Cristina & Buzzi / Un nuevo relatoLa presidenta Cristina Fernández ha declarado una guerra mediática contra las grandes petroleras. Esa guerra de papel puede convertirse en un contundente conflicto de intereses. El cambio de la relación del gobierno kirchnerista con las operadoras -desde 2003 beneficiadas con numerosos incentivos fiscales, renegociaciones favorables y subsidios -empezó notarse en 2011.
Tras la meneada operación quirúrgica de enero, Cristina lanzó su granada. "El subsuelo es de los argentinos y está concesionado, por lo tanto no se puede volver a la época del Virreinato, donde se llevaban todo y no dejaban nada", dijo; y agregó que "voy a usar todos los instrumentos que la Constitución y las leyes le permiten usar a los gobernantes para defender los intereses de los 40 millones de argentinos".
Detrás de la bronca de la Presidenta asoma un cuadro desolador para el Estado en materia energética, que provoca un malestar social cada vez más evidente. Como se expresa nítidamente en el informe de Marcelo García (p. 10-11), es notable cómo casi todos los niveles de los hidrocarburos empeoran sin cesar, dejando al país en el inexorable camino de la importación.
Desde 2003 a 2011 la producción nacional de petróleo se redujo en un 23%, mientras que la de gas cayó un 9%. Además, las empresas invierten cada vez menos en exploración, pero utilizan crecientes cantidades de agua en sus operaciones de recuperación secundaria (p. 12-13). Ese despilfarro de las petroleras debería incorporarse a la discusión en el mismo nivel de importancia que está adquiriendo en el plano minero.
Este es un año especial, ya que en septiembre se cumplirán 20 años de la privatización de la YPF estatal, que permitiría a Repsol controlar la mayor compañía que supo tener el Estado argentino. La posibilidad de que el Estado vuelva a ser propietario de los recursos naturales -en particular del petróleo y el gas- adquiere entonces un peso simbólico adicional.
Tanto la discusión por la cuestión petrolera como la "malvinización" (p. 18-19) forman parte en este momento del relato de la Presidenta. Habrá que esperar sus pasos futuros para saber si es un movimiento táctico para compensar frentes críticos de desgaste. Lo concreto es que puso en la calle una discusión que permanecía abortada desde la vergonzosa privatización de YPF. De la propiedad y el manejo de los yacimientos no se habló en las dos últimas décadas. Por tratarse de recursos naturales estratégicos, la escasa intervención del Estado desde la década del '90 es una política que debería modificarse cuanto antes.
"En el entorno del Gobierno ya se plantea con fuerza que las políticas correctivas a las conductas monopólicas en el sector petrolero tienen límites muy estrechos. Legisladores, especialistas y también funcionarios de primera línea participan de un debate que ya incorpora, como alternativa explícita, la recuperación de una petrolera estatal y, más concretamente, la renacionalización de YPF", escribía Raúl Dellatorre a fines de enero (1), exponiendo en uno de los medios más kirchneristas el caldo de cultivo de lo que podría suceder en los próximos meses.
Aquella privatización menemista de YPF contó con el respaldo casi unánime de todos los sectores políticos. Al revisar el archivo pueden verse rostros eufóricos de chubutenses y santacruceños en ese día trágico para la soberanía energética argentina. Como se sabe, la privatización dejó réditos personales a unos cuantos dirigentes, pero ninguno para el país.
Buzzi, el duro
La avanzada de la Presidenta obliga a los chubutenses a preguntarse por el destino que podrían tener los cuatro yacimientos que opera YPF en la provincia: Manantiales-Behr, El Trébol, Campamento Central y Escalante.
Desde su atalaya de la OFEPHI, el gobernador chubutense Martín Buzzi parece haberse convertido en el intérprete más preciso de la cruzada K. "La realidad de YPF es decadente y si no dan señales en dos semanas, nuestra decisión en Chubut es avanzar con la reversión de las áreas", aseguró.
