Editorial

Chubut: la sociedad dañada por un legado autoritario

Director

EES 120

 

El debate político, ideológico y cultural ha permanecido obturado durante las últimas décadas en la sociedad chubutense, al menos en el nivel más amplio, ése que abarca a la mayoría.

 

Apenas tres gobernadores gestionaron el Estado provincial desde 1991 hasta 2011, si se suman los dobles mandatos de Carlos Maestro y Mario Das Neves a la insípida transición entre ambos que constituyó el período de José Luis Lizurume.

 

Las consecuencias de esos dos "unicatos", cada uno de ellos absorbente, autorreferencial, refractario al diálogo y a la construcción democrática, marcados por un autoritarismo apenas disimulado por la demagogia, están nítidamente a la vista ahora.

 

Maestro, muy lejos de cualquiera de las versiones progresistas del radicalismo, se fusionó de cuerpo y alma con la lógica neoliberal de Menem, y luego saltó a la vera más conservadora de De la Rúa, siempre huraño a cualquier trato con la zonaabarcativa de la Alianza, que de todos modos terminó en fracaso por incompatibilidad.

 

La gestión provincial de Maestro, que aún no ha sido estudiada en profundidad, tuvo una base de efectismo, triunfalismo, pragmatismo a ultranza, vacío ideológico y carencia de políticas de fondo que impidió toda posibilidad de desarrollo de largo plazo, y desaprovechó cualquier oportunidad de invertir seriamente el producto de la liquidación histórica de regalías. Su perfil, endogámico, autosuficiente, no le permitió salir jamás de una suerte de feudalismo a la usanza de las viejas oligarquías que han gobernado las provincias del Noroeste.

 

Sus discusiones con el Kirchner gobernador de Santa Cruz deberán ser revisadas en los archivos de la prensa provincial, especialmente en la de Comodoro Rivadavia. Maestro había logrado, al igual que Das Neveslo haría más tarde, una cuasi "unanimidad" aprobatoria en los medios a fuerza de inversión publicitaria sin control.

 

Quienes seguimos de cerca ese cruce entre gobernadores *, supimos que más allá de la cooptación mediática estábamos asistiendo a un choque sin equivalencias, como se dice en boxeo. Paradójicamente, discutían dos santacruceños, ya que Maestro nació en San Julián.

 

De un lado, un dirigente de gambeta corta, un listo de centavos, un Maestro de aula mínima haciéndose aplaudir y planteando muchas chicanas pero ninguna idea de futuro, apenas un día a día de inauguraciones para nada. El grueso de la prensa provincial jerarquizaba al chubutense. Era "nuestro" gobernador, a beneficio de inventario y al menos -a diferencia de Das Neves- se dejaba entrevistar por periodistas que le hacíamos preguntas.

 

Entrevisté a Néstor Kirchner en sucesivas oportunidades para El Patagónico. Dejo cualquier panegírico a los militantes, porque quiero centrar mi observación en lo que implicaba entonces dialogar con él en términos de agenda y contenido, y la diferencia sustancial que lo separaba de su colega chubutense. Kirchner tenía un diagnóstico profundo  de la situación económica de la Patagonia dentro de una visión afilada del país, y una formación económica e histórica que le permitía discutir, polemizar y argumentar sin pedir privilegios por su cargo. Era imposible coincidir en todo con él, pero tenía números, conceptos, ideología, y los defendía con todas sus armas. No medía el tiempo: podía describir su visión de la coparticipación federal, las regalías o el negocio petrolero durante horas. Quería convencer.

 

Es paradójico que Maestro haya sido un antikirchnerista pionero, cuando no podía sospechar que el hombre de Río Gallegos terminaría siendo Presidente. Das Neves sería anti K poco tiempo después, porque ya cuando asumió como gobernador en 2003 estaba separado por un abismo de la concepción política de Kirchner.Su visión del peronismo fue coherente de principio a fin. La fórmula con Duhalde no tuvo nada de casualidad, sino de afinidades profundas con el capo bonaerense.

 

Impacta también que Das Neves acentuara hasta la exacerbación casi todos los rasgos del ex líder radical incurriera en una incomprensión de Kircher y su pensamiento. Das Neves no hizo más que profundizar la tendencia instaurada por Maestro en la sociedad chubutense.

 

No sólo acentuó el culto a la personalidad, la suya, sino que se ocupó de socavar cualquier atisbo de disidencia, pensamiento crítico, desarrollo cultural no sumiso, y el adjetivo "independiente" se convirtió en insulto cuando salía de su boca. El disidente pasó a ser enemigo, y al enemigo, ni justicia.

