sentimientos apasionados que encierran los números como lenguaje integrante de la semiótica. Y esta se ocupa –como enseña Umberto Ecco- de todo aquello que puede ser usado para mentir. Pero vayamos a la economía de la economía de estos quince años.

De los números se me ocurre señalar que en 2002 (Duhalde, default, fin de la convertibilidad) la deuda externa era de u$s 188mM; el PBI u$s 97,72mMy per cápita era de u$s2.579,19; la relación deuda/producto era de casi 2 (se duplicaba), la inflación fue del 41%, el dólar estaba a $ 3,60.- y la tasa de interés era del 50 %y que éramos casi 37M habitantes más o menos desgraciados y que 2017 nos encuentra aumentando la deuda externa a un ritmo anual del orden de u$s 100mM; produciendo riqueza por 141mM; con una relación creciente entre lo que debemos (cada vez más) y lo que producimos (cada vez proporcionalmente menos), un dólar a casi $ 18.-y compartiendo territorio con 44M habitantes casi más desesperanzados que hace quince años. Conclusiones: el dólar es más barato y la vida más cara; hay más deuda externa y menos inversión; el dinero sigue siendo caro y el trabajo barato.

Entre las dos fechas, en el medio, transitamos un intento de liberar los viejos fantasmas libertarios y pretenciosos de nuestras adolescencias. Fue un intento, porque al final volvieron con otros ropajes, otros colores, otra mise-en-scène. Pero los fracasos tienen la posibilidad de volver a intentarse, podemos repetirlo.

De la literatura podemos decir que aparecieron, o tuvieron más fuerza y protagonismo, nuevas palabras-conceptos: desendeudamiento (que le debemos a Néstor), relato (que le endilgan a Cristina), postverdad (que es conciencia en Macri), emoticones (que salvan el analfabetismo de mis hijos), femicido (que debió haber nacido con el dentista Barreda), multiculturalidad (que nos enseñó Evo, salud!), hipervínculo y, sin embargo, se ha visto reducido el número de palabras utilizadas. El lenguaje –modificado por los jóvenes y las redes sociales- nos impuso su carácter social y una síntesis de su complejidad sintáctica y su recursividad.

Apuesto a que los próximos 15 años de Extremo Sur van a estar signados por las palabras “deuda” y “monedas integrales encriptadas” en economía e “hiperverdad” y “cibernántropo” en la vida social. Excepto el origen bíblico de “deuda”, las demás son producto de la tecnocracia. Será un estar “de otro”, es decir endeudado y “a través de otro”, como virtual. La vida habrá de transcurrir entre la deuda eterna del cibernántropo y la hiperverdad ilusoria de la moneda virtual.

Ese futuro de un discurso económico rico y un relato social pobre, de un menos palabras lentas y más números rápidos, de menos leyendas de los historiadores  y más algoritmos de los ingenieros, puede alegrar al hombre numérico que requiere la razón neoliberal. Pero al humanismo le deja un gusto a desesperanza.  Ojalá El Extremo Sur pueda compensarlo siquiera en parte.

 

*Docente universitario. Ex Rector de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.