"Ellos ya saben lo que tienen que hacer. Tienen que hablar menos y hacer más. Nuestra posición es clara: invierten más o vamos a revertir las concesiones. No vi ninguna señal de YPF que demuestre que está dispuesta a cambiar. La lógica que aplican es de capitalización del socio argentino y repatriación de fondos a España", agregó Buzzi.
"Está claro que no me voy a quedar quieto esperando que ellos decidan", dijo Buzzi, quien agregó que "hay inversores privados dispuestos a hacer lo que YPF no hace". Aunque no los mencionó en su entrevista porteña, dos de los "inversores" que habrían contactado al gobierno provincial serían
Carlos Bulgheroni -quien negoció muy ventajosamente con Das Neves el remate de Cerro Dragón- y Cristóbal López. Ambos son empresarios cercanos al kirchnerismo, y el último acredita además una vieja relación con el mismo gobernador.
El dasnevismo
El dasnevismo ha muerto. El final de ese ciclo resultó tumultuoso, confuso, escaso en grandeza y proyección de futuro. Nadie sabe si el mismo Das Neves sobrevivirá como actor político relevante, pero la inmensa mayoría de quienes lo acompañaron durante su apogeo milita ahora en el segundo o tercer plano de la política, si no pasaron a retiro. Él mismo ha abjurado de buena parte de esa gente, en especial de aquellos que -más que jóvenes brillantes- resultaron aprendices y aprovechadores.
En las páginas de este periódico dimos cuenta de errores y obcecaciones del ex gobernador y de sus exabruptos, realmente graves desde el punto de vista institucional, y se criticó con fundamento sus políticas equivocadas o erráticas. Lo hicimos en tiempo y forma, en el mismo momento en que Das Neves gobernaba cual pequeño emperador; sobre todo cuando más poder concentró.
Ahora -cuando disparar sobre Das Neves es una suerte de deporte sin costos para medios de prensa que antes lo halagaban- consideramos oportuno profundizar el análisis del estado real de la provincia y de los planes de futuro que Buzzi comienza a esbozar después de dejar su tutela.
El triunfo de Buzzi constituyó la última derrota de Das Neves. Es preciso remarcar aquí la derrota conceptual del ex gobernador, quien creyó construir un sucesor a su imagen y semejanza, obediente y sumiso, sin percibir las diferencias profundas que lo separaban de él.
Tampoco el grueso de los operadores de la Rawson dasnevista -habituados a la obediencia acrítica- parecen haber detectado a tiempo que el llamado "modelo" contenía a Buzzi muy parcialmente, y que los códigos familiares del jefe le producían más desagrado que entusiasmo.
Sus comentarios, afirmaciones y análisis hacía notar que su distancia con los métodos, estilos de gestión y modos de ver y hacer política estaban a años luz del trazo grueso y estentóreo que imponía Das Neves.
En este momento, Buzzi afronta dos tareas simultáneas y de alta complejidad. Por un lado debe trazar redes de gobernabilidad dentro de un kirchnerismo dividido y ambicioso. Son al mismo tiempo sus aliados y sus competidores. Sólo como ejemplo, Sastre le marca terreno desde el postdasnevimo (p. 8-9) y Di Pierro lanza sus dardos de el mundo K (p. 6-7).
Tendrá la urgencia de construir un relato coherente sobre el futuro de Chubut después de ocho años de gritos, fiestas y vacío. Marzo será un mes clave. Se sabrá a partir de ese momento si sus diferencias cualitativas con Das Neves se traducen en un plan de gobierno basado en criterios sustentables, integrados y originales. En su círculo íntimo se afirma con énfasis que "tiene una visión profunda de la realidad de Chubut, y su estilo de gestión puede cambiar la historia". Por ahora, deberá arremangarse para afrontar con gracia y planificación varios Vietnams. Uno de los primeros será la grave crisis de inseguridad de Comodoro Rivadavia (p. 4-5); pero lo esperan además la discusión minera, el choque con las petroleras, la realidad de los chubutenses pobres y -nada menos- la necesidad de poner en marcha una provincia que social y económicamente no parece provenir del Paraíso. Ni siquiera del Purgatorio.
(1) Página 12, 29-01-2012.