 

El sistema de cooptación de medios y amedrentamiento de periodistas, gremialistas, activistas sociales y disidentes en general se hizo hegemónico, una máquina perfeccionada que graduaba premios y castigos. Justamente, el hombre que manejaba la chequera de los dones de Información Pública deberá declarar ante la Justicia a mediados de mes.

 

El dispositivo, sin embargo, fue hambre para mañana. Ahora, cuando se terminan de desvanecer los ecos de una parafernalia que iba de la épica hasta el destino manifiesto de la Presidencia, el largo período de Das Neves empieza a ser percibido como lo que fue. Dotado de fondos impresionantes por el gobierno de Kirchner desde 2003, hizo obras a la marchanta, carente de toda visión estratégica, olvidó toda inversión consecuente en el desarrollo de los recursos humanos para educación, tecnología, salud y seguridad, y careció por sobre todas las cosas de una mirada de estadista. A esto hay que agregar los indicios de irregularidades y las sospechas de corrupción.

 

Por eso legó una provincia endeudada, con recursos hipotecados -a través de decisionescomo la renegociación "eterna" con Pan American Energy-, empresas dudosas con el Estado como socio bobo -Ingentis es ejemplo suficiente- y con todas las regiones clamando por una oportunidad de futuro. Esquel quiere discutir un proyecto sustentable más allá de la minería, Puerto Madryn ve el ocaso de la pesca sin otra salida y Comodoro Rivadavia quedó más desguarnecida que nunca tras ocho años sin respuestas de fondo, a la espera siempre de su reparación histórica. Trelew se aferra al Estado, y espera también su obra salvadora.

 

Maestro y Das Neves sustentaron una tradición, perversa, que se proyecta sobre la sociedad chubutense y plantea un desafío inmenso. Es tan gravesu legado autoritario como su realpolitik sin principios ideológicos ni éticos.

 

En Chubut es preciso restablecer el diálogo -no la retórica- para restaurar el debate político, ideológico y cultural. La ampliación de derechos que el kirchnerismo fue profundizando en el país llegar hasta el hueso en la provincia. Tenemos talento,una sociedad con enormes capacidades. El Estado debe oír más que hablar, estimular más que dar órdenes.

 

Es llamativo. Maestro y Das Nevesse definieron en distintos momentos por el rechazo a Kirchner. Más que proponer un proyecto de construcción, se pusieron a la contra. Con el agua de la historia que ha pasado bajo los puentes, es posible afirmar que estuvieron a la contra de la sociedad y de lo que la gente quería, y fueron incapaces de leer la dinámica de los cambios sociales.

 

Ambos son parte del pasado. El desafío es lo que queda. Buzzi, en Chubut, tiene la oportunidad de instalar un nuevo paradigma, si conserva la capacidad de escuchar al pueblo que gobierna. Ése oído que su antecesor perdió en pleno camino hacia el lugar al que nunca llegó.

 

Minorías político-ideológicas, artísticas, sexuales, sindicalistas, migrantes, militantes de derechos humanos  y de todos los frentes, intelectuales, estudiantesy ciudadanos de todos los pueblos han trabajado obcecadamente en Chubut en busca de fisuras en el discurso dominante para instalar discusiones y propiciar cambios. A ellos no los detuvo la condena desde el poder ni los formatos hegemónicos a los que parecíamos condenados.

 

Das Neves ya es un outsider de la política. Es posible que su olfato haya sido mellado por la molicie del poder ahora perdido. Da la impresión, incluso, de que jamás llegó a "leer" al mismoBuzzi.

 

Intendentes "carnales" del dasnevismo, de los que iban a todas las fiestas íntimas y se quedaban hasta el final, cuando él filosofaba sobre la vida y delineaba su futura Presidencia, aseguran que Buzzino andaba jamás por ahí. "Hay fiestas en las que no quiero estar, porque ya sé de que están hechas", pudo haber dicho Buzzi citando a Juanele Ortiz.

 

Aunque sea por esos gestos mínimos, el frustrado aspirante presidencial debió comprender que Buzzi no era, ni iba a ser, parte de su proyecto antikirchneristani continuador de su "modelo" de palo y a la bolsa. "Duhalde es mi límite", me reveló en estricto off the record el actual gobernador en una entrevista solitaria realizada en un pequeño café de la Cordillera, mucho antes de las últimas elecciones provinciales.

 

 

*En mi caso, como director periodístico de diario El Patagónico entre 1991 y 1999.