Géneros

Aborto y marginalidad en los 60

Por Agostina Gieco

A fines de los años 60 en Chicago, Estados Unidos, parte de la población estaba en gran descontento con las autoridades tanto políticas como policiales. Una época en la que la idea de participar de movimientos sociales contra el racismo, la guerra y la represión afloraba en la conciencia de, sobre todo, jóvenes y personas marginadas de la sociedad, como la población negra o puertorriqueña que luchaba por sus derechos civiles y contra la discriminación que vivían a diario.

Las mujeres eran otro sector descontento con las políticas restrictivas que imperaban sobre sus cuerpos. Para poder acceder a la píldora anticonceptiva, por ejemplo, debían estar casadas y quizás ahí el médico les otorgaría la receta. Había restaurantes en los que únicamente tenían permitida la entrada los hombres, y si a ellas se les ocurría ingresar eran expulsadas por las fuerzas policiales. Además, se sabía que esta ciudad era considerada, fuera de Europa, como la arquidiócesis católica más grande y que, al igual que en la actualidad, la Iglesia ejercía mucha presión sobre determinados temas considerados pecado, entre los que figuraba el aborto. En casi todos los estados del país esta intervención no sólo no era legal, sino que lo consideraban un crimen, habiendo pocas excepciones, como que corriera peligro la salud de la madre y si los embarazos eran producto de una violación.


Debido a su carácter marginal, y como la gran mayoría de las personas que estudiaban y ejercían la medicina eran hombres, éstos se aprovechaban de la situación de vulnerabilidad de las mujeres que querían realizarse un aborto. No sólo a nivel económico, cobrando desde 500 dólares por hacerlo, sino que las condiciones en las que se llevaban a cabo eran inhumanas. A algunas las dejaban a su merced, sangrando en una habitación sin ningún tipo de acompañamiento posterior. A otras, las forzaban a realizar sexo oral a quien le practicara el aborto, o de otra forma no lo haría, e incluso en algunos casos fueron acosadas y maltratadas físicamente.

Es en este contexto en el que se crea Jane. Cada una de sus participantes tiene su propia historia y razones para incorporarse al grupo, pero todas están unidas por el deseo de ayudar a mujeres que no podían costearse un aborto y que no merecían ser tratadas como basura ni morir desangradas o con infecciones por introducirse objetos no quirúrgicos. El método de difusión de esta agrupación era simple: pegaban pequeños carteles en tablas que contuvieran información, ubicados en universidades o en la calle, además de introducir un anuncio en un periódico extraoficial. En ellos, había una simple frase como "¿Embarazada? ¿No querés estarlo? Llamá a Jane al..." seguido de un número de teléfono, o "¿Necesitás un aborto? Llamá a este número y preguntá por Jane".

Una vez que iban recibiendo los llamados, se dividían los casos entre las integrantes del grupo, ya que eran tantos que no podían realizar el trabajo unas pocas personas. El asesoramiento que ofrecían respecto de cómo se realizaba un aborto y qué debían hacer luego era gratis, pero para el acto en sí cobraban, ya que los instrumentos que utilizaban debían pagarlos, además del hecho de que el hombre responsable de los abortos también recibía una parte del dinero. Sin embargo, no tenían tarifas fijas, sino que se manejaban por un sistema en el que cada una pagaba lo que pudiese, a voluntad. Según cuenta una de ellas, practicaban treinta abortos por día, atendiendo tres veces por semana.

Se puede ver qué tan arraigada tenemos la idea de la obligatoriedad de ser madres o desear serlo, que quienes se acercaban a Jane comenzaban a expresar sus razones por las cuales estaban ahí, como si no fuese suficiente decir "no quiero ser madre". La presión social ejercida sobre la mujer era mayor décadas atrás, aunque actualmente todavía existan sectores conservadores que sugieren que hay roles fijados para los hombres y para las mujeres, siendo estas últimas destinadas al ámbito privado del hogar y del cuidado de los niños. Las integrantes de Jane constituían una red de apoyo y contención para todas las que iban a solicitarles ayuda, sin juzgar, y comprendiendo cada situación.

Era tanto el deseo de ayudar, que por más que sabían que sus prácticas eran ilegales y que estaban siendo investigadas por la policía, continuaban. Además, estaban al tanto del acompañamiento psicológico y social que necesita una mujer antes de abortar, así como una vez realizado. Más allá de lo decidida que se pueda estar, no es una situación para transitar en soledad. Es necesario contar con alguien que te tranquilice en el momento y luego te haga un seguimiento.

Un punto clave que deja en claro Janes: mujeres anónimas- dirigido por Tia Lessin y Emma Pildes y disponible en HBO Max- es que una de las cuestiones que más se postulan como argumento a favor del aborto legal, seguro y gratuito, es que por más que esta práctica sea ilegal, las mujeres lo seguirán haciendo igual y los métodos que usarán son peligrosos y les causarán la muerte. Por esa razón, la tan oída frase "salvemos las dos vidas", sobre todo durante el 2018 en medio del debate en el Congreso argentino, se cae por sí sola, porque aunque estén en el ámbito ilegal, las jóvenes accederían a abortos de formas no seguras que generarían la muerte tanto suya como del futuro bebé.

En 1973, gracias al fallo "Roe vs Wade" en el que la Justicia estadounidense decidió que el aborto sería legal en todo el país, Jane debió acabar con su misión, luego de haber realizado aproximadamente 11.000 abortos durante el tiempo en el que operó. Ahora, 49 años después de ese hito histórico que cambió la vida de muchas mujeres, sus derechos vuelven a ser vulnerados. Hace tan sólo un mes, la Corte Suprema de Estados Unidos derogó el reconocido fallo, eliminando el aborto como derecho constitucional.

Viendo este caso como ejemplo, hay que tomar consciencia de que los derechos ganados no son eternos. Siempre podemos encontrarnos con sectores conservadores que se creen con el poder de decidir sobre nuestras libertades, y a veces lo logran. La conquista de derechos es una victoria, pero nunca está 100% asegurada, todo puede volver atrás de un día para el otro.

Fuente: APU