(2) Página 12, 26-02-2012.
La presidenta Cristina Fernández ha declarado una guerra mediática contra las grandes petroleras. Esa guerra de papel puede convertirse en un contundente conflicto de intereses. El cambio de la relación del gobierno kirchnerista con las operadoras -desde 2003 beneficiadas con numerosos incentivos fiscales, renegociaciones favorables y subsidios -empezó notarse en 2011.
Tras la meneada operación quirúrgica de enero, Cristina lanzó su granada. "El subsuelo es de los argentinos y está concesionado, por lo tanto no se puede volver a la época del Virreinato, donde se llevaban todo y no dejaban nada", dijo; y agregó que "voy a usar todos los instrumentos que la Constitución y las leyes le permiten usar a los gobernantes para defender los intereses de los 40 millones de argentinos".
Detrás de la bronca de la Presidenta asoma un cuadro desolador para el Estado en materia energética, que provoca un malestar social cada vez más evidente. Como se expresa nítidamente en el informe de Marcelo García (p. 10-11), es notable cómo casi todos los niveles de los hidrocarburos empeoran sin cesar, dejando al país en el inexorable camino de la importación.
Desde 2003 a 2011 la producción nacional de petróleo se redujo en un 23%, mientras que la de gas cayó un 9%. Además, las empresas invierten cada vez menos en exploración, pero utilizan crecientes cantidades de agua en sus operaciones de recuperación secundaria (p. 12-13). Ese despilfarro de las petroleras debería incorporarse a la discusión en el mismo nivel de importancia que está adquiriendo en el plano minero.
Este es un año especial, ya que en septiembre se cumplirán 20 años de la privatización de la YPF estatal, que permitiría a Repsol controlar la mayor compañía que supo tener el Estado argentino. La posibilidad de que el Estado vuelva a ser propietario de los recursos naturales -en particular del petróleo y el gas- adquiere entonces un peso simbólico adicional.
Tanto la discusión por la cuestión petrolera como la "malvinización" (p. 18-19) forman parte en este momento del relato de la Presidenta. Habrá que esperar sus pasos futuros para saber si es un movimiento táctico para compensar frentes críticos de desgaste. Lo concreto es que puso en la calle una discusión que permanecía abortada desde la vergonzosa privatización de YPF. De la propiedad y el manejo de los yacimientos no se habló en las dos últimas décadas. Por tratarse de recursos naturales estratégicos, la escasa intervención del Estado desde la década del '90 es una política que debería modificarse cuanto antes.
"En el entorno del Gobierno ya se plantea con fuerza que las políticas correctivas a las conductas monopólicas en el sector petrolero tienen límites muy estrechos. Legisladores, especialistas y también funcionarios de primera línea participan de un debate que ya incorpora, como alternativa explícita, la recuperación de una petrolera estatal y, más concretamente, la renacionalización de YPF", escribía Raúl Dellatorre a fines de enero (1), exponiendo en uno de los medios más kirchneristas el caldo de cultivo de lo que podría suceder en los próximos meses.
Aquella privatización menemista de YPF contó con el respaldo casi unánime de todos los sectores políticos. Al revisar el archivo pueden verse rostros eufóricos de chubutenses y santacruceños en ese día trágico para la soberanía energética argentina. Como se sabe, la privatización dejó réditos personales a unos cuantos dirigentes, pero ninguno para el país.
Buzzi, el duro
La avanzada de la Presidenta obliga a los chubutenses a preguntarse por el destino que podrían tener los cuatro yacimientos que opera YPF en la provincia: Manantiales-Behr, El Trébol, Campamento Central y Escalante.
Desde su atalaya de la OFEPHI, el gobernador chubutense Martín Buzzi parece haberse convertido en el intérprete más preciso de la cruzada K. "La realidad de YPF es decadente y si no dan señales en dos semanas, nuestra decisión en Chubut es avanzar con la reversión de las áreas", aseguró.
"Ellos ya saben lo que tienen que hacer. Tienen que hablar menos y hacer más. Nuestra posición es clara: invierten más o vamos a revertir las concesiones. No vi ninguna señal de YPF que demuestre que está dispuesta a cambiar. La lógica que aplican es de capitalización del socio argentino y repatriación de fondos a España", agregó Buzzi.
"Está claro que no me voy a quedar quieto esperando que ellos decidan", dijo Buzzi, quien agregó que "hay inversores privados dispuestos a hacer lo que YPF no hace". Aunque no los mencionó en su entrevista porteña, dos de los "inversores" que habrían contactado al gobierno provincial serían
Carlos Bulgheroni -quien negoció muy ventajosamente con Das Neves el remate de Cerro Dragón- y Cristóbal López. Ambos son empresarios cercanos al kirchnerismo, y el último acredita además una vieja relación con el mismo gobernador.
El dasnevismo
El dasnevismo ha muerto. El final de ese ciclo resultó tumultuoso, confuso, escaso en grandeza y proyección de futuro. Nadie sabe si el mismo Das Neves sobrevivirá como actor político relevante, pero la inmensa mayoría de quienes lo acompañaron durante su apogeo milita ahora en el segundo o tercer plano de la política, si no pasaron a retiro. Él mismo ha abjurado de buena parte de esa gente, en especial de aquellos que -más que jóvenes brillantes- resultaron aprendices y aprovechadores.
En las páginas de este periódico dimos cuenta de errores y obcecaciones del ex gobernador y de sus exabruptos, realmente graves desde el punto de vista institucional, y se criticó con fundamento sus políticas equivocadas o erráticas. Lo hicimos en tiempo y forma, en el mismo momento en que Das Neves gobernaba cual pequeño emperador; sobre todo cuando más poder concentró.
Ahora -cuando disparar sobre Das Neves es una suerte de deporte sin costos para medios de prensa que antes lo halagaban- consideramos oportuno profundizar el análisis del estado real de la provincia y de los planes de futuro que Buzzi comienza a esbozar después de dejar su tutela.
El triunfo de Buzzi constituyó la última derrota de Das Neves. Es preciso remarcar aquí la derrota conceptual del ex gobernador, quien creyó construir un sucesor a su imagen y semejanza, obediente y sumiso, sin percibir las diferencias profundas que lo separaban de él.
Tampoco el grueso de los operadores de la Rawson dasnevista -habituados a la obediencia acrítica- parecen haber detectado a tiempo que el llamado "modelo" contenía a Buzzi muy parcialmente, y que los códigos familiares del jefe le producían más desagrado que entusiasmo.
Sus comentarios, afirmaciones y análisis hacía notar que su distancia con los métodos, estilos de gestión y modos de ver y hacer política estaban a años luz del trazo grueso y estentóreo que imponía Das Neves.
En este momento, Buzzi afronta dos tareas simultáneas y de alta complejidad. Por un lado debe trazar redes de gobernabilidad dentro de un kirchnerismo dividido y ambicioso. Son al mismo tiempo sus aliados y sus competidores. Sólo como ejemplo, Sastre le marca terreno desde el postdasnevimo (p. 8-9) y Di Pierro lanza sus dardos de el mundo K (p. 6-7).
Tendrá la urgencia de construir un relato coherente sobre el futuro de Chubut después de ocho años de gritos, fiestas y vacío. Marzo será un mes clave. Se sabrá a partir de ese momento si sus diferencias cualitativas con Das Neves se traducen en un plan de gobierno basado en criterios sustentables, integrados y originales. En su círculo íntimo se afirma con énfasis que "tiene una visión profunda de la realidad de Chubut, y su estilo de gestión puede cambiar la historia". Por ahora, deberá arremangarse para afrontar con gracia y planificación varios Vietnams. Uno de los primeros será la grave crisis de inseguridad de Comodoro Rivadavia (p. 4-5); pero lo esperan además la discusión minera, el choque con las petroleras, la realidad de los chubutenses pobres y -nada menos- la necesidad de poner en marcha una provincia que social y económicamente no parece provenir del Paraíso. Ni siquiera del Purgatorio.
(1) Página 12, 29-01-2012.
(2) Página 12, 26-02-2